La importancia de reconocer...

¿Quién no recuerda aquel famoso “tigres, tigres, leones, leones todos quieren ser los campeones”? Lo cantaba un señor que cuando yo era niño me hacía pasar unas tardes mágicas, con lo que era una tele en pañales en aquel momento.

Después de la canción y de la competición divertida entre equipos siempre acababa con el ya célebre, “lo importante no es ganar, es participar y divertirse”. Algo que hemos repetido hasta la saciedad, a nuestros amigos, nuestros hermanos, nuestros hijos...incluso a nosotros mismos cuando no nos salen bien las cosas.

Y es cierto…a medias. Un deportista tiene como objetivo ganar, un político tiene como objetivo (ejem!) ganar, un abogado tiene como objetivo ganar, y así sucesivamente. Es decir, en el competir va implícito el deseo de ganar.

Lo he escrito en este blog más de una vez. La competición es siempre contra uno mismo en primer lugar y después contra los demás. Uno necesita sentirse realizado y con esa sonrisita de felicidad, del trabajo bien hecho, tanto cuando desempeña una tarea en un trabajo como cuando compite en un campeonato, y todo eso, es primeramente, con uno mismo. Pero también quiere batir a los rivales.

¿Y eso por qué pasa?

Pues porque lo que todos buscamos, de una u otra forma es el reconocimiento. El primero el de uno consigo mismo, el siguiente, el de sus seres queridos, que son los que le “soportan” y el final con el resto del mundo, el público, a la escala que sea. Y ganar significa el tenerlo.

Es muy importante reconocer lo que se hace bien. Muy muy importante. Sobre todo, si uno gestiona personas, ya sea en el ámbito deportivo, en el familiar (los niños son consumidores continuos de reconocimiento) o en el profesional. El reconocimiento, a todos los niveles, refuerza la confianza de una persona y lo sitúa mentalmente en una mejor posición para aportar cosas y que el resto se pueda beneficiar de ello también. Sin reconocimiento no hay tarea completada, aunque se haya alcanzado el objetivo.

También es muy importante el “no reconocimiento”. No me refiero al castigo, que es un mensaje distinto, sino el “no reconocimiento”. No es lo mismo el “no reconocimiento” que se da a algunos “segundos” en un campeonato que a otros. Cuando el segundo ha convencido a los que le han visto competir, se le alaba, aunque haya perdido, pero si lo importante era el resultado por encima de todo (Argentina en el último Mundial de fútbol perdiendo por penaltis), entonces no hay reconocimiento y se critica duramente, olvidando el camino recorrido.

Por ello, a veces, el premio de consolación, la medalla de plata, el reloj del trabajo, el diploma honorífico de la universidad, etc, es un sufrimiento. Y otras es un motivo de orgullo.

El orgullo, ese gran falso amigo. Puede convertirnos en los seres más terribles, pero también en los más maravillosos. Es un arma de doble filo que también nos obliga a fijar algunas líneas rojas que no debemos traspasar. Ese orgullo, en positivo, es alimentado por el reconocimiento. Si no existe el reconocimiento el orgullo se resiente y precipita una reacción en cadena (confianza, inseguridad, etc).

Por eso en la dirección de equipos, de cualquier tipo, es muy importante gestionar esas expectativas de reconocimiento. El talento es un bien escaso y los buenos profesionales que sean buenas personas son aún más escasos. Si no ganan el partido necesitan ese premio de consolación, pero el que sí tiene valor para que les estimule a seguir intentándolo. Es importante eso.

El reconocimiento no es el doblarle el sueldo a Messi o a un colaborador. Un niño quiere reconocimiento y no sólo es material, de hecho, sobre todo no es material, es afectivo. El reconocimiento es aquello que consigue motivar al otro para dar lo mejor de sí, tanto si la cosa sale bien como si sale mal. Es la forma de que no desconecte de un objetivo cuando sólo faltó una décima de segundo para ganar la carrera.

Por eso creo que todas las organizaciones deben cuidar mucho la forma en que hacen esto. Un gestor de personas debe tener inteligencia emocional para saber reconocer y “no reconocer”. Y debe tener inteligencia para valorar la importancia que tiene esto. Es la diferencia entre un líder y un “jefe” muchas veces.

Yo, iluso de mí, sigo creyendo en la naturaleza positiva de las personas. Creo que deberíamos ser menos competitivos y reconocer los méritos de nuestros “competidores”. Un poquito de fraternidad no viene mal, si es sincera. Recuerdo ese minutito en la TV americana en el debate de Hillary y Trump cuando les pidieron que dijeran algo bueno del otro. Me gustó. Lástima que después por la espaldilla…


#impossibleisnothing

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