25 años de nada
Cuando uno ve a sus compañeros de cole después de 25 años
es como ver a un familiar querido con el que hace tiempo que no tienes contacto.
Es curioso pero los malos recuerdos desaparecen y los momentos dolorosos se
convierten en divertidas anécdotas. Los años de vivencias comunes, alegrías,
penas, etc, pueden con todo y sólo existen personas con un cariño especial unas
a otras. Las emociones, sin saber muy bien por qué, afloran y se
convierte en mágico.
Así me siento yo hoy, 25 años después de ver a personas con las que compartí otros 7 años de mi vida. Personas que conocí cuando tenía más o menos la edad de mi hijo y perdí la pista cuando empecé con la Universidad. 25 años después uno entiende el por qué esas personas pasaron por su vida y por qué muchas de ellas serán para siempre.
Como dice la canción, es bueno echar la vista atrás a veces, y comprender que lo que somos hoy es fruto de lo que fuimos ayer y de las barreras que vencimos. Si no hubiera pasado por donde pasé, no sería como soy. Sería distinto, lo cual tendrá su parte buena y su parte mala, pero diferente.
En ese camino hubo personas que me enseñaron muchas cosas sin darme cuenta. De las que aprendí sin saber que lo hacía y de las que entendí que hay valores que son irrenunciables. No sólo personas, sino colectivos que se encargaron de incrustarlo bien dentro de mí. Faltaba perspectiva para entenderlo en su momento. Hoy, más que nunca, lo veo cristalino.
Podría hacer interminable esto recordando y recordando.
Que si Italia, que si Segóbriga, que si los motes de unos y de otros, que si el
profe que tiraba tizas, o la que hacía ruiditos o el que de vez en cuando se
pegaba la gran frase mítica. Recuerdo a alguno que las iba apuntando y a final
de curso las leíamos, sacadas de contexto, y no parábamos de reír.
Pero eso, que siempre quedará en la memoria del corazón, es
mínimo comparado con el orgullo de pertenencia a un mismo colectivo, el de
tanta gente maravillosa que tenía al lado y que el tiempo coloca en su lugar.
No puedo dejar de mencionar, porque sería muy injusto, a
nuestras amigas “Las Teresianas”. Como cualquier comunidad, y sobre todo
relacionada con religión, tiene sus benefactores y sus detractores. Hubo muchas
cosas que seguramente no nos gustaron a más de uno. Pero en mi caso, son
mínimas comparadas con las miles de cosas que me dieron. Sobre todo una que me
grabaron a fuego, el amor a las personas, muy cursi en su momento pero vital
cuando uno se va haciendo mayor.
Si os confieso la verdad no sabía qué me iba a encontrar en
un encuentro de 25 años después. Tenía mis reservas y mucha curiosidad. Que si
cómo estará Pepito o Pepita que si cómo le irá a vida a unos y a otras, que si
qué será de las profes aquellas que nos daban tanto “miedito”. Pues chic@s, mis
dudas se fueron en cero coma. Los tres primeros saludos lo vi claro, había sido
un acierto.
Mil gracias a mis compis de hace 25 años. Mil gracias por
la alegría y por lo que me enseñasteis, por los momentos buenos y por los no
tan buenos y sobre todo mil gracias por vuestro cariño. Ayer me sentí en
familia.
Y como en todo colectivo hay líderes. Hay líderes que son
muy visibles y otros que lo son haciendo y haciendo y no dejando de hacer.
Gracias a todos los que organizasteis el sarao. Seguís siendo unos cracks, es
vuestro sino.
Espero que no pasen otros 25 años, y lo convirtamos en
rutina.
GRACIAS
#impossibleisnothing
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