Tiempos duros

No soy un columnista de El Mundo o El País. No pretendo tener millones de lectores. Sí que me gustaría que este post llegara lejos. Quiero daros mi visión de lo que tenemos por delante, sin sesgos de colores políticos ni falsas moralinas. Sólo con sentido común, con mucho corazón y con algún que otro conocimiento de Economía.

Veréis. Nos estamos enfrentando a una de las situaciones más difíciles que viviremos nunca colectivamente. Los libros de Historia hablarán de 2020 como un año clave, al igual que 1789 (Revolución Francesa), 1914 (I Guerra Mundial) o 1939 (2ª Guerra Mundial). No nos estamos dando cuenta, pero será un punto de inflexión en nuestra era.

En este siglo XXI, los años 2009 y 2020 han desencadenado acontecimientos que se analizarán durante siglos.

Sabéis que soy optimista. No me gusta pensar que algo no es posible. Es cuestión de esfuerzo. Y el que se nos viene encima es mayúsculo. No lo estamos viendo, pero va a ser duro y debemos estar preparados.

Nuestro país sufre lo que es habitual en una pandemia. No soy experto, pero a poco que busques lo encuentras. Se relajan las medidas de precaución y aparecen los rebrotes. A veces leves y otras veces, como pasó con la gripe española, se convierten en una segunda ola devastadora.

La primera reflexión es clara. No nos relajemos con las medidas de prevención. Esas medidas han permitido que nuestros hospitales se estabilicen y no haya que escoger a quien se salva y a quien no. Si volvemos a colapsar, habrá que seleccionar. Le podemos dar el tinte político que queramos, pero habrá que hacerlo.

La segunda reflexión es evidente. Hay un deterioro económico brutal. La intervención del Estado postpone el desenlace. Pero va a llegar. España es un país donde el turismo y la construcción suman el 30% de la generación de riqueza de un año. Para que se entienda bien, de cada 3 euros que pasan por tus manos hoy, 1 viene de actividades relacionadas con esos dos sectores. Si esas actividades fueran 0, dejarías de tener 3 euros y tendrías 2 o menos.

La pandemia nos ha llevado al extremo en que esto puede pasar. En los momentos de bonanza no hemos sido suficientemente inteligentes para transformar la manera en que el país crece. Nos hemos conformado y esperado que todo siguiera igual. Nos hemos acomodado, y ahora esto pasa factura.

Datos que se entiendan. Hoy hay entre 6,5 y 7,5 millones entre los parados y los “semiparados” que están en un ERTE. Esta solución temporal la paga el Estado y complementan las empresas, no todas, y una gran parte de la población cobra sin trabajar y sin estar oficialmente en el paro. Pero el hecho es que sí están, porque al no haber actividad, no se genera riqueza y su capacidad real de irse a cenar o de compras, disminuye.

Ahora mismo unos 9,5 millones de trabajadores del sector privado más autónomos, pagan las facturas del país. Por supuesto también los 3,5 millones de empleados públicos, pero pensar que el sueldo de éstos se paga con los impuestos de todos, es decir, de los que siguen trabajando fundamentalmente.

13 millones (de los cuales 3,5 son funcionarios) sostienen el país (47 millones). El resto son pensionistas, estudiantes, niños… que se han ganado el derecho a que les ayudemos, por supuesto, pero la realidad es esta. Un 30% paga la factura del 100%.

Y eso no es sostenible. El Estado es finito y la Unión Europea no es un pozo sin fondo. Si no hay cambios, el país quiebra.

Se han tomado medidas temporales. Hablaba de los ERTEs, pero también se ha facilitado el acceso al crédito, los famosos ICO. Y eso está muy bien, pero hay una cosa importante. El año de carencia (en que no tienes que devolver nada) acaba a partir de marzo del año que viene y los empresarios, además de los gastos habituales, van a tener otro, la devolución de esa deuda. Y se van a tener que ajustar más.

La tercera reflexión tiene que ver con las personas. Mirar, a mi generación nos llaman la generación “X” y tuvimos un San Benito colgado durante mucho tiempo sobre que no nos importaba nada. Igual que cualquier generación cuando tiene 20 años. Cuando uno está en esa edad la inconsciencia rebosa.

Pero no estamos para fiestas chic@s. Ni los de 20 ni los de 40. Nuestros actos, los de cada uno, tienen consecuencias. Y pueden ser devastadoras. Hasta ahora, los que hemos nacido en Democracia hemos vivido en un Estado de Bienestar que ha sido una burbuja. Generalizo, que también se que hay situaciones duras, pero en los últimos 45 años el país ha progresado muchísimo y lo hemos visto normal.

Gracias a eso nuestras vidas se han acomodado. Hay ciertas cosas que damos por hechas y que consideramos "derechos adquiridos". Es como si vinieran en nuestra partida de nacimiento. En el 2009 se nos removieron un poco y empezamos a experimentar el sufrimiento de una crisis, de las que nuestros padres, abuelos y bisabuelos pasaron 5 o 6. Hoy estamos ante una situación límite, que ninguno somos capaz de dimensionar todavía.

Y eso exige disciplina y el fin de la picaresca. Esto los latinos lo llevamos fatal. A todos nos gusta la fiesta, ir de cañas, la playa, la discoteca, la paella, el gym, el postureo, el viaje paradisíaco y lo que se os ocurra. Pero toca sufrir. Es un esfuerzo necesario y obligatorio si queremos tener un futuro.

Me dirijo especialmente a los que tenemos entre 15 y 50 años. Cada uno en su contexto y en su edad. Unos por jóvenes y alocados. Otros porque las segundas vueltas están devolviendo a la adolescencia a much@s cuarentones. El caso es que somos los más indisciplinados, en ese rango amplio.

Pensar que todo lo que hagáis tiene consecuencias. Unos estáis empezando a vivirlo y otros lo sabemos de sobra. Es un principio universal, acción-reacción. Os pido que reflexionéis y que “evangelicéis” al resto. No podemos reírle la gracia al que está pasándose las normas por el arco del triunfo. Hay que renunciar a tanto postureo y a mostrar por redes sociales los guays que somos o lo liberad@s que estamos. Es hora de hacer un esfuerzo sin precedentes, casi de guerra y remar juntos, llamándole la atención al que nos pone en riesgo.

Los seres humanos somos maravillosos. Nuestra capacidad para sorprender y ayudar a los demás es gigante. Nuestra capacidad para desilusionar y destruir también. Ahora no hay opción, pensarlo bien. O sumamos todos o quizás no tengamos esa opción después.

La cuarta reflexión, aunque no quiero posicionarme, es sobre los gestores y políticos que nos lideran. Mirar, me da igual el color. Leo y escucho muchas barbaridades de personas de altas capacidades intelectuales. Me sorprende tanta politización de medios de comunicación y de otras instituciones que deberían ser independientes. Y estoy hasta los h…os de tanta hipocresía.

Sólo hay una manera de salir de esta. No hay más. Las otras nos llevan al desastre. Los datos no mienten. La única es salir juntos, con acuerdos. Es una irresponsabilidad la crítica destructiva y la falta de propuestas permanente que hacen todos los partidos, según les convenga electoralmente, en una Comunidad Autonoma, en un Ayuntamiento o en el Gobierno. Es otra irresponsabilidad la de l@s fans radicales, de todos los colores, que nos bombardean con mensajes para dividirnos.

Necesitamos unidad en cuando a cómo va a ser la vida a partir de ahora y que medidas acordamos tod@s. Nuestro día a día. El cole, la uni, la Sanidad, el teletrabajo y el trabajo presencial, la digitalización de la economía para no generar pobreza, el impulso de sectores clave, la reforma del modelo productivo, la formación, la transformación del sector público, de la ley del funcionariado, del marco laboral, del derecho digital…. Es un cambio profundo. Una operación a corazón abierto.

Y para ello es indispensable colaborar y hacerlo unidos. Claro que puede haber diferentes visiones e ideologías. Siempre se alcanza consenso si se quiere. Ante emergencias, cuando la espada de Damocles se nos viene encima, por arte de magia, se solucionan las diferencias. Ahora no tenemos una espada encima, tenemos un arsenal de misiles nucleares que nos está explotando. ¿A qué coño esperan?

No es sólo responsabilidad de políticos, es también de ciudadanos. Es de toda la mierda que soltamos todos por redes sociales, condicionando a más personas, manipulando, “sin querer”, y no siendo nada objetivos. Tratando a los demás como “enemigos”, en vez de como compañeros de piragua, que como deje uno de remar nos vamos al traste.

La que nos viene encima es muy dura. Muy, muy dura. Tiene consecuencias sanitarias, sociales, económicas y de convivencia. Depende de nosotros empujar juntos ahora que podemos o seguir acordándonos de lo que pasó hace 100 años y no ver lo que puede pasar en 5.

Yo confío, me cuesta cada vez más, pero confío. Me encantaría que esto lo leyera mucha gente y cambiara chips individualistas a chips colectivos.

Saldremos de esta, sólo si lo hacemos juntos.

#impossibleisnothing

 

 

 

 

 


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