El día que dejé de ser voluntario
Hace años fuí voluntario y cooperante de una ONG. No para lavar conciencia ni para probar un día, sino con compromiso de que fuera recurrente 3 veces a la semana. Enfermos terminales (niños en su mayoría), mujeres maltratadas, talleres ocupacionales, centros de prevención anti droga y discapacitados fueron los “proyectos” en los que me dejé el alma. Uno entra buscando “algo en que ayudar” y sale con el corazón encogido y un amor infinito hacia cada una de las personas con las que se cruza. Pedro y María tenían 11 y 9 años. Eran hermanos. Vivían con su abuela en Pan Bendito (Carabanchel, donde me crié). A su madre se la habían encontrado en la puerta de su casa, muerta, por sobredosis, un día al regresar del cole. Su padre estaba en la cárcel por rajar a uno en un ajuste de cuentas. María era un coco. Las mates las resolvía con una facilidad pasmosa. Pedro era una de las personas (incluyo adultos) más creativas que he conocido. Estaban a mi cargo. Tanto para ayudarles con refuerzo ...