Los equipos y las personas

Todo son personas. Cuando pensamos en una Institución, una Empresa o en contratar vacaciones con una agencia de viajes, por ejemplo, no hay un robot detrás (de momento), hay personas. Cuando pensamos en la conquista del espacio, en coger el metro o en las bombas nucleares también, todo son personas.

A veces se nos olvida. Vemos a las grandes marcas o las cosas más rutinarias como si fueran máquinas, como entes abstractos que hacen que el metro se mueva o que las bombas exploten. Pero no hay entes abstractos, hay personas.

Cuando pensamos en equipos, de cualquier tipo, en el trabajo, con los amigos, en el deporte, etc. pensamos en un colectivo que tiene una meta común y un hilito invisible que los une y que a mí me gusta llamar alma. Los equipos tienen alma, si no son grupos de personas haciendo algo juntos, pero no un equipo.

A veces los identificamos con un símbolo, con un sonido, con una imagen y nos olvidamos de que detrás hay personas.

Si partimos de entender esto habremos ganado mucho a la hora de movilizar o gestionar un equipo. Cada uno tiene una realidad, unos problemas y unas motivaciones. Conocer a las personas y lo que hay detrás de ellas es clave para que después den el máximo rendimiento.

Cada miembro del equipo tiene un papel, un role dentro del mismo. Tiene que entender que se espera de ese role y tiene que sentirse importante en él. Puede no tener capacidad de decidir o de gestionar pero puede que su trabajo sirva para que otros lo hagan y sin su trabajo eso no sería posible. Es muy importante esto porque la importancia no sólo es una jerarquía, la importancia está en el respeto y la necesidad que tiene el resto del equipo de lo que hace cada uno de sus miembros.

Y esto no sólo es una tarea del “currito”. Es una tarea del que gestiona el equipo que debe explicarle por qué es importante lo que hace. Recordar, el equipo son personas, no autómatas.

Aquí emerge muchas veces la figura del líder, que daría para muchos post. Desde mi punto de vista el líder debe ser aquel que se gana el respeto porque comparte el esfuerzo del resto. El equipo, y sus líderes, deben compartir lo bueno y lo malo.

Vamos, que se remanga y que demuestra al equipo que también es parte de ese “alma”. A veces debe ser inflexible para que malas actitudes no contaminen al resto pero la mayoría de las veces debe tener esa inteligencia emocional para ponerse en la piel del otro y resolver los conflictos dialogando. El líder debe ser la cabeza y el corazón. Si el equipo le respeta entonces va mucho más allá de jerarquías.

¿Y por qué todo esto cuesta tanto, tanto? Pues porque esto es lo bueno y lo malo. Las personas, por más que se empeñen algun@s, no son perfectas. No somos infalibles. Tenemos nuestras limitaciones y nuestro inmenso potencial pero hay licencia para equivocarse. Los líderes deben reconocer los errores y los equipos saber aceptarlos.

Además, no siempre los objetivos de los equipos de una misma organización están alineados y los “intereses” son distintos, aunque el barco sea el mismo. 

He aquí el quid de la cuestión. ¿Sabemos reconocerlo? ¿Sabemos aceptarlo? La verdad es que no siempre. Es algo muy latino el no aceptar críticas por un lado y el hablar demasiado por la espalda por otro. Y eso no “mola”.

Lo que “mola” es tener la confianza para poder decirnos todo con respeto sin dejar que se hagan pelotas de nieve gigantes que después nos perseguirán hasta que exploten. Esta es la diferencia entre los equipos de éxito y los que no.

Y además es bidireccional. Esto no es cosa del líder, el jefe, el entrenador, etc. Es cosa de todos los que componen el equipo. Si uno, el que sea, se desalinea con el resto habrá riesgo de pelota de nieve.
  
Hablar y aceptar las críticas….esa es la clave. Y todo eso sin dejar de pensar que enfrente, el líder, las hormiguitas, los mandos, etc…siguen siendo personas…

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