¿Qué está pasando?
¿Qué
está pasando? ¿Este es el mundo que queremos? ¿Importa más la apariencia en una
red social que el mostrarnos tal y como somos? ¿Por qué se “juzga” tanto a
quien hace propuestas para mejorar nuestro día a día y se premia a los que
filosofan y posturean sin crear nada? ¿Qué nos pasa?
Vivimos
en un blanco o negro permanente. Nos hemos radicalizado un montón. Prejuzgamos,
juzgamos, rejuzgamos, desconfiamos. Pero eso sí, no hacemos autocrítica.
Siempre hay alguien que “tiene la culpa”.
¿Qué
coño nos pasa?
Pasa
que somos seres humanos, con emociones y presuntamente, inteligencia y con unas
“mochilas” culturales y de creencias, miedos y valores, con la que cargamos
desde que nacemos, en función de cuándo y dónde lo hacemos.
Pasa
que estamos condicionados y mediatizados por todo lo que nos rodea. Y nos
decimos liberad@s o libres, y no nos lo creemos ni nosotr@s mism@s. Ser libre
no es soltar serpientes en Twitter ni enseñar cuerpo en Instagram. Es algo más
profundo.
El
bombardeo de mensajes “guays” de postureo social y para quedar por encima del
vecino se convierten en fines y nos conduce a avivar el mayor enemigo que
tenemos hoy: nuestro propio ego.
El
ego…ese diablillo que nos susurra permanentemente al oído.
Mirar,
el principal obstáculo y la mayor esperanza de la Humanidad, somos nosotros
mismos. Es paradójico. Nuestros sesgos nos impiden mirar con ojos abiertos lo
que pasa a nuestro alrededor. No somos imparciales para analizar las
situaciones. Nuestro ego nos impide identificar errores y aciertos. Siempre hay
un culpable, y casualmente nunca soy yo. Y si llego a la conclusión de que sí
lo soy, es porque alguien hizo algo que me “obligó”. No “estamos limpios” diagnosticando
el problema, por lo que es difícil que podamos resolverlo de verdad, entonces.
Y
todo esto a nivel individual. Si me voy a que sucede de manera colectiva hago
saltar la banca. Los que son como yo, piensan como yo, sufren los mismos
problemas que yo, reciben las mismas etiquetas que yo, son “los míos”. Son los
que siempre, hagan lo que hagan, miro con buenos ojos.
Los
que no son así, tienen otras etiquetas, son “los otros” y lo que hacen está
mal. Por sistema. No puede estar bien.
Y
así, “los míos” y “los otros” no nos entendemos nunca. Si acaso para la fiesta
y tomarnos unas birras. Pero no para ponernos de acuerdo en cosas “más serias”.
Somos
los campeones de la queja, de la envidia y del ego. Si no quedo por encima no
soy feliz. Y cuando lo hago, ¿qué he ganado? ¿tener razón? Nos gusta confrontar
sin escuchar, juzgar sin conocer, destruir sin proponer… ¿tiene sentido? ¿es lo
que queremos que aprendan nuestros hijos?.
Venimos
de una Historia muy turbulenta. Y durante los últimos 40 años, de una manera
más o menos aceptable para todos, hemos construido un lugar mejor para vivir.
Quizás hemos ido más allá de lo que imaginábamos. Sin olvidar que la
desigualdad sigue existiendo y que hay muchas personas que lo pasan muy mal,
pero el país, en una gran mayoría, ha progresado y nos hemos acomodado.
Cuando
vino la crisis se movieron los cimientos. Había generaciones que jamás habían
conocido un problema como el que tuvimos y aún tenemos. El paro juvenil se
disparó y aún hoy sigue. Pero ese Estado de Bienestar ocultaba lo que había
debajo de la alfombra.
Ahora
podemos poner todas las vidas maravillas que queramos en Instagram y Facebook.
Podemos ir de los más listos de la clase en Twitter, o ponernos más títulos que
un rey en Linkedln. Podemos hacerlo, sí, pero la verdad, la que hay detrás, la
realidad, es otra. Y es ahora cuando tenemos que dejar el ego al lado y remar
juntos. Sin destruir al “otro”.
Hay
un equilibrio entre la necesaria autoestima y confianza para conseguir metas y
la prepotencia de sentirse “mejor” que otro. Es un equilibrio que, aún en un
mundo mucho más fácil que hace 5 siglos, nos cuesta alcanzar.
Necesitamos
reconocer al de enfrente. Necesitamos hacerlo ya. Empatizar. Entender. Y todo
eso, sin juzgar, buscando los puntos de encuentro y construyendo a través de
ellos. Cuántas experiencias tenemos tod@s de personas que no tragábamos y en un
momento dado se convirtieron en nuestr@s amigos o parejas. Supimos elaborar a
partir de un punto en común.
¿Y
me decís que hoy no es posible? ¿en serio?
Claro,
está la otra frase del millón. Lo haré cuando lo hagan los demás, cuando lo hagan
los ricos, cuando lo haga el vecino, o, vamos, cuando lo haga otro o muchos
otros para que ya la inercia me lleve a hacer lo mismo o simplemente porque se
pondrá de moda posturearlo en las redes.
Pues
amig@s, ese no es el camino. El ego, más la culpa de otro, más lo haré cuando
vea que los demás lo hacen, nos lleva a un agujero cada vez mas profundo. Un
pozo en el que estamos metiendo a nuestra sociedad y a nuestros hijos. Parece
que se desintegró la humanidad de las personas.
Siempre
hay solución. Si quieres cambiar el mundo, cambia tú primero. Si tod@s
cambiamos la actitud y buscamos, en este mundo de grises, los lugares de
encuentro y edificamos sobre ellos, el Lado Oscuro perderá. Si no lo hacemos
ya, será un desastre.
Por
favor apuntaros a construir. Dejemos de confrontar y de juzgarnos.
#impossibleisnothing
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