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Mostrando entradas de 2018

Bravo por la música

Cuando era niño había una canción de Juan Pardo que decía “Bravo por la Música, siete notas clásicas…”. Yo cantaba “Bravo por la Música, siete notas mágicas”. Debía de ser influencia del conservatorio (empecé con 9 años) o una traición del subconsciente, pero bendita traición. La música es el arte de combinar los sonidos y el ritmo. Eso decía mi libro de 1º de Solfeo (o de Preparatorio, no recuerdo muy bien). El caso es que efectivamente es eso, un arte, un arte de infinitas posibilidades. A los 18 años dejé el Piano. Era “too much” con todo lo que hacía y ya veía que no me iba a dedicar a ello. Me agobiaban mucho los exámenes ante un tribunal, desde niño. Cualquier equivocación o unos pocos nervios te destrozaban el trabajo que había detrás. No podía haber fallos. La melodía y la armonía son algoritmos perfectos, y tiene que fluir. Un error significaba una reacción en cadena de fichas de dominó y acababa en tragedia. Para que os hagáis una idea, la máxima era que en pri

La voluntad pudo con el muro

El pasado domingo se disputó una de las carreras que se corren en España con mayor renombre internacional: La Maratón de Valencia. Para los que no conozcáis de que va, deciros que una maratón es una carrera de 42 kms y 195 metros (aunque en su origen era unos kilómetros menor y se alargó para que la reina de Inglaterra diera la salida desde su castillo de Windsor en las primeras olimpíadas de Londres en 1908). Es una prueba que se viene disputando desde la restauración de los Juegos Olímpicos modernos en 1896, ya que evoca a la victoria de los Griegos sobre los todopoderosos Persas en la batalla que da nombre a la prueba, allá por el año 490 a.C. Según la tradición no documentada, un mensajero, Filípides (no está claro) corrió la distancia que separaba Maratón y Atenas (unos 39 kms) para informar de la victoria y prevenir a la ciudad de un segundo ataque. El caso es que, con el paso del tiempo, la maratón actual, se entiende como una prueba de fondo de una dureza extrema, en

Somos energía

Lo aprendía hace tiempo. No sólo lo somos por la luz que tenemos dentro cada uno de nosotros (aunque nos cueste creérnoslo), sino porque cada vez que nos relacionamos con nuestro entorno irradiamos o absorbemos, “algo”, que no somos capaces de definir y que algunos llamamos energía. Un buen amigo, que brillaba como una estrella, Fernando Jiménez del Oso, me lo dijo una vez. “David, hay muchas cosas que no tienen explicación hoy, que probablemente la tendrán mañana (o no), pero en todas hay algo en común, la energía”. Y es cierto. Cuando conocemos seres “mágicos” que nos deslumbran, lo hacen por su inteligencia, por su corazón, por su carisma…por todo eso que desprenden y que nos inspira: energía. Cuando estamos de bajón y nos ponemos un “chute” de esas canciones que nos gustan tanto, nos venimos arriba porque recibimos una transmisión de lo que una vocecita por dentro nos demanda: energía. Cuando discutimos con alguien y nos sentimos cansados, como si un dementor de

“Connecting the dots” en la educación

Hay un mítico video de Steve Jobs en la ceremonia de graduación de los estudiantes de la Universidad Stanford en el año 2005 https://youtu.be/HHkJEz_HdTg . En ese discurso, el bueno de Steve, relataba tres hechos secuenciales de su vida, aparentemente inconexos, pero que, mirados con perspectiva, dejaban una clara relación entre sí. “Debido a que pasé por este lugar, llegué a este otro”. ”Connecting the dots”…conecta los puntos…entiende las relaciones…causas y efectos. Es un discurso motivador y excepcional que os recomiendo que veáis. El ser humano es único, irrepetible y maravilloso. Cada historia es asombrosa. La tuya, la mía, todas, sin excepción. Y además hay una Historia común, con luces y sombras que, a la larga, nos han hecho pasar de comer plátanos en un árbol a mandar naves más allá del sistema solar. La perspectiva nos hace comprender la importancia de lo que ha pasado. Durante los últimos 5.000 años (aunque ya sabemos que el homo sapiens y antepasados ll

Quedarse a medias

Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen (en general) y mueren. No hay medias tintas ni matices. La naturaleza es maravillosa, pero no perdona. Hay millones de posibilidades y de cosas que hacer en ese camino, aunque el destino final no cambia. Los seres humanos incluimos matices. Podemos seguir buscando el elixir de la eterna juventud o podemos disfrutar del regalo que se nos da. La vida hay que vivirla con la máxima alegría y explosión de energía posible. Cómo llegamos a la meta es un aliciente único e irrepetible. Lo que nos mata es quedarnos a medias. No me refiero a que ese ciclo vital sea corto a veces, que también, sino a que en ese recorrido nos quedemos en los tonos grises, sin ser coherentes con nosotros mismos. Por supuesto que cada un@ tendrá sus razones, todas legítimas, para pararse en el camino. Incluso para dar marcha atrás y seguir por otro camino. Faltaría más. El matiz está en si lo decidimos nosotr@s si se nos engañamos a nosotr@s  mism@s. No

Y lo que opinen los demás, está de más

El título del post es una frase de una maravillosa canción de Mecano por allá por 1986. Relataba el amor y la sensualidad entre dos mujeres en los años 80, cuando existía todavía una represión sexual importante en España y cuando la homosexualidad era una “enfermedad” sin cura para muchos. En la canción, su letra, maravillosa, venía a decir que lo importante era la esencia, el amor entre dos personas, en este caso dos mujeres, sin importar todas las opiniones en contra y prejuicios de la época. Años después, en 2005, en aquel mítico discurso a estudiantes de Stanford, Steve Jobs les aconsejaba que no malgastasen su tiempo viviendo la vida de otra persona. Era un discurso basado en vivencias personales y las de este genio de la innovación, en ese plano, habían sido bastante agridulces. Su mala relación inicial con su hija y su amargo carácter, sin duda habían pesado en la forma de relacionarse con los demás, a pesar del innegable talento. La de Jobs, era una afirmación ro

Rompiendo rutinas...

En la vida hay puntos de inflexión. Los hay drásticos (una enfermedad, pérdida de alguien querido, una ruptura) y los hay “suaves” (operación bikini, cuesta de enero, vuelta al cole), el caso es que cada día es una oportunidad para replantearse cosas, sin necesidad de que nadie las piense por nosotros. Hay momentos “psicológicos” donde parece más fácil hacerlo. La vuelta de vacaciones es uno de ellos. Mente despejada, limpieza mental y vuelta al lío. La claridad, a pesar de la “depre” post vacacional, ayuda a entender quiénes somos y a dónde queremos ir. Porque como repito muchas veces en este blog, el 99% de lo que nos pasa depende de nosotros mismos. No hay casualidades, no hay azar, no valen excusas. Por eso, el reseteo estival ayuda a iniciar esa dinámica, antes de que el fantasma de la rutina pasada venga de nuevo. Y viene pronto, os lo aseguro, por ello hay que espabilar. No sabemos el tiempo que estamos por aquí, pero lo que sí sabemos es lo que nos queremos l

Nuestro problema de fondo: "tengo razón"

No pretendía hablar de esto. Pero cuando tratas de contrastar opiniones con otras personas se refuerza mi idea de que no somos capaces de entendernos y buscamos siempre “tener razón”. No queremos resolver el problema, sino “ganar” la discusión. Cuando vemos que va mal, incluso, cambiamos de tema o ridiculizamos lo que estamos hablando. Y hay mucha miga detrás de eso. El tema del taxi y las VTCs tiene muchas aristas. Todos se equivocan y todos tienen razón. Pero, sobre todo, todos tienen que aceptar y reconocer al otro y estar dispuestos a llegar a un acuerdo, si lo que quieren es arreglar el conflicto. Si por el contrario, uno se quiere imponer sobre otro, bien a través de presiones sociales o económicas, o bien a través de un Gobierno que no ha sabido estar a la altura (ni el de antes ni el de ahora, sólo con remiendos), entonces todos perderán. Porque amig@s, las guerras no las gana nadie, tod@s pierden. ¿es tan difícil de entender? ¿No estamos hartos de verlo? Como os

La picaresca nos limita...

España es un país maravilloso. Desde dentro ya nos encargamos de darnos caña constantemente, pero desde fuera envidian muchas de nuestras “riquezas” culturales, gastronómicas, sociales, naturales… Generalmente las valoramos cuando nos toca ir a otro país. Sin embargo, hay algo muy arraigado en nuestra cultura, quizás aplica a todos los países latinos, y que nos limita constantemente. En el caso de España es un “vicio” adquirido muy intenso. Es probable que durante siglos fuera un rasgo necesario para muchas personas si querían sobrevivir, pero hoy deberíamos exterminarlo de una vez. No nos ayuda. Es la famosa “picaresca”. La picaresca, que viene de picardía, es la capacidad para sacar provecho de una determinada situación, con sutileza, sin que se note y en muchos casos, en perjuicio de otra persona. Es la “mentirijilla piadosa”, el colarse en la cola o el meternos al final de la vía de desvío en la carretera, etc. Se confunde con la astucia, pero no lo es. Es querer ser el