La transformación...¿digital?

 

El 14 de marzo de 2020 sucedió algo inaudito, digno de una película de Hollywood. Resulta que se decretaba un confinamiento domiciliario por 15 días (inicialmente), debido a una pandemia que, tenía ya, secuestrado a medio planeta con la amenaza de extinguir la especie.

Vamos, de los mejores guiones de ciencia ficción que se podían hacer. Con un matiz: Era real.

A partir de ahí nos sabemos la película, todos a casa, teletrabajo si podías, clases online, compras online, encuentros online, cervezas online, juegos de mesa online, pelis online…nuestra vida se llenó de pantallas, no de cine, durante varias semanas.

Vivir en una pantalla es muy aburrido. No puedes tocar. La cerveza con los amigos no sabe igual, mirarse a los ojos está distorsionado y de otros temas… mejor no hablar.

Pero la experiencia cambió algo más que el hecho que nuestras madres aprendieran a usar WhatsApp o vencieran su resistencia a comprar en un mercado digital. Cambió nuestra cabeza. Rompió esquemas. No nos dimos cuenta, pero sufrimos una metamorfosis cultural. Nos adaptamos y de repente la digitalización de verdad, no la de escanear una foto, entró en nuestras vidas.

No sólo fue una transformación de los individuos, también de las organizaciones. Los empleados trabajaban en su casa y los jefes confiaban en que las cosas se hacían. Los jefes de los jefes confiaban en sus jefes y así hasta la cúspide de la pirámide. El ejemplo era “forzoso”, pero, sin duda, enriquecedor para todos aquellos que gestionamos equipos.

Igualmente, los profes ejercían su responsabilidad con los alumnos y éstos correspondían con su atención y trabajo que no se veía físicamente. La clase seguía unida y conectada, a pesar de lo que pasaba fuera. Seguían compartiendo trabajo, estudio, experiencias y las alegrías y penas que el momento generaba.

El teletrabajo o el estudio online no eran una novedad. El hacerlo masivo y que fuera prioritario fue un bombazo.

Se generaron múltiples situaciones particulares. A todos los niveles, laborales, estudiantiles y de ocio. Todas ellas tenían un patrón común. Se llama confianza. Tanto el dueño de la PYME como el CEO de la multinacional, pasando por el Director General de la Administración Pública y miles y miles de funcionarios, tuvieron que aferrarse a esa confianza en el equipo. En que todos hacían lo que tenían que hacer, en tiempo y forma. No había otro remedio. Igual en la educación e incluso en el ocio.

Esto, que dará lugar a otro post, tuvo muchas implicaciones tecnológicas por detrás. Todo el mundo, todas las empresas que podían seguir operando (desgraciadamente algunas cerraron), aceleraron su desarrollo tecnológico 5 años. Lo que estaba previsto que sucediera por allá por el 2025, sucedió en apenas 3 meses del 2020. Es impagable el esfuerzo que hicieron aquellos que no se ven, que no eran motivo de aplausos, tan merecidos como los sanitarios, por supuesto, pero que posibilitaron que el “milagro” digital, sucediera.

Fue la explosión cibernética. Se cerraron ventas, se entregaron productos, se contrataron personas (también se despidieron), se ejecutaron servicios… y la base fue esa confianza en el nuevo modelo forzoso. Todo el mundo hacía lo que tenía que hacer, sin necesidad de un policía detrás (siempre hay excepciones, pero eran contadas).

Por cierto, también se incrementó el espíritu emprendedor, desarrollándose nuevas herramientas para facilitar ese traslado de la “vida física” a la “vida digital”.

Aprendimos. Transformamos nuestras vidas. Transformamos nuestro día a día. También en lo analógico. Descubrimos nuevos sonidos, nuevos olores, nuevas maneras de mirar. Esa transformación no fue tecnológica, aunque se basara en ello. La tecnología fue el medio. El fin, que ojalá se hubiera perseguido en otra circunstancia, fue que cambiamos nuestra mentalidad. Realmente sufrimos esa transformación digital. La vida física y la digital se fusionaron en una única, en la vida real, en nuestro Matrix diario.

Y por fin llegó el momento en que la pesadilla de fondo remitió. Ojo, no está eliminada, pero sí controlada. La ciencia y la voluntad de todos, empujando, con sus errores y sus aciertos, lo consiguió.

¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente capítulo?

Nuestras vidas han cambiado claramente. Mirar el tiempo de uso de vuestros móviles hoy y hace dos años. Veréis como hemos integrado en nuestro día a día todas esas “actividades” digitales. Por supuesto hay mucho camino que recorrer. Deben tener un marco legal, que sea justo. Y sobre todo un marco educativo, que ayuden a mejorar a la persona, no lo contrario. Valores. Sí, valores que rigen nuestras vidas, también en el ámbito digital.

Si tanto han cambiado y todos decimos que ha sido un aprendizaje que hemos de conservar, entonces, ¿por qué de repente han vuelto los atascos, las aglomeraciones en el transporte público o se han marchitado las clases online? ¿nos lo creemos?

Mi opinión es que los radicalismos nunca son buenos. Aplicado a lo físico o lo digital, significa que no creo que sea lo que nos llena, ni cuando hacemos todo 100% online ni cuando hacemos todo 100% presencial. Es la mezcla, tal vez, la respuesta.

El ser humano necesita contacto, piel, mirar a los ojos y para ello es necesario el plano físico. Al mismo tiempo necesita su espacio, su propia capacidad para organizar, descubrir, aprender y en esto ha descubierto esa nueva puerta virtual.

En el punto medio está la virtud. Creo en los modelos híbridos,  en todas las actividades que lo permitan de nuestro día a día. En hacer la compra, en ir a clase, en trabajar, en reunirnos, en jugar, en la manera de relacionarnos, en casi todo lo que podáis imaginar. Si realmente nos creemos eso del aprendizaje de estos meses y que salimos más fuertes, creo que ese es el camino.

Y sí, tiene mucho que ver con la regulación, con las herramientas, con la organización y por supuesto, con lo más importante y perdonarme que insista, la confianza. Hay que desarrollar el entorno que ya hemos creado por culpa del COVID. Nos hemos adaptado y ahora hemos de profundizar, de mejorar. Pero siempre con esa actitud de fondo.

Vamos a tener que creer para ver.

Os animo a tod@s a hacer ese ejercicio. A creer, incluso cuando tenemos la posibilidad de volver a que todo sea físico (que no es verdad). Aprovechar las ventajas de la tecnología de forma constructiva y, al mismo tiempo mejoraremos la vida de los que están alrededor. Atrevámonos con ese modelo mixto. De manera inteligente y con valores.

Sería una pena, como dice un amigo mío, volver a la casilla de salida. Entonces no habríamos aprendido nada. El avance mental y emocional que hemos trabajado este tiempo no se puede perder.

Yo creo.

#impossibleisnothing

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