La libertad de expresión...y sus límites (que los tiene)
La
libertad de expresión es un derecho fundamental que recogen todas las Cartas
Magnas de los países democráticos del mundo. Es un derecho innegociable, uno de
los pilares de la democracia. Sin libertad de expresión las sociedades no
avanzan y las tiranías no desaparecen.
Es
un derecho que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. Si hace unos siglos
la libertad de expresión se centraba en que clases no nobles tuvieran voz e
incluso voto en decisiones que les afectaban sobre todo a ellos, hoy es un
derecho que tiene múltiples “canales de distribución” y ya no sólo es el que
una clase social tenga capacidad de alzar la voz, que afortunadamente está
bastante superado en casi todo el mundo, sino que tiene derivadas fruto de la
evolución de la sociedad.
Es
por ello por lo que ahora hablamos de libertad de expresión en la política,
pero también en los medios, en la economía y en algo muy actual, las redes
sociales.
La
libertad de expresión abarca tanto bosque ahora que ya no se limita a un entorno
cerrado, sino que se abre a un mar infinito. Y esto es una ventaja, bien
entendido, pero también un problema cuando transgrede otros derechos igual de
fundamentales e importantes, como la dignidad y el honor de las personas. Y ahí
puede haber conflicto.
Creo
que es de sentido común, que la libertad de expresión tenga unos límites en la
frontera en que transgrede otros derechos tan importantes como ese. Es de
sentido común que el respeto sea parte de esa libertad de expresión y no solamente
sea hasta donde puedo llegar, sino como debo llegar, sin lesionar el
mencionado derecho al honor.
A
ver si me entendéis bien la comparativa, un caso figurado y que evidentemente
es todo inventado. Sólo es la exageración de una realidad, para que se
entienda. Si un día un medio con mucha repercusión, pongamos un periódico de
tirada nacional o una tele o una radio, difundiera que el Presidente del
Gobierno o el Jefe de la Oposición o el Jefe del Estado es homosexual (cosa que
no debería ser noticia y no tener importancia, pero que, en nuestra sociedad,
afortunadamente cada vez menos, la tiene), tendría una enorme repercusión en
sectores de la población más conservadores. Podría incluso hacerle perder unas
elecciones a uno o tener que abdicar a otro.
Repito
que es una exageración, un caso figurado, y no se debería discriminar en ningún
caso por ello, pero tendría repercusión. Sobre todo, y aquí el meollo de la
cuestión, si fuera falso y no contrastado pero algún medio irresponsable (que
los hay) lo hubiera publicado para ganar audiencia.
La
libertad de prensa, amparada en la libertad de expresión, es esencial en la
democracia, pero tiene que limitarse a que sean “noticias” (el caso de ser
homosexual no debería ser noticia) contrastadas y que no transgredan la
dignidad de las personas.
Hoy
día en las redes sociales hay millones de ejemplos de todo esto. Se hacen “juicios
mediáticos instantáneos” a personas por tener una opinión y expresarla con
respeto y luego esos mismos que hacen ese juicio reclaman la libertad de
expresión para ellos. La verdad es que me cabrea mucho esa hipocresía de los
falsos tolerantes.
Ojo con los casos de juicios mediáticos en los que se "condena" a alguien, se le "tortura" públicamente y luego resulta que es inocente. Se le destroza la vida "gratis".
Por
desgracias en los últimos tiempos estamos llenos de casos preocupante. Se alude a la
libertad de expresión para que otros manifiesten lo que a mí me mola, pero si
es lo que no me mola entonces son unos tal o unos cual.
Y
digo yo, ¿quién y cómo “controla” esa libertad de expresión? ¿Cómo le ponemos
las barreras al campo? De nuevo el sentido común y educar en unos valores desde
pequeñitos. Este debate sobre si esto sí vale y esto no vale no lo tendríamos
si desde niños aprendiéramos a discutir sin necesidad de sobrepasar
determinados límites. Todos, en todos los estamentos de la sociedad.
Sería
mucho más sencillo el que esos códigos éticos de respeto y tolerancia real
vinieran de serie, enseñados y ejemplarizados desde que tenemos uso de razón.
Eso nos haría realmente una sociedad moderna. Hablar de todo, sin miedo, pero
con respeto, sin lesionar al otro en ningún sentido. Y luego decidir, con votos
o con los mecanismos que acordáramos, pero hacerlo de una manera abierta y
transparente.
Yo
creo que esto es posible. Es un cambio que llevaría generaciones, pero es
posible y positivo para todos. ¿Por qué no?
Por
supuesto no dejaría contento a todo el mundo una propuesta así, y habría que
regular y establecer mecanismos para que situaciones que lesionan la dignidad
de las personas sean juzgadas y resueltas lo más rápido posible. No puede
consentirse que las redes sociales sea el campo en el que todo vale y hago y
digo lo que después jamás me atrevería en el cara a cara.
O,
aunque me atreviera a decir aquello que pisa otros derechos igual de importantes. Los
bromistas de los atentados no lo serían tanto si las víctimas fueran sus hijos
en vez de gente anónima. Ya no sería tan gracioso. Pedirían el amparo del
respeto que ellos y ellas no tienen.
Creo
que es muy sano reírse con el otro y hacer bromas y el cachondeo que tanto nos
gusta en España, pero no es sano reírse del otro, sin su complicidad y menos
sobre temas que son graves. No tiene ni p**a gracia, la verdad.
Educación,
ejemplo y regulación para que la libertad de expresión sea realmente un derecho
igual para todos, no sólo para el que le interesa cuando le interesa y cómo le
interesa.
Para
mí, el límite de la libertad de expresión se puede conocer muy fácil. Poneros
en los pies del otro y pensar si eso que estáis diciendo os ofendería o no. Si
es algo que no me gustaría que me hicieran a mí, entonces, no lo hagas.
De Perogrullo,
pero sucede.
Creo
que la tecnología nos da herramientas preciosas para empatizar más con el otro
y entenderlo. Nos permite compartir una misma emoción y seguro que nos permite
hacerlo con todo el respeto, diciendo lo que queremos decir, pero sin herir.
Pues
hagámoslo, por favor.
#impossibleisnothing
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