El espíritu olímpico y las organizaciones
Durante más de 2 semanas hemos
tenido una maratón de Juegos Olímpicos. De Juegos y de acostarse tarde por su culpa, aunque ha merecido la pena.
Desde el minuto cero y durante los 16
días de duración del evento se han producido hechos que nos han ayudado a
entender la capacidad del ser humano de incluso serlo en algunas ocasiones.
Hay grandes hazañas y grandes
campeones que nos asombran. Se los venera y se les pone todo tipo de
calificativos. Pero sólo hay una medalla de oro y tres puestos de pódium. El
resto que compite y no gana medalla se va de vacío… ¿o no?
Aparte de los episodios de la Villa
Olímpica y los mitos sobre el consumo de condones, hay cantidad de historias
detrás de cada competición y cada deportista. Cantidad de sacrificios, de horas de entrenamiento,
de viajes, de convivencia con compañeros y compañeras. Todo con un mismo
objetivo, común en todos los deportistas, tanto individuales como de equipo.
El deporte nos deja escenas que
quedan para siempre en nuestra retina y que ensalzan el verdadero valor de este
evento. Existen unas muestras de deportividad que nos hacen emocionarnos y
creer que, de verdad, el hombre es bueno por naturaleza. Es lo que se nos queda
en la memoria colectiva, siempre por delante de tramposos o marrulleros de los
que no recordamos sus nombres 5 minutos después de ser descubiertos.
Me gusta mucho el sentimiento de
todos a una, entendiendo cada uno, sobre todo en los deportes de equipo, su rol
y el servicio de todos a una causa mayor a un objetivo común que no se discute.
Hay cierto paralelismo con el mundo de
las organizaciones, de todo tipo. Es la responsabilidad de los líderes el
identificar el objetivo común y alinear a toda la organización en la
consecución del mismo. Da igual que sea de forma individual o colectiva, se
trata del objetivo de la organización, no de una persona o un grupo de
personas.
Por supuesto cada uno debe aceptar
su rol y debe haber una aspiración a superarse. La competición es siempre una
lucha contra uno mismo sobre todas las cosas. Por eso se exige la correcta
motivación de los entrenadores hacia sus pupilos para que se sientan
importantes y necesarios, desde el primero al último de un equipo o de una
delegación. Y eso exige conocer muy bien los recursos de los que dispone y
utilizarlos de la mejor manera posible en beneficio de todos, optimizando
esfuerzos. Sin que se generen pequeños grupos de interés o silos, sino todos juntos.
En la alta competición son los pequeños
detalles los que distinguen la medalla de oro del último clasificado. Todos son
muy buenos, por eso están ahí y todos merecen un reconocimiento como la copa de
un pino pero los que acaban triunfando de cara al exterior son los que van un
pasito más allá y fundamentalmente es más mental que físico. Es la cabeza y el
corazón los que nos mueven y los que dan ese extra que distingue a los grandes.
En un Tie Break, después de 3 horas
de partido, los dos jugadores están cansados y sienten presión, sólo el que
está más fuerte mentalmente y cree de verdad en la victoria se lleva la
medalla. En una organización también. Sólo aquellas organizaciones cuyos
miembros estén totalmente alineados y comprometidos, porque se sienten útiles,
son capaces de batir a sus competidores. Creer es un 50% de la victoria, el
esfuerzo, sacrificio, trabajo y perseverancia el otro 50%.
No se trata tanto de métricas y de cumplimiento de objetivos cuantitativos, que por supuesto
también, sino que se trata primero de batir al resto en lo cualitativo, en la
necesidad imperiosa de querer pertenecer a una organización porque nos motiva,
nos reta, nos divierte y después viene el sacrificio y el trabajo duro para
conseguir esas metas cuantitativas. Pero ojo, sin lo primero no hay lo segundo.
Como en todas las disciplinas
deportivas hay miembros de una delegación que pretenden vivir del cuento o que
hacen trampas. En todas las organizaciones hay “trepas”, pero esos caen por si
solos. No son sostenibles en el tiempo, la propia competición, como por ejemplo
en el atletismo, los pone en evidencia y los manda para casa. El otro caso, el
de los tramposos, es distinto. Una vez se identifican y se prueba lo que hay
que hacer es fulminarlos de la organización. Cualquier colectivo puede ser
dañado reputacionalmente por los actos de sus miembros (por ejemplo el equipo
de natación de USA) si no se toman medidas drásticas e inmediatas.
Yo creo que el Consejo de
Administración de empresa o el órgano que dirige una organización, la que sea,
debe fijarse primero esas metas y esos estímulos cualitativos y hacerlos
tangibles. Queda muy bonito la misión, la visión, la responsabilidad social y
todo esto pero hay que hacerlo tangible y darlo a conocer. Sus miembros tienen
que sentirlo. Las organizaciones no deben avergonzarse de las cosas que hacen
bien y deben decirlas, al igual que decir las que hacen mal y transparentarlas
claramente a sus miembros, para que se puedan mejorar. No todo puede ser
perfecto como pasa en los partidos políticos la noche electoral, en el que todos
ganan. Es necesario ser transparentes con la gente porque en ello está la
fuerza de la organización. La comunicación es el alma de un colectivo.
Lo que distingue a grandes genios
del deporte, tanto en su faceta de jugador como de entrenador es ser coherente
con sus ideas y al mismo tiempo estar abierto a cambios, porque el entorno
cambia. Uno puede tener una filosofía (Cruyff) y morir con ella pero a medida
que transcurre la competición hay cambios en el entorno que no se esperan y hay
que ser capaz de identificarlo y tomar ventaja de ellos, respetando esa forma
de verlo, sin desvirtuarla, pero adaptándose a las nuevas circunstancias. Sólo
quien se adapta, manteniendo su ADN y valores puede ser sostenible en el
tiempo.
Y por último un equipo o una
delegación no son sólo los deportistas. Hay multitud de personas (médicos,
masajistas, cocineros, utilleros, delegados, etc) que son indispensables para ganar. En un
equipo eso debe ser transparente y los procesos para acceder a esos servicios que nos brindan deben ser claros. En las
organizaciones también. Cuando se forma una maraña gris en torno a estos
puestos necesarios, de corte más “administrativo”, se generan nebulosas y todo se vuelve oscuro. Hay organizaciones e incluso ha habido imperios que se fueron al
traste por este sobredimensionamiento de marañas y nebulosas.
Burocracia la
justa y siendo sencillo, flexible, hábil…
Lo importante siempre es lo que no
se ve. Lo que se siente, lo que realmente hace que uno sea un campeón o se
quede sin medalla. Cada uno elige y luego se pone a currar como una bestia para
conseguirlo. El final del camino se llama conseguir el sueño y depende de
nosotros.
#impossibleisnothing
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