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Mostrando entradas de septiembre, 2014

Dichosas etiquetas

El día en que nacemos ya nos asignan un parecido. Clavadito a su madre o a su tío el del pueblo o al antepasado más remoto del que la abuela se acuerde. Y en realidad al que nos parecemos es al bebé de la cuna de al lado… Cuando crecemos nos “adjudican” cualidades. Listo (todos los hijos son superdotados), guapos, espabilados, alegres… En el cole empiezan los motes. Cuatro ojos, cabezón, dumbo… ¿Quién no ha tenido uno en clase? De adultos, o somos “malotes” o buena gente o unos golfos o unas… en fin de todo. Y el San Benito nos llega hasta el final de nuestros días. El caso es que siempre tiene que haber una etiqueta. Asociadas con cualidades, con ideologías, con los gustos del etiquetado. Pero siempre hay una. Cuando son en sentido positivo hacen gracia. Molan. Pero cuando son en sentido positivo (“el bueno”) toda la vida, no hacen tanta gracia. Cansan y uno ya no sabe si es etiqueta positiva o negativa. Cuando son en sentido negativo son “a matar”. Con g

Siempre positivo

Todo el mundo tiene una historia. Ni mejor ni peor que la nuestra, pero igual de importante. Con sus alegrías, sus penas, sus sueños.... A nosotros, no nos importan las historias de los demás, salvo los más cercanos (y a ratos). ¡¡¡Bastante tenemos con lo nuestro!!! Sólo tenemos empatía con lo que le pasa al resto, cuando nos tocan de alguna forma a nosotros y nos puede afectar, mientras no nos preocupa. Obviamente es muy injusto generalizar puesto que hay gente que vive para las historias de los demás, en el sentido de ayudar. Sin embargo no me lo neguéis, la inmensa mayoría vamos "a lo nuestro". El ser humano es egoísta por naturaleza. Si sólo nos preocupa lo que sólo pasa en nuestra "burbuja", en nuestro entorno más cerrado, estamos quizás "pasando" de algo que en un futuro podía afectarnos. Si por ejemplo no nos preocupa la inundación del edificio de al lado puede ser que pronto sea el nuestro el que se inunde. Todas la historias están intercon