Gira mundo, gira

No para. La Tierra es ese Planeta que da vueltas alrededor del sol, que gira sobre su propio eje y que nunca se para. Es este lugar en que habitamos, de bienestar para una parte e infernal para otra. La vida, ese gran regalo, se desarrolla en él.

Y sin embargo se mueve. Ya lo decía Galileo. Se mueve. Casi de 7.500 millones de personas lo hacemos girar. Cada una de esas gotas en el inmenso Océano con sus preocupaciones, sus inquietudes, sus necesidades, sus sueños… Ninguno es más o menos importante que otro. Para cada uno, sin embargo, lo suyo es lo innegociable.

Vivimos en comunidades. El hecho de nacer en una u otra condiciona tu vida. La puede hacer muy “fácil” o tremendamente difícil. Nacemos iguales pero no en las mismas circunstancias. Unas comunidades “someten” a otras, directa o indirectamente, con sables o con billetes verdes, da igual, el hecho es el hecho y siempre ha sido así.

Gran parte de ese inmenso Océano asume su condición. Desarrolla su vida de la mejor manera posible dada sus circunstancias, tratando de ser feliz y dar felicidad a los suyos.

Las comunidades se organizan de la manera que entienden más justa y eficiente. Los modelos se alternan en el paso del tiempo pero ninguno es capaz de acabar con un problema creciente, la desigualdad. Desigualdad en el sentido amplio de la palabra. Desigualdad económica, de oportunidades, de derechos fundamentales…

El Globo no entiendo de grandes fechas. No va a parar un 14 de julio, un 12 de octubre o un 6 de agosto. No entiende de acontecimientos únicos y de gran repercusión. The show must go on.

Sigue girando. Ya puede ser un conflicto, el asesinato de un archiduque, el asalto a una prisión, la llegada a la luna, el éxodo de un pueblo o la salida de una unión económica. Incluso algo que nos roce más de cerca como el nacimiento de un hijo, la pérdida de un ser querido, el éxito profesional, la correspondencia del amor, la ruptura del amor…da igual. No se va a parar. Gira.

Y es que tendemos a pensar que somos el centro del universo, con la magia suficiente para poder detenerlo y hacer de nuestra historia la Historia. Pero no, ni siquiera para los que aparecen en los libros fue así. Muchos de ellos no tuvieron reconocimiento hasta siglos después de haber muerto y sin embargo las pasaron canutas en vida. Nadie es más importante que nadie.

Hay actos excepcionales y personas que nos inspiran, que demuestran que el ser Humano, sin poder parar el mundo, puede detener el tiempo un segundo e inmortalizarlo. Hay personas que nos dan la esperanza para creer que en el fondo, todos sabemos que somos iguales.

Se nos está yendo de las manos. Cada vez más individualistas y preguntándonos por “qué hay de lo mío”. Sin conciencias colectivas que entiendan que “lo mío” depende de lo del “de otro” no podemos avanzar. Podemos poner parches y tapar la gotera un rato, pero acabará inundando la casa.

Es el momento de más prosperidad y menos conflicto en la Historia de la Humanidad. Y sin embargo 1/3 del Planeta las pasan…putas. No caben excusas. No podemos esperar a que alguien pare el giro y lo arregle. No va a pasar. Lo tenemos que hacer en movimiento y depende de cada uno de nosotros.

Los refugiados, el hambre, la pobreza, el señor que duerme en cartones enfrente de casa. Todos ellos tienen su historia. Todos tienen las mismas necesidades y anhelos. No conozco ningún animal que no busque en algún momento la protección del otro y al que no reconforte su calor. Igual con esos seres humanos, como tú y como yo.

Es fácil decirlo desde la posición en la que estamos. Es fácil hablar de la lluvia bajo un paraguas o del calor con el aire acondicionado. Es fácil pensar en la dureza del desierto cuando se lleva agua suficiente y se va en una camioneta preparada. Es fácil hablar de la carencia de algo cuando se tiene. Lo difícil es hablar de ello cuando no se tiene.

Este mundo, tú mundo, mi mundo, debe ser capaz de generar oportunidades para todos.

El hecho de que una parte del Planeta viva sin la esperanza de un futuro tiene consecuencias desastrosas para todos. Surgen grandes focos de radicalización de todo tipo. Cultural, religiosa, económica, militar…que generan tensión y se convierten en espirales imparables.

Tenemos que darnos cuenta y hacer algo todos. Cada uno lo poquito que puede hacer. Respetarse unos a otros y otros a unos, escucharse, entenderse. Los muros podrán aislarnos un tiempo, pero no son sostenibles.

El ser humano es como es. Maravilloso y capaz de los actos más ruines al mismo tiempo. Como decía al principio, para cada uno de nosotros, nuestros problemas son los únicos importantes. Es el “yo” y “yo” y “yo” por delante de cualquier cosa. Hay pocas personas que realmente, altruistamente, nos enseñan que el “tú”, el “nosotros” el “todos” es tan importante como el “yo”. Seres únicos que cada vez escasean más.

Me diréis que nosotros no podemos hacer nada, y es mentira. No es sólo una cuestión de políticos e intereses de pastosos o multinacionales como es el discurso de los criticones de sofá. No. Es el problema de todos. Lo vemos en el día a día. Nos incumbe a todos. Nosotros podemos respetarnos en cosas muy sencillas y escucharnos. Ahí ya haremos un avance. Pero es que ni siquiera lo hacemos. Estamos en un mundo tan individualista que “paso” de los derechos del otro porque yo tengo “los míos”. Y si me pongo a 180 en una carretera o le pongo la música a tope a un vecino, “que se joda”.

Depende de nosotros. El camino a la igualdad es el respeto y la tolerancia. Saber que mis derechos y los del otro se solapan y debemos convivir.

Si no ponemos remedio a esta falta de civismo y humanidad que genera la desigualdad y lo hacemos desde la base, desde lo más simple, como la educación, a pequeña escala y a gran escala, los problemas del mundo actual se multiplicaran por 1000. Si no somos capaces de entendernos y entender a los demás, en un mundo de casi 7.500 millones de personas, nos acabará explotando.

Estamos a tiempo. Tiene solución. No esperemos a que se mueva el vecino, muévete antes y quizás así se mueva él.

#impossibleisnothing

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