El bien y el mal...
Es mucho más fácil ver la paja en ojo ajeno que el elefante en el propio.
Esto es muy viejo. Se nos da fenomenal ver los defectos de los demás mientras
que los nuestros…
Y la verdad es que es un poco incoherente porque cuando nos
da por auto mirarnos solemos ser los peores jueces de nosotros mismos.
Os voy a contar un cuento (no se de quien es, que me perdone su autor por
no nombrarle, pero desconozco su origen).
Había una vez un alumno que le preguntó a su maestro qué siguiente lección
podía aprender. El maestro le dijo que ya le había enseñado todo lo que sabía.
Le aconsejó que fuera al bosque y se mezclara con la naturaleza. Que escuchara
sus sonidos.
El alumno lo hizo y después de pasar un día entero sentado junto al lago
volvió frustrado. El maestro le preguntó que había escuchado y el alumno dijo
que el sonido del viento, el cantar de los pájaros, los animales que se
aproximaban a él… El maestro le reprendió severamente diciendo, escuchaste mal.
Vuelve y escucha con todos tus sentidos.
El alumno volvió, pasó otro día junto al lago y esta vez abrió todos sus
sentidos, no sólo el oído. Y entonces entendió. Cuando regresó le contó a su
maestro que había escuchado el abrirse de las flores con la entrada de la
primavera, la organización del ejército de hormigas que se acopiaban de provisiones,
la seducción entre animales, el fluir de las gotas de agua, los rayos de sol
abrasando sobre las hojas secas…
Eso nos pasa a nosotros. No nos escuchamos y enseguida juzgamos. Nuestras
ideas preconcebidas, por motivos culturales, religiosos, políticos o la propia
experiencia hacen que decidamos de antemano “qué es el bien y qué es el mal”.
De acuerdo a nuestros propios ojos, a nuestra propia mirada decidimos cual es
la verdad y aquello que se sale de “nuestra verdad”, obviamente está mal.
No nos gusta que nos cuestionen nuestra verdad o que nos abran los sentidos
a otras verdades distintas. No nos gusta ceder ni que nos quiten a razón. No
nos gusta perder, pero no es por eso sólo. Hay orgullo y hay ganas de decirle
al otro que somos “más listos” pero no es eso sólo. Es porque pensamos que
nuestras convicciones son las válidas y las del resto no. A veces, y llevado al
extremo, se llama intolerancia.
Y esto no es malo si no es en ese extremo. No es malo tener convicciones,
principios, creencias… y defenderlas. Además tenemos normas establecidas para
vivir en comunidad. Para nada es malo atenerse a las reglas que nos damos o
aferrarse a nuestras convicciones. No critico eso.
Lo que no me gusta es que no seamos capaces de entender que puede haber
otras formas de mirar, otros sentidos a utilizar cuando juzgamos algo o a
alguien.
Si lo juzgamos bajo nuestro propio prisma, probablemente no
entenderemos los por qué, ni tampoco daremos opción a ello. Si lo juzgamos bajo
el prisma de la otra persona o el del jefe o el de la pareja o el del otro
partido (aplicarlo a lo que queráis) entonces tendremos opción de entender las
razones, lo que no significa que estemos de acuerdo, pero sí quizás el que
dejemos de demonizar las opiniones distintas de los demás.
Todo depende del color del cristal con que se mire. Deberíamos abrir los
sentidos y escucharnos más con todo. No sentenciemos tan rápido lo que pensamos
que está bien o está mal si no somos capaces de mirarlo con un cristal distinto
al nuestro.
Cuando uno hace ese ejercicio descubre la otra mitad del mundo. El sonido
de las gotas de agua fluyendo en el lago o el abrirse de la flor. Es
necesario cambiar el enfoque y abrir la mente.
Si, ya se la excusa de much@s. Que no se puede. Ya, ya. No se puede y
además no queremos mirarlo de otra forma porque el resto del mundo es el que se
equivoca. Ni beneficio de la duda ni nada. Nadie me va a decir a mí que estoy
equivocado. Claro.
Si lo hacemos así, además de sufrir bastante, nunca cambiaremos el mundo en
el que vivimos. No mejoraremos como sociedad, por mucho que nos lamentemos de
terribles accidentes de inmigrantes y hagamos donaciones o comentarios entre nuestros amigos o colegas para que vean lo buenos que
somos.
El mundo se cambia desde nosotros mismos, primero abriendo los sentidos y
escuchando con todo, como aquel alumno, sin verdades absolutas, sin
inquisiciones, sin juicios injustos. Con eso probablemente no nos lamentaríamos
de las grandes desgracias que aparecen constantemente en informativos y demás.
No me digáis que no se puede, volver al bosque y escuchar y después ya hablamos….
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