Ellas: Las guerreras anónimas del día a día
Las
mujeres son unas guerreras. Sin excepción. No tengo ninguna duda. Durante más
de 40 siglos de Historia han tenido un papel “secundario” y muy limitado a los
caprichos del hombre de turno. Salvo casos contados, no ha habido posibilidad
de rebeldía y el ser más determinante de la creación, nuestras madres, han
tenido que soportar la oscuridad varios milenios.
Es
obvio que hay diferencias físicas entre un hombre y una mujer. Es obvio también
que las hay antropológicas, quizás condicionadas por las primeras y por el
nacimiento de la vida en comunidad. El macho primitivo era el cazador, dada su
mayor fuerza física, y la hembra era la que cuidaba los “cachorros” en la
cueva. Lo digo así porque esto venía de la etapa anterior, cuando el ser humano
estaba en proyecto y nuestros bisabuelos, los primates, ya tenían establecido
un “régimen” social que iba en esa línea.
Desde
mi punto de vista, el factor cultural ha influido decisivamente en el trato,
mayoritariamente machista, que el hombre ha dispensado a la mujer durante
siglos. Es cierto que ha ido evolucionando y que no ha sido así en todos los
casos. Quiero pensar que también ha habido mucho amor en millones de parejas
durante tantos siglos de Historia.
Afortunadamente
el papel social, político y laboral de la mujer ha ido ganando peso en los
últimos dos siglos, y fundamentalmente en los últimos 5 0 años. Me refiero desde
el punto de vista de su presencia y reconocimiento público. Por supuesto el
peso social de la mujer ha sido determinante. Sin ella no estaríamos ninguno
aquí.
Pero
en lo que se refiere a su cambio en el estatus quo de tener presencia en todos
los ámbitos que tradicionalmente ocupaba el hombre, es una conquista reciente, y a la que aún queda mucho
camino.
Hubo
grandes pioneras y ejemplos. Lejanos en el tiempo como Cleopatra, Juana de
Arco y englobados en esos dos últimos siglos como Marie Curie, Rosa Parks,
Frida Kahlo, Teresa de Calcuta, Cocó Chanel o Clara Campoamor. Todas ellas
reflejo de remar contra corriente en un mundo focalizado en los
hombres. GUERRERAS y ejemplos de dignidad.
Desde
los años 50 en Estados Unidos y gran parte de Europa, ha sido cada vez más
frecuente la integración de la mujer en el mundo académico y laboral. No sin superar
muchas barreras y resistencias al cambio por parte de hombres inseguros. Ha sido una labor dura y llevada a cabo con grandes dificultades, pero destinada al éxito. Hoy día, y aunque queda mucho por hacer, las mujeres, al menos en
Occidente, están plenamente integradas en esos ámbitos.
Sin
embargo, nunca fue fácil y sigue sin serlo. Porque a pesar de que ya se vea
como algo natural, sigue habiendo desigualdad de trato y extralimitación en
muchos casos. Ya hemos visto el del mundo del espectáculo con los movimientos
en Hollywood, pero no es el único. Hay muchas barreras que superar.
Las
mujeres son un motor de nuestra sociedad y son personas que
merecen todo el reconocimiento y admiración. La sociedad debe empujar para que
desaparezca cualquier discriminación de género, en el sentido que sea.
Además debemos huir de actitudes teatrales o de postureo que tan de moda están
hoy día. No ayudan. La igualdad, el reconocimiento, el acceso a las
oportunidades, etc debe ser a nivel personas, sin mirar, perdonarme la
expresión, sus órganos genitales.
En
esto probablemente discrepe con algun@ de vosotr@s pero lo tengo muy claro. El
primer paso es superar unas barreras sociales, culturales y de educación que
han estado minusvalorando a la mujer durante siglos y fomentando actitudes
machistas. Una vez superado eso, que creo que, aún con recorrido de mejora,
está bastante logrado hoy día en Occidente, las políticas sociales, educativas,
laborales, etc deben velar por la igualdad de oportunidades.
Por
eso, desde mi punto de vista sí debe haber discriminación salarial. Pero no por
ser hombre o mujer, sino por aportar más o menos valor al desarrollo de una
actividad profesional. Si la mujer aporta más, debe ganar más y viceversa.
Igualmente, con los puestos de responsabilidad. Entiendo las cuotas como una
manera de estimular la inclusión de la mujer en niveles de dirección, pero cuando eso ya pasa, creo que
es absurdo relegar de puestos directivos a personas válidas (hombres o mujeres)
por el hecho de cumplir unas cuotas. Se debe valorar la aportación de personas,
sin distinciones.
Por supuesto hay que ser razonables respecto del lenguaje y desmarcarse de los tertulianos de sofá y de twitter que sólo meten ruido
para esconder otros problemas o sus propias frustraciones. Está claro que el lenguaje es la evolución de un
contexto social y cultural durante siglos. No tendría sentido reescribir El
Quijote o Romeo y Julieta para ser más papistas que el Papa. En la Historia no
se puede dar marcha atrás.
Pero sí se puede fomentar la educación desde el punto de
vista no sexista, con las consecuencias que traiga. Las mencionadas arriba y la
del lenguaje si las hubiere. No empecemos a inventarnos vocablos para
llamar la atención. Una portavoz no es más portavoz por ser portavoza, como un
florista no es mejor profesional por ser floristo. Es absurdo. Construyamos a
futuro, con consenso, pero sin reinventar la rueda.
Insisto,
la igualdad de la mujer desde todos los puntos de vista (evidentemente hay
diferencias físicas que no se pueden igualar), es fundamental en la sociedad en
que vivimos. Y si no se produce y tenemos la injusticia delante de la cara, hay
que denunciarla. No podemos dejar pasar ni una. Los hombres tenemos mucha
responsabilidad en que esa igualdad se complete.
Pero
dicho esto, no seamos ingenuos. No queramos ver fantasmas donde no los hay ni
confundamos que dos personas se puedan enamorar con que una de ellas quiera
manipular. Hombre, seamos razonables y no “talibanes” del sexismo.
Yo
soy hombre y creo 100% en esa igualdad. Pero no creo ni que haga falta una
manifestación ni que haga falta separarnos en vagones o meternos en jaulas como
si fuéramos todos unos salidos. Creo que hay que usar la cabeza y sobre todo ir
a la raíz del tema: la educación.
La
educación es la piedra angular. Que durante siglos se haya relegado a la mujer
a ese segundo plano injusto y haya habido tanto machismo, es fruto de la
educación. Lo hemos vivido toda mi generación. Las abuelas se ponían “enfermas”
si veían al hombre pasar una fregona. Y eso era educación, de otro tiempo y en
unas situaciones muy difíciles, pero educación.
Aprovechemos
que hemos avanzado. Que hay muchas herramientas tecnológicas que nos ayudan y
sobre todo que la semilla ha germinado. EDUCACIÓN por favor. Y se educa en
casa, es ahí donde hay que dar ejemplo.
En la escuela y con los planes de estudios se debe impulsar que eso genere valores y conciencia social de que todas las
personas somos iguales, seamos como seamos. Pero lo esencial está en casa. Y
ahí las mujeres tenéis también una gran responsabilidad en transformar ese
legado cultural “machista” que en muchos casos nos transmitieron, incluso las
propias mujeres. El hijo pasa la fregona igual que la hija o la pareja y no
pasa nada, absolutamente nada.
No
quiero dejar de tocar un tema, el del acoso sexual y emocional. Afortunadamente
desde que hay democracia en España ha habido una mayor libertad sexual, huyendo
de tabús y explicando en la sociedad que esa libertad es parte de nuestra
naturaleza. Cada uno debe emplearla como crea conveniente, pero es uno o una
quien decide.
El
acoso surge cuando esas decisiones individuales no gustan a la otra parte y no
se asumen. Igualmente surge cuando se quiere hacer un “abuso de autoridad” o
cuando, en el extremo, unos cobardes resuelven a palos lo que no son capaces de
resolver emocionalmente. Es una lacra y como tal esa sociedad educada en
valores debe hacerlo desaparecer.
Es
inaceptable el observar esos abusos emocionales, abusos físicos, chantajes
laborales, etc y no actuar. Ojo, surgen en ambos sentidos, no lo olvidemos,
aunque en un inmenso porcentaje lo sufren más las mujeres.
Cuando
esto pasa, en el ámbito que sea y en el nivel que sea, si una persona, hombre o
mujer, se queda mirando para otro lado y no lo impide (si puede), lo denuncia o
lo informa se convierte en cómplice. Lo repito, si uno o una no denuncia las
situaciones machistas, objetivas, que pasan por delante de él o ella, es tan
culpable como quien las está haciendo. No podemos dejar solas a las personas a
las que otras arrancan su dignidad y a veces su vida mirando para otro lado por
“no meternos en líos”. NO PODEMOS.
La
educación debe atacar aquí también. Una sociedad con las ideas claras, donde se
entiende como natural que no haya distinciones de género y que nadie puede ser
dueño de la vida de nadie, ha de denunciar y no tener piedad con los casos en
que ve que eso pasa. Muchas veces la persona que lo sufre no puede hacerlo
porque pone en riesgo su vida o la de sus hijos, tampoco lo hace el vecino por
el mismo motivo o el currito que ve el chantaje del jefe por miedo a
represalias, pero sí puede hacerlo toda la calle o toda la empresa. No se puede
mirar para otro lado y que esto aflore a los 20 años, cuando por otro lado le
ha venido bien a mucha gente y le ha destrozado la vida a otra. Insisto, quien
mira hacia otro lado es cómplice y merece mí mismo desprecio.
Dejémonos
de postureos y pongámonos todos a trabajar para que en la educación de nuestros
hijos y en las “costumbres” sociales desaparezcan estas desigualdades.
Olvidémonos del género y pensemos en personas. Miremos su corazón, no su sexo.
Sólo educando e insistiendo sin desfallecer podremos cambiarlo.
Y
yo creo que se puede y está muy cerca de conseguirse.
#impossibleisnothing
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