Esta es mi generación
A
mi generación se la llamó Generación X. Somos los hijos de la Democracia, somos aquellos nacidos en los 70. Vivimos, pero no lo recordamos, los acontecimientos
políticos más importantes de nuestro país desde la cruel Guerra Civil. Algunos tenemos
un vago recuerdo del 23F y de los dibujos animados de aquella noche. Ninguno
entendíamos en aquel momento que los acontecimientos de esa década
posibilitaron que seamos lo que somos hoy, ciudadanos de un país libre, con
recorrido de mejora, pero en el que podemos fraguarnos un futuro y ser personas
plenas.
Soy
hijo de la EGB, del baby boom y de los "numerus clausus” para entrar en la
facultad. En mi tiempo me costó un 7,1 de nota media el acceso a Empresariales en la “Complu”.
Para Aeronáuticos o Teleco rondaba el 9. Matemáticas e Informática eran “marías” sin salida.
Hoy son la base del mundo algorítmico que facilita nuestras vidas.
Soy
hijo de los partidos de fútbol chapa, de jugar a las canicas, al churro al
rescate y de ir con un balón a todas partes. Conocí el VHF y la tele en blanco y
negro. Era emocionante sentarse delante de la tele todos juntos para ver el
1,2,3… También conocí los recreativos y fui afortunado de tener un Spectrum.
Mi
música es la de los 90. Por tanto, soy heredero del Dance, Pop, Heavy… No
disfruté la música en vivo de los 80 pero sonaba en mi época como himnos de, aquellos que se atrevieron a romper esquemas unos años antes. Por supuesto pleno respeto
y admiración, aunque alguno se pasó de vueltas con lo que rodeaba a aquella
explosión de vida sin tabúes.
Mis
viajes familiares eran en un R-18 “ranchera” en el que iba en el maletero,
junto con el cargamento de maletas y el perro. Los atascos eran atascos y la
alternativa era un tren que tardaba el doble. El avión era un lujo inalcanzable
y los viajes eran una aventura arriesgada.
Fumar
y tomar “pirulas” era la moda nocturna. Mucha gente se quedó por el camino por
esa lacra. La apertura trajo descontrol, de una minoría, pero contagioso.
Afortunadamente la educación de nuestros padres nos salvó. La cabeza se impuso,
y muchos de nosotros entendimos entonces el valor de lo construido por nuestros
antepasados.
Nuestro
país, en un momento en que todavía había algunos políticos que miraban por el bien común, nos facilitó que pudiéramos estudiar, incluso con pocos recursos. El
sentido de construcción de algo nuevo que tenían nuestros padres y abuelos nos
convirtió en personas capaz de convivir con los demás, escucharlos, quererlos aun
no estando de acuerdo con ellos y nunca cerrarse en banda. La deuda con
ellos es infinita. Con mucho esfuerzo y tragándose sapos y culebras más de una vez, nos dieron herramientas para sustituir la diferencia por la tolerancia, el odio por el respeto y la discrepancia por la aceptación. Y os digo una cosa, jamás se quejaron en
una red social.
Somos
la generación X. Los cuarentones de hoy, que ahora entendemos el excesivo
cuidado que tenían nuestras madres con nosotros, repitiendo 30 veces lo mismo
con paciencia oriental. Esas madres que te preguntaban si querías más después de haberte comido dos platos de cocido y contestaras lo que contestaras te llovía otro cazo.
Somos los que nos toca poner la velocidad de crucero y hacer
que todo el entorno se mueva con nosotros. Somos el espejo de los pequeños y la
esperanza de los mayores. Hoy nos toca a nosotros seguir aquello que iniciaron los
que nos enseñaron a caminar por este maravilloso planeta. Y tenemos una misión: mejorarlo.
Somos
responsables de ser ejemplo para los que vienen. Detrás hay una generación, los
famosos “millenials”, maravillosa. Preparada, inquieta, implicada, con ideas
claras y con la precipitación de su edad. Necesitamos entenderlos y que nos
entiendan. Necesitamos que no se rindan cuando viene tormenta y que sean
capaces de reaccionar, no sólo tumbados en un sofá protestando por todo en una
red social, sino moviendo el culo. Afortunadamente la mayoría lo hace, les
queda contagiar a unos pocos. Tenemos que "engancharlos" y confiar. Acompañarles y transformarnos con ellos. Si sólo los vemos como "los niños caprichosos del botellón" nos estamos perdiendo a la generación que puede cambiar, a mejor, los paradigmas que nos impiden avanzar más. Hay que escucharles.
Asistimos
a la mayor revolución tecnológica de la Historia de la Humanidad. Probablemente no conlleve, de momento, implicaciones geopolíticas que tuvieron las Revoluciones Industriales ni la repercusión social de aquellas, pero sí trae una apertura de oportunidades
en el medio plazo que nos es difícil imaginar. La tecnología es un aliado, debe
serlo, un aliado fiel que hemos de saber gestionar. Si lo hacemos sin
convertirlo en un arma de doble filo, daremos un paso de gigante en nuestra
vida de comunidad.
Tenemos
las condiciones ambientales, la materia prima, el ecosistema necesario y el
aprendizaje de décadas para construir una sociedad mejor. Cada generación es
necesaria y debe estar motivada. No podemos tener jóvenes con la luz apagada ni
mayores sin ganas de disfrutar lo conseguido. Nuestro deber es ser conductores
de alegría, de esperanza, de paz…de amor.
El
ser humano lo es porque duda. Si no lo hiciéramos nunca hubiéramos llegado
hasta aquí. A pesar del avance como sociedad e individuos que forman parte de
ella en los últimos 40 años, hemos de continuar mejorando y preguntándonos el
por qué. En los momentos de bloqueo sólo cabe determinación. Hay que pararse a
pensar en lo que aprendimos de los que vinieron antes y como nos empujaron para
llegar hasta aquí, y hacerlo. No vale con utilizar las nuevas armas protesta
que son las redes sociales. Hay que hacer, sí, hacer. Tomar decisiones y ejecutarlas. Una
sociedad como la nuestra no puede permitirse bloqueos mentales ni parálisis por
contagio. Las nuevas generaciones deben grabárselo a fuego, las vidas son
hechos… ¡hechos!
Cuando
se pierde la esperanza llega el momento de coger aire y reconstruir. La envidia, la desconfianza, la
tristeza, la desesperación…no ayudan. No llegamos hasta aquí sin haber
regateado todo eso más de una vez. No deberíamos pararnos en ello como un
callejón sin salida ahora. Estamos en el momento de acelerar, de transformar la
sociedad y mejorarla, sin complejos, con respeto, en paz…Hay que tener altura
de miras y no altura de egos. Estamos en la mejor casilla del tablero que hemos
estado nunca. Podemos hacerlo.
Esta
es mi generación. Es la que no quiero ver lamentándose. La que quiero que sea
ejemplo y que luche, que nunca se rinda. La que transmita valores, la que
transmita que para vencernos hay que sufrir mucho. La que se lo cree y la que
lo hace, sin necesidad de tertulianos de sofá.
Esa
es mi generación. Sé que sigue ahí… ¡a numerarse!
#impossibleisnothing
Comentarios
Publicar un comentario