David venció a Goliat

David venció a Goliat. Es la alegoría de La Biblia que describe como el “pequeño”, ayudado por la más firme fe en sus opciones (en este caso ni más ni menos que el propio Dios) es capaz de derrotar al gigante. Al imposible. Al invencible.

No es el único caso. Hazañas cuenta la Humanidad por millones, donde el pequeño liquida al grande. Tienen un nexo común, la determinación y la actitud de creer en lo que se hace.

Todas estas historias siempre dejan un vencedor y un vencido o “el bueno” y “el malo”. El débil es por defecto el bueno y el que contra todo pronóstico vence.
A mí me encanta leer y saber de todos estos hechos. Historia pura en muchos casos. Ejemplos de perseverancia y esfuerzo.

Pero muchas veces me pregunto si se podría haber arreglado de otra manera. En los casos de violencia es difícil. La violencia llama violencia y las espirales de odio que se generan son infinitas. Hay un ejemplo cercano en Medio Oriente.

Y sin embargo seguro que otra vía es posible. Claro, están los intereses que hay detrás de toda hazaña o todo conflicto. En los relatos alegóricos siempre son nobles esos intereses. En la vida real son un poco más materiales o relacionados con el poder.

Los intereses llevan muchas veces a que, el que se cree más fuerte, no quiera resolver el conflicto de una forma dialogada. El fuerte no dialoga, saca sus armas poderosas e intimida. Y si es necesario las utiliza. ¿Para qué ceder si se tiene la sartén por el mango? Puede hacer el paripé y ofrecer lo inaceptable o hacer la concesión más simple, pero es difícil que un “fuerte” mire de igual a igual a su oponente cuando sabe que tiene todas las de ganar.

El débil vive del victimismo muchas veces. La actitud prepotente del fuerte alimenta ese discurso. Ese discurso que a veces lleva al extremo para erigirse en mártir. Es la forma de ganar adeptos. Cuantos más adeptos mejor, porque comprende que con unión hay más fuerza. Esos adeptos se ciegan del discurso y se cierran en él, no queriendo ver más allá. La unión le convierte en fuerte, la fuerza en poderoso y luego se le olvida de donde viene…y volvemos a empezar.

Y nos encontramos con que débiles reconvertidos en fuertes y los fuertes no se ponen de acuerdo.

Ambos se comportan prepotentemente, cerrados en sus principios y amparados en la masa que les ha elevado o en sus armas poderosas de intimidación. Es cuestión de recursos…

El caso es que fuertes y débiles o fuertes y débiles que se vuelven fuertes no quieren ver que la única manera de avanzar no es pegarse y guerrear hasta el infinito. Los fans de unos y otros tampoco lo verán si los líderes no quieren que lo vean. Pero se les escapa, conscientemente, que la fuerza total sería mayor si se entendieran. Si hablaran. Si cedieran. Si compartieran…

Quizás lo de David y Goliat era inevitable. Evitó un baño de sangre, aunque quizás se podía haber evitado la del perdedor también. Era difícil ceder. Sobre todo por una de las partes… ¿o no?. ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera guerreado con los filisteos?

Ayer hubo elecciones en mi país. Eran elecciones locales y regionales, no presidenciales. Pero puso en evidencia que los fuertes, aunque siguen siendo fuertes ya no lo son tanto, y los débiles se han fortalecido. Muchos lo comparan con David haciendo tambalear a Goliat. Ya sabéis, de guerra va la cosa.

Pero ahora les toca hablar. Dejarse de discursos soberbios o victimistas unos y otros y hablar. Y si es necesario apaciguar a sus fans. Ahora hay una responsabilidad muy grande detrás y no vale con teoremas. Sólo es posible con hechos y los hechos pasan por el diálogo.

Ni unos ni otros deben olvidar que esto no es un David y Goliat. No hay que tumbar a un “enemigo” ancestral ni alimentar ningún odio. No hay guerra. Hay compañeros de viaje que piensan distinto y que como comparten el mismo vagón tendrán que ponerse de acuerdo en la hora a la que se apaga la luz para ir a dormir. O el orden de uso del baño.

Detrás de todos los vencedores (es curioso que todos ganan) electorales hay votos, hay personas. Esas personas conceden una confianza y delegan una responsabilidad. Pero dentro de esa responsabilidad no está el imponer por mis coj**es, sino que está el dialogar. Las imposiciones ya sabemos dónde llevan...

Yo espero que una vez ha hablado la gente, todos de forma respetable (aunque tengo una mención especial para 10 millones de personas), toque trabajar y trabajar y trabajar. Escuchar, escuchar y escuchar y ceder, ceder y ceder. No sigamos en el mundo de dos bandos irreconciliables. Eso no ayudará a nuestros hijos en el futuro. Mejor unidos.

Y sí, tengo una mención especial para el 35% del censo que no fue a las urnas. Debe ser que no les interesa lo que pasa. Es respetable y es un derecho sí, pero no me parece ético con tanta gente estando como está. Si no les gusta nadie que voten en blanco, pero que voten. Estoy seguro que a muchos de esos 10 millones los veo pasearse por redes sociales quejándose de todo constantemente, pero cuando toca responder con hechos y decir aquí estoy yo, se quedan en el sofá.

Repito, es un derecho, como por ejemplo tener dinero en Suiza también lo es o el tributar en una sicav o el trabajar de consultor siendo diputado. Todo es legal, pero, perdonarme los que pasasteis del tema ayer, desde mi punto de vista, no es ético.

Acabo. David venció a Goliat y quizás era el relato necesario para lo que vino después. ¿Pero cuántos conflictos se podrían haber evitado dialogando? Ahora toca hablar. Por favor no empecéis unos y otros a enarbolar las banderas de la verdad absoluta.


Un consejo….escuchémonos más

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