El día que dejé de ser voluntario

Hace años fuí voluntario y cooperante de una ONG. No para lavar conciencia ni para probar un día, sino con compromiso de que fuera recurrente 3 veces a la semana. 

Enfermos terminales (niños en su mayoría), mujeres maltratadas, talleres ocupacionales, centros de prevención anti droga y discapacitados fueron los “proyectos” en los que me dejé el alma. Uno entra buscando “algo en que ayudar” y sale con el corazón encogido y un amor infinito hacia cada una de las personas con las que se cruza.

Pedro y María tenían 11 y 9 años. Eran hermanos. Vivían con su abuela en Pan Bendito (Carabanchel, donde me crié). A su madre se la habían encontrado en la puerta de su casa, muerta, por sobredosis, un día al regresar del cole. Su padre estaba en la cárcel por rajar a uno en un ajuste de cuentas.

María era un coco. Las mates las resolvía con una facilidad pasmosa. Pedro era una de las personas (incluyo adultos) más creativas que he conocido.
Estaban a mi cargo. Tanto para ayudarles con refuerzo en los estudios como para hacer actividades y desarrollar creatividad con ellos. Hacíamos teatro, escribíamos cuentos, acertijos…

Un día, de los 3 que iba a aquellos prefabricados que había conseguido el cura del barrio, no podía ir. Fallé dos veces en 3 años. Una porque se me murió un amigo. Otra, ese día, porque, al día siguiente, tenía un examen importantísimo de Contabilidad. Entre el curro de becario, piano, el jiu-jitsu, no me daba la vida. Mi examen era lo más importante.

Ese día Pedro había tenido una pelea en el cole. Conmigo, por aquello de ser cinturón negro, hablaba mucho de las “peleas del barrio”. A veces se venía (me costaba Dios y ayuda convencer a la abuela) algún domingo que me tocaba competir. Le molaba.

Ese día me necesitaba. Tenía que explicarme lo que había pasado. Sólo yo podía entenderle, o eso pensaba él. Pero no estaba. Olga, la coordinadora de las actividades, me llamó. <<¿David, de verdad no puedes hoy? Pedro está muy jodido….>>

Ese día fallé. Ese día se fué con la pandilla que quería captarle. Fué su decisión. En los talleres tratábamos de motivarle para otras cosas distintas, para que creyera en un futuro, sin necesidad de pasar por una pandilla. Pero ese día, el lado oscuro le ganó. Luego las drogas y las compañías hicieron su trabajo.

Me la jugué con la pandilla durante dos semanas por sacarlo de allí. No pude. Él había decidido. 

Fué mi última actividad de voluntariado después de 5 años en esos “proyectos”. Luego, la droga de sentirte útil para los demás (distinta de la que secuestró a Pedro), me enganchó y seguí haciendo cosas, casi siempre más vinculado a ayudar en base a mis conocimientos (los que parece que tengo de finanzas, empresas, etc). 

Hubo un gran aprendizaje. Hay heridas mortales. Cuando fallas a alguien que confía en tí el día que más te necesita (que no sabes cuál es), por estar tan “a lo tuyo”, por el “yo, yo, yo”…se paga. A veces muy duramente. El ego no puede cerrar nuestros oídos. Si lo hace, tenemos un problema.

Escuchar y escucharos. Es un buen principio.

#impossibleisnothing


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