Sin fakes ni trolls hay paraíso


Nuestros hábitos han cambiado. Hace no mucho uno se levantaba escuchando música o las noticias de la radio o la tele. Hoy sigue siendo así pero alternativamente trasteamos ese elemento “diabólico” del que no nos podemos separar.

Probablemente hoy te hayas levantado y antes de salir de casa hayas consultado el móvil. Lo más seguro es que hayas revisado mail, agenda, wasap, el periódico a través de la web o las alertas de redes sociales. O todo ello. Depende de cómo hayas ido de tiempo.

El caso es que te has hecho tu propia composición de lo que pasa en tu entorno y en el mundo en un rápido vistazo a un dispositivo. Estamos saturados de información y como nos lo “tragamos” todo, conocemos al detalle lo que pasa a 20.000 kms de distancia en tiempo real.

O eso es lo que creemos.

Puede ser que te hayas guiado por algún “trending topic” del momento y se te haya quedado cara de pez, porque no lo esperabas. Ha empezado una hecatombe y no lo tenías en el radar.

Es una posibilidad. Todo esto ha podido pasarte esta mañana.

Cuando has llegado al trabajo y lo has comentado con tus compañeros has podido confirmar que efectivamente ha pasado. Nos han invadido los extraterrestres y tú ahí, tan tranquilo yendo a trabajar. Ahora sí que te has acojonado de verdad, porque la mayoría de gente de tu entorno también lo está hablando.

Pero cuando ha llegado el sensato, el que se toma las redes sociales con ironía, os ha desmontado el argumento a todos. No hay invasión. Os la han colado, pero menos mal.

¿Por qué os la han colado? Porque lo que no te has planteado es si esa información es veraz o no. No contrastas las noticias ni tampoco los comentarios de tus colegas en el grupo de wasap. Si una cantidad de personas, que consideras suficiente, habla sobre algo y lo da por válido, lo tomas como hechos consumados. Vamos que “te la comes con patatas”.

Por ese motivo nos podemos estar “tragando” cosas sin importancia en nuestro día a día que se pueden convertir en impactos mundiales. Por ejemplo, en la visita de Rajoy a la Casa Blanca se viralizó una foto “tuneada” en la que se había puesto detrás suyo la bandera de México. No era así en realidad, la foto se manipuló, sustituyendo la original con la bandera de la infantería de Marina de estados Unidos. Pero se convirtió en trending topic con más de 20.000 personas spameandolo en los nuevos canales de información, haciendo bulos sobre curiosas relaciones geopolíticas poco probables, sin contrastarlo, y claro, uno se lo acaba creyendo.

Si mañana consiguiera difundir masivamente que Messi ha fichado por el Madrid y Ronaldo por el Barça, se generaría una gran confusión inicialmente y la gente lo daría por hecho. Imaginaros eso en el contexto de un hecho realmente grave, un incidente diplomático o militar o una alerta falsa sobre terrorismo.

Y es que ha emergido un elemento nuevo en nuestro proceso de toma de conciencia y elaboración de una opinión sobre un tema, que es la manipulación social. Es nuevo el canal, no el fondo. Esta forma de manipulación se produce por la capacidad de escalar algo que ni siquiera sabemos de qué va, pero que retuiteamos o compartimos, bien por la guasa o bien por el postureo de demostrarle a los demás las cosas tan guays que posteamos o el “poder” que tenemos en una red social, como si fuéramos el justiciero del lugar.

La manipulación también viene por la intoxicación deliberada de cierta información falsa que a través de bots (programas informáticos) y de la propia gente, escogiendo bien a personas con determinada influencia o determinadas opiniones habituales, se viraliza y genera una reacción en cadena.

Esa posibilidad de escalar algo falso es un arma muy peligrosa. Los Gobiernos de los países Occidentales ya destinan una partida presupuestaria a reclutar y mantener una brigada de “ciber soldados” o hackers a su servicio, cuya misión es establecer alarmas y detectar flujos “extraños” de información. Y no me refiero a que la gente de un foro con tráfico se ponga de acuerdo en determinar el resultado de un concurso de TV (pasó hace un año con “Got Talent” en España), sino que la cosa va más allá, por ejemplo, a la posibilidad de que un grupo organizado sea capaz de tomar control de millones de ordenadores conectados a la red en un país, y pedir un rescate.

Vamos, que manipular no es nuevo, pero el canal y la escala que se consigue sí. 
Ya generó mucha controversia aquella noche de hace 80 años Orson Welles, cuando daba la “alarma alienígena” en su adaptación radiofónica de “La Guerra de los Mundos”. Era una emisión en Estados Unidos y no generó efecto dominó en el resto del mundo, pero si hubiera sido hoy, ¿Qué habría pasado?

Podemos irnos más atrás. El imperio mayor que ha existido, el Mongol, empezaba sus conquistas manipulando a las tribus rivales de un mismo territorio. Intoxicaba con información falsa para que se enfrentaran entre ellas, y cuando estaban debilitadas era cuando entraba en acción su ejército y aseguraban la victoria.

¿Cómo se manipula hoy? Es muy fácil. Se trata de generar la duda, dividir a la sociedad emitiendo una información falsa y convirtiéndola en veraz a base de repeticiones, con muchas personas, con influencers o a través de los mencionados bots. Así, acaba convirtiéndose en verdad, sea lo que sea la verdad.

Es importante tener pausa y perder un minuto en contrastar la veracidad de una información. Probablemente hoy el discurso de Wells hubiera sembrado el caos… o no. Dependería de si el efecto dominó originado por el bulo se propagase más rápido que la capacidad social de desmentirlo. La velocidad de reacción sería crucial para tener un tiempo de desorden (y aprovecharse los que tuvieran intereses) o evitarlo. Ponerlo en contexto sobre una noticia que pudiera generar plusvalías o minusvalías en los mercados financieros. Podría haber grupos de interés detrás de su expansión o su control.

Tener en cuenta que “la verdad” es un concepto abstracto muchas veces. Puede haber varias verdades y todas ser verdad. Seguro que, en una discusión sobre algo, hay al menos dos verdades, y las dos pueden ser ciertas, en función del contexto que le da cada uno.  La sombra de la duda puede ser poderosa.

Cuando se mete la pata difundiendo una “media verdad” o algo que nos han colado, no es demasiado bueno perseverar en el error y buscar la justificación. Es mejor pedir disculpas y aclararlo. No se trata de “tener razón” o ser el más listo de la clase para “molarle” al resto. Se trata de recibir y transmitir un mensaje con el que formarse una opinión o tomar una decisión. Pensar que cuanto más objetivo sea, menos posibilidad de manipulación habrá.

La otra derivada de este bombardeo de información “social” es la forma. El mensaje es el fondo, pero la manera en que lo decimos o en que interactuamos con el resto es muy importante y ha cambiado mucho. ¡Quién no jugaba al teléfono estropeado! Imaginad sus consecuencias en una red social. E imaginarla no sólo por el contenido, sino por cómo se comunica. Una buena noticia se puede convertir en un infierno y a la inversa. El cómo ha cobrado una importancia crucial.

Claro, es mucho más difícil y subjetivo cuando no tenemos al otro delante y no podemos mirarlos a los ojos. La comunicación sin el elemento visual es menos rica y mucho más fría. Se pierden matices del lenguaje corporal y del contexto que no ayudan. Y esto se magnifica en las redes sociales.

Y ahí aparecen los trolls. Los hay de verdad, de los que van a “dar por saco”, a provocar. Hay muchas personas que, para sentirse importantes o guays, descargan sus frustraciones y miedos en otros, o en el mundo en general y pueden llegar a ser una pesadilla en algunas ocasiones.

Hay otros que son simplemente graciosos. Pero que sólo admiten sus propias gracias. Les gusta “vacilar” pero no ser “vacilados”. Son los más listos que nadie.

Y los hay que convertimos en “trolls” por la mala interpretación del mensaje, al no existir ese contacto visual. Las frías palabras de una frase en twitter, sin entender contexto ni comunicación visual, pueden llevarnos a identificar a alguien como “enemigo” cuando no era esa su intención. Si estuviéramos en un modelo de recomendaciones, donde unos y otros se puntúan, podría pasar que juzgáramos erróneamente por una mala interpretación y "arruináramos la reputación de alguien". Esto pasa a menudo y en el caso concreto de los países latinos, no ayuda nuestro afán por querer estar en posesión de la verdad e interpretar otras ideas como una postura contra nosotros.

Desde mi punto de vista, los dos grandes peligros de los nuevos canales de comunicación son la manipulación y la manera en que se transmite un mensaje.

Sería bueno que, desde pequeñitos, y con el ejemplo de casa, se eduque a los niños en esa necesidad de tolerancia, respeto y capacidad para discutir ideas y construir, sin necesidad de enfrentamientos. También en no transgredir la libertad y la dignidad de los demás por nuestro afán de decir algo que ofende. Así resolveríamos muchos problemas que vienen asociados a la tecnología y las nuevas maneras de comunicarse.

Educación junto con regulación y control. Para mí las claves a consensuar.

Voy a ser repetitivo en mi discurso. Nuestros hijos nos imitarán. El 99% de la educación es en casa. Si veo un partido con mi hijo e insulto al árbitro, él hará lo mismo después. Si cojo el móvil y voy siendo “el graciosillo” de las redes sociales, o “el guay” o enfrentándome con todos, él hará lo mismo. No lo dudéis. Es más, mi huella digital estará ahí, y seguramente, escarbando un poco, podrá ver lo que dije o dejé de decir a los 10 años de haberlo hecho. La educación es en casa y en el entorno íntimo. No diluyamos la responsabilidad.

Y sí, también el sistima educativo debería incorporar, desde el primer momento, contenidos que enseñen a los estudiantes unas reglas de juego básicas a la hora de tratar la información social y de transmitir o recibir mensajes. Se trata de una enseñanza de la tecnología y sus posibilidades pero con valores. De prepararlos para la siguiente etapa. 

Y además, las propias herramientas que utilizamos y la regulación deben poner medios y controles para que la difusión de noticias falsas sea perseguida y para que aquellos que sólo están por la labor de ofender, sean privados del derecho a utilizar las redes sociales. Debe haber unas reglas de juego claras y quizás aparezcan nuevos empleos de “controlador de red social”. Sí, debe de haberlo. Ya me sé la canción de la libertad de expresión y la censura y lo que queráis. Pero debe de haber unos límites y si por la educación de casa no somos capaces de entenderlos, deben ser legislados por quien tiene la potestad.

Y aquí la gran pregunta. ¿Quién controla eso? ¿quién vigila al Gran Hermano?. Pues también debe haber mecanismos para que ese legislador y el Gobierno de turno o el grupo de interés que presiona, estén sujetos al control objetivo. La comunicación y la manipulación de la misma puede cambiar nuestras vidas en este nuevo mundo digital y es necesario ser creativos e inventar nuevos “certificadores” de que se respetan reglas del juego. Hay muchas oportunidades ahí.

La era digital y tecnológica es apasionante. Va a ayudarnos a ser mejores si la usamos bien. Para ello es necesaria nuestra colaboración, con principios éticos básicos. Pero también es necesaria una nueva concepción de la responsabilidad de Legislar, de Gobernar, de intercambiar información de “los malos”, de generar valor para las personas y contribuir a un mundo más igual. Es necesario una transformación de elementos que nos han sido muy útiles pero que hay que adaptar al tiempo nuevo. Hay personajes relevantes que hablan de una Constitución Digital, Global y clara. Y yo estoy de acuerdo con ello.

Debemos cambiar el chip, valorar la importancia del mundo analógico, sin despreciar que el mundo digital forma ya parte de ello. Seamos responsables y fomentemos que los demás lo sean. No la caguemos. Será apasionante la transformación global de los próximos 20 años.

Yo me apunto.

#impossibleisnothing

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