Dichosas etiquetas
El día
en que nacemos ya nos asignan un parecido. Clavadito a su madre o a su tío el
del pueblo o al antepasado más remoto del que la abuela se acuerde. Y en
realidad al que nos parecemos es al bebé de la cuna de al lado…
Cuando
crecemos nos “adjudican” cualidades. Listo (todos los hijos son superdotados),
guapos, espabilados, alegres…
En el
cole empiezan los motes. Cuatro ojos, cabezón, dumbo… ¿Quién no ha tenido uno
en clase?
De
adultos, o somos “malotes” o buena gente o unos golfos o unas… en fin de todo.
Y el
San Benito nos llega hasta el final de nuestros días.
El caso
es que siempre tiene que haber una etiqueta. Asociadas con cualidades, con
ideologías, con los gustos del etiquetado. Pero siempre hay una.
Cuando
son en sentido positivo hacen gracia. Molan. Pero cuando son en sentido
positivo (“el bueno”) toda la vida, no hacen tanta gracia. Cansan y uno ya no
sabe si es etiqueta positiva o negativa.
Cuando
son en sentido negativo son “a matar”. Con ganas de hacer pupa. “Vividor
follador”, como el de la serie…gracioso pero despectivo. Que diga alguien eso
en un trabajo a un candidato a un puesto… ya no hará tanta gracia.
En fin,
que nos gusta mirar en los demás las virtudes y defectos y retratarlos, quizás
como medida de protección ante nuestros propios miedos o ante el miedo a no
estar a la altura de ellos. No hay nada como ir a una boda o la tertulia del
día siguiente entre al grupito de amigos despellejando al personal… ¿os suena? Y en realidad lo que estamos “juzgando” es
aquello que de alguna manera anhelamos para nosotros.
Nos
gusta demasiado mirarnos al ombligo. Lo perfectos que somos y los desastres que
son los demás. Somos guays.
La
buena noticia es que realmente somos maravillosos. Seres extraordinarios cuando
nos centramos y dejamos de estar pendientes de la vida de los demás.
Hay un
tipo de etiquetas que me cabrean mucho. Ya lo sabéis los que me leéis. Son las
etiquetas colectivas.
Los
rojos, los azules, los fachas, los perroflautas, los sociatas… Muchas de ellas asociadas a
ideologías pero en el fondo, todas, asociadas a las condiciones socioeconómicas
del resto. Nos gusta darnos caña unos a otros por lo que tenemos o no tenemos.
Nos gusta tener razón y decir siempre la última palabra, por el orgullo de
derrotar al otro, de que “muerda el polvo”. Pero sin medir consecuencias muchas
veces.
Cuando
etiquetamos al resto, desde un punto de vista social, lo estamos excluyendo. O
nos estamos excluyendo nosotros mismos. Ya sabéis que a las marchas de la
dignidad sólo pueden ir perroflautas con la bandera de la república o a las
manifestaciones contra el aborto niños pijos de colegio de curas con banderas
de España.
No es
que yo lo piense. Ni mucho menos. Es que somos así. Nos excluimos.
¡¡Con
lo fuertes que seríamos juntos!!. Sin señalarnos. Respetando y admirando las
virtudes y siendo autocríticos con los defectos. Mejorando. Sin juzgar, sin
etiquetar…
Esto que
digo no es un problema de políticos chorizos o banqueros irresponsables. Ya sabéis
lo que pienso al respecto y no forma parte de este post. Esto que digo es parte
de nuestra propia naturaleza y de nuestra propia educación. Y sobre todo, de
las ganas y la actitud, como sociedad, para respetarnos e integrar las visiones
de los que piensan distinto.
Me jode
no poder ir a foros en que comparto parte de lo que dicen pero me tengo que
disfrazar o de la falange o de la república para poder hacerlo. Después todos
van de tolerantes….
Pero no
se queda ahí. Hay un más difícil todavía. Los que señalan a todos. Aquellos que
son el ombligo del mundo y eso sí, no mueven un dedo. Ahí, en casita, sin
complicarse. Ya lo hará otro… Estos son a los que hay que darles un buen
empujoncito. Levantad de una vez. ¡¡ ¡¡Moved el culo!!!!
Si nos
olvidáramos de etiquetarnos, de calificarnos y de juzgar a los demás por
nuestros propios prejuicios, seríamos más fuertes como sociedad. Nos quedan
unos años muy difíciles por delante. Soy muy optimista pero no es un secreto.
Vamos a sufrir mucho cosas que nos están pasando desde el punto de vista colectivo y, o somos
capaces de integrar y buscar soluciones juntos, o nuestro hijos pagaran las
consecuencias.
Acordaros
de aquel “cuatro ojos” o de “la gorda”. Las últimas veces que los visteis os
sorprendieron porque los patitos feos se habían convertido en cisnes…y nosotros
pensando que el cisne éramos nosotros mismos….
Se
puede. Siempre se puede. Me encantaría volver a ver ese primer día del 15M en
el que no había ideología, sólo ciudadanos unidos, sin banderas, sin
condiciones… Fue un instante…pero pasó.
Ojalá
mi país se dé cuenta de que así no avanzamos…
Totalmente de acuerdo.
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