La Huella Digital



No es nuevo. Todos dejamos rastro más o menos “cotilleable” por terceras personas. Esto es así desde el Neolítico, lo que pasa es que la capacidad de dejar “huella” ha ido cambiando con el tiempo.

Hasta hace poco era bastante limitada la manera de investigar a alguien. Era casi detectivesco o policial y los pocos que podían saber cosas de otra persona eran los más cercanos. No había altavoces públicos que nos mostraran las vergüenzas de nadie, salvo las revistas del corazón con los personajes de la farándula.

Pero hoy todos somos farándula y las redes sociales son las revistas del corazón. Nuestros “followers” son paparazis y el paraíso del curioso se ha democratizado. Además, hay personas con bastante tiempo libre cuyo “hobbie” es cotillear en los perfiles de los demás. Un nuevo estilo de vocación de Sherlock Holmes.

Y esto, que a priori tampoco debería ser un problema, puede darnos más de un disgusto. Todos podemos meter la pata con un tuit o un post en una red social y se puede liar parda. Incluso se puede malinterpretar o algún falso amigo puede sacarlo de contexto y poner a la opinión pública en contra. Vamos, que el mundo digital nos da una identidad digital con muchos beneficios, pero también una exposición alta a que los demás se encariñen con nuestra vida.

Por ello, a estas alturas de la película, hablamos de marca personal y de huella digital. Nuestro personaje público, que todo aquel que use redes sociales lo tiene, debe cuidar su marketing y sobre todo revisar bien aquello que se ha ido diciendo. Puede ser que un día uno opte a un puesto de trabajo “serio” o a un cargo público y algún adversario saque un tuit de los 20 mil publicados en los que dijera algún comentario irónico que se pueda sacar de contexto.

Incluso pueden sacar videos que en un determinado entorno pudieran ser considerados “chantaje” …Hay ejemplos muy cercanos.

No confundamos temas diametralmente claros, por ejemplo, es muy diferente el que yo hiciera un comentario directo y claro en twitter posicionándome a favor de algo moralmente criticable, de lo que sería un comentario irónico respondiendo a alguna noticia o debatiendo con otra persona. Todo sacado de contexto y con la distancia del tiempo, puede ser un arma muy peligrosa. Y hay personas que lo utilizan para desacreditar a otras.

Por ello la huella digital es importante que se construya sobre un personaje que sea realmente el nuestro. No queramos que nuestra identidad digital sea la de alguien muy guay que no somos, mejor ser auténticos, honestos. Uno puede meter la pata en un momento dado con un comentario o se pueden malinterpretar algunas de las cosas que pueda decir, pero si hay una coherencia y una forma de ser, en definitiva, una marca personal consistente, no creo que se le pueda hacer mucho daño desacreditándolo.

Si por el contrario hay un personaje que cambia en función de con quien interactúa o de lo que le puede interesar en un momento dado, esa incoherencia puede generarle muchos quebraderos de cabeza.

Tener en cuenta que nuestros hijos, en su proceso de aprendizaje, absorben todo lo que hacen sus mayores. La educación depende en un 99% del ejemplo de sus padres y si nos ven constantemente enganchados a redes sociales, quejándonos de todo, reivindicando un personaje que no somos, o simplemente subiendo cosas que no nos gustaría que ellos subieran, luego no nos escandalicemos cuando quieran imitarlo. Y no será culpa de otro, será consecuencia de lo que ven que hacemos.

Estamos en la “primera generación” de usuarios “sociales”. Pero empieza la segunda. Lo que un día dejamos ahí, que nos parecía gracioso o subidito de tono, mañana lo pueden ver los que vienen detrás. Y nos preguntarán. Por eso es importante cuidar esa huella digital. Insisto que siendo uno mismo es el mejor camino, no se engaña a nadie.

Las redes sociales generan otro fenómeno relativamente nuevo: “los influencers”. Surgen personajes con gran capacidad de arrastre y que se convierten en líderes de opinión. Algunos en el puro marketing, pero otros con ideas que calan en sus seguidores. Es una buena noticia que se democratice la capacidad de generar líderes de opinión. No es tan buena cuando no hay unos mínimos de valores, respeto, coherencia detrás.

Es necesario que además de una regulación clara haya una educación obligatoria desde pequeñitos en el manejo de estas nuevas habilidades sociales, con unas pautas mínimas que se deben conocer. La libertad de expresión es un derecho, pero no sólo de quien habla, también de quien escucha, que tiene su dignidad, honor, etc. No todo vale.

Repito y me posiciono: No todo vale. La legislación ha de encontrar el punto de equilibrio entre poder expresarse (siempre con respeto) y la defensa de la dignidad de los ciudadanos.

Hay mucho por hacer y estamos al principio de una era nueva. Depende de nosotros que nuestra huella sea recordada o seamos un exaltado más que busca su minuto de gloria.

Yo creo en construir. ¿Te apuntas?

#impossibleisnothing

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