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Mi cita con la muerte

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En abril de 1999 tuve una cita con la muerte. Me visitó varias veces, pero no caí en su trampa. En aquel entonces había tenido unos momentos difíciles en mi familia. Los negocios de mi padre no habían salido bien y nos habían generado problemas económicos, que a su vez derivaban en mucha tensión entre mis padres. Y, por si fuera poco, cual peli de Hollywood, acababa de romper con mi amor de universidad. Estaba muy perdido. Antonio, un amigo de mi padre, productor de cine y televisión, había sido contratado por una tele autonómica para realizar una serie-documental con el comunicador más reconocido del momento sobre temas “misteriosos”, al que le gustaba mucho mezclar historia y ciencia con lo enigmático. El gran Fernando Jimenez del Oso, Lorenzo, redactor de la revista que dirigía Fernando, Pepe, operador de cámara, Antonio y yo, vivimos una aventura que cambiaría mi vida. Empezó en un vuelo desde Londres, de 20 horas con escala en Doha. Jamás había visto un aeropuerto con ta...

El brasero de la abuela

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  Recuerdo cuando era niño, en esos días de frío como el que hace hoy en Madrid. Llegar a casa de mi abuela en Carabanchel y meter los pies en esa mesa camilla redonda, de la que colgaba un tapete hasta abajo del todo. No se veía, pero cubría un tesoro, el brasero. Una fuente de calor superior a la de la energía nuclear cuando uno estaba en estado de congelación. La sensación de alivio cuando te cubrías las rodillas y se generaba esa ola de calor era un placer de infancia indescriptible. Lo malo venía cuando te salías del calorcito. Estuve gran parte de mi niñez con mi abuela, “la yaya”. Una de las mujeres de mi vida. La que incondicionalmente estaba conmigo. Llegar a su casa, meterse en el brasero y poner la tele, “El Santo” o los “Ángeles de Charlie”, mientras cenaba esas albóndigas caseras con patatas fritas a cuadritos era maravilloso. Aunque fuera domingo por la noche y hubiera cole al día siguiente, deseaba ese momento. Sentía el calor y el amor detrás del calor. ¿Qué p...

Ser valiente...ser cobarde

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El ser humano es cobarde por naturaleza. Tiene que ver con conexiones neuronales e instinto de supervivencia. Para suavizarlo lo llamamos prudencia o lo disfrazamos con que "no es el momento". No importa la excusa, estamos configurados así. Si la cabeza manda, siempre encontrará un por qué para no hacerlo. Sin embargo el ser humano también es maravilloso. Por eso jamás podrá igualarnos la IA. Hay algo que nos distinguirá siempre. Y es que somos capaces de "pensar" con el corazón. Y eso ya no depende de conexiones neuronales. Técnicamente son procesos químicos y lo que queráis, pero trasciende de todo ello. Las emociones y los sentimientos son capaces de mover montañas. Si creemos, vemos. Sí existen motivaciones como la libertad, la justicia o el amor...entonces adiós masa gris, hola músculo rojo. Somos cobardes hasta que esa fuerza invisible nos convierte en valientes. Fundamentalmente ganando la primera batalla con un@ mism@.  Aquí sí hay machismo. Los hombres sole...

La isla de las emociones

Quiero traeros uno de mis cuentos favoritos. No es mío, es del maravilloso Jorge Bucay. Habla del mejor juez que existe en la vida.... Hubo una vez una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. Convivían, por supuesto, el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Envidia, el Odio. Todos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila e incluso previsible. A veces la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia y la Conveniencia lograban aquietar al Descontento. Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar del encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces, el Conocimiento dijo: Tengo una mala noticia que darles: la isla se hunde. Todas las emociones que vivían en la isla dijeron: ¡No, cómo pue...

La gran montaña rusa...y el gato

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La vida es una aventura. Con sus alegrías y decepciones . Sus victorias y sus traiciones. Sus amigos y “falsos amigos” …tiene de todo. La realidad siempre supera a la ficción o al postureo irreal de redes sociales. Esta aventura es como una gran montaña rusa que se repite. Ni Dragon Khan ni Batman. Es todavía más desafiante. No tiene un segundo de respiro y, a su vez, lo que deseas es exprimir cada uno de esos segundos. Empieza cuesta arriba. Es la preparación a una gran caída. Cuando la cosa se empina, está claro, vendrá el susto. Lo que acongoja más, sin embargo, es cuando no te esperas el susto, y viene. Ahí te rompe los esquemas y se te ponen los cataplines en la garganta. Es un aviso, subida, bajada, subida, bajada… También hay curvas. Una parte son muy cerradas, de las que te tienes que agarrar muy bien. Se perciben como grandes obstáculos . La mayoría, nos los ponemos nosotros mismos. Somos nosotros los que vemos la gran viga irrompible, que realmente no existe. Otra pa...

Sobreviví

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Sobreviví a la tempestad, Sobreviví a la enfermedad, Sobreviví al bullying, Sobreviví a un accidente de avión Sobreviví a la ruina, Sobreviví al éxito, Sobreviví a un huracán de fuerza 5, Sobreviví a muchos huracanes de fuerza descontrolada, Sobreviví a crecer antes de tiempo, Sobreviví a los que me llamaban idealista, Sobreviví a la impotencia de la injusticia, Sobreviví a ver a madres con niños moribundos en brazo, Sobreviví al Himalaya, Sobreviví al desierto, Sobreviví a los talibanes que me invitaron a tomar el té, Sobreviví a la indiferencia, Sobreviví al desprecio, Sobreviví al reconocimiento, Sobreviví a la ambición, Sobreviví al amor, Sobreviví al desamor, Sobreviví al fuego, Sobreviví a las noches en blanco, Sobreviví al desfase desmedido, Sobreviví a ser padre, Sobreviví al esfuerzo máximo, Sobreviví a la decepción, Sobreviví a las mentiras, Sobreviví a mis mentiras, Sobreviví a mis errores, aprendí, Sobreviví a los ...

Se nos está yendo la pinza

N o soy periodista. Tampoco soy político. L@s que me conocéis sabéis que sí soy “revolucionario”. No me gusta eso de “siempre se ha hecho así”. Como dice mi padre, soy el abogado de las “causas pobres” o de las “causas perdidas”. Y durante muuuuchos años estuve muy activo a través de ONGs u organizaciones estudiantiles en todos los temas de igualdad. Participé en aquella “movida” que se montó en los 90 para reclamar una igualdad real de derechos entre hombres y mujeres y también para el colectivo LGTBI. En las concentraciones que hacíamos en la Puerta del Sol de Madrid un viernes de cada mes, nunca vi a ningun@ de los políticos que hoy posturean tanto de feminismo. Ni tampoco a es@s tuiter@s que se creen que lo han inventado ell@s. Lo que os quiero decir es que no soy “sospechoso” de no creer en ello y haberme implicado, con un alto coste personal. Hoy lo hago desde otro punto de vista, ayudando a emprendedores y a emprendedoras a desarrollar sus proyectos (me da igual si son chico...