Dichosas etiquetas
El día en que nacemos ya nos asignan un parecido. Clavadito a su madre o a su tío el del pueblo o al antepasado más remoto del que la abuela se acuerde. Y en realidad al que nos parecemos es al bebé de la cuna de al lado… Cuando crecemos nos “adjudican” cualidades. Listo (todos los hijos son superdotados), guapos, espabilados, alegres… En el cole empiezan los motes. Cuatro ojos, cabezón, dumbo… ¿Quién no ha tenido uno en clase? De adultos, o somos “malotes” o buena gente o unos golfos o unas… en fin de todo. Y el San Benito nos llega hasta el final de nuestros días. El caso es que siempre tiene que haber una etiqueta. Asociadas con cualidades, con ideologías, con los gustos del etiquetado. Pero siempre hay una. Cuando son en sentido positivo hacen gracia. Molan. Pero cuando son en sentido positivo (“el bueno”) toda la vida, no hacen tanta gracia. Cansan y uno ya no sabe si es etiqueta positiva o negativa. Cuando son en sentido negativo son “a matar”. Con g...