Yo jugué a las chapas
Parece de otra vida. De hecho, es de otro siglo e incluso milenio. Y sin embargo, tampoco hace tanto. O, a veces sí, a veces no…
Hubo
un tiempo con dos canales de TV, sin teléfonos móviles, sin internet. Sí, sí,
sin internet. Si aplicaciones, ni wasap. Cuando un amigo llegaba tarde al
mítico McDonald's de Moncloa, uno se iba a una cabina de teléfonos y llamaba a
su casa. A veces ni siquiera sabía el número y tenía que llamar a información,
donde conseguían el contacto. Llamabas a casa de sus padres y les metías el
susto del momento. <<Pues Luis ha salido hace 40 minutos, ¿Cómo que no ha
llegado? Que me llame cuando esté allí>>.
Y
llegaba. Explicaba que el metro se había roto y que si la abuela fuma y cagando leches se iba a la cabina otra vez a llamar a la madre, al
borde del colapso ya. A veces, incluso metiéndole prisa a quien estaba ocupando
la cabina de cháchara con alguien. Porque a las personas que nos gustaban, las
llamábamos desde la cabina, para que “nadie” nos escuchara.
No
había tanta sofisticación como hoy. Pero también había vida. Una vida distinta.
La vida de toda una generación en su adolescencia y juventud.
En
los bares se hablaba. Sí, no se hacían 1500 fotos para poner una tuneada en Instagram
y que vea todo el mundo que has ido a no se que garito de moda. No funcionaba
así. Se hablaba. Se “entraba” a las chicas (normalmente era unidireccional) y se
hacía sin apps, sin Tinder, sin flechazos ni chorradas. Analógico. Cara a cara.
Los
profesores no tenían miedo. Había personas y lugares conflictivos. Pero no
había miedo. Los de Carabanchel lo sabemos bien, como mucho te quitaban el balón
o la cazadora. El bulling existía, pero era contado. O eso, o que la capacidad
de sufrimiento era mayor.
Si
te pasabas de la raya te ibas fuera de clase. Eso cuando el profe de turno no
te calzaba una hostia. Que no estaba bien, pero que pasaba. Luego llegaban tus
padres, que normalmente se ponían del lado del profe. La carga de la prueba
estaba en ti, no al revés. Los profes adoraban su curro. Era el momento de la
creatividad, a pesar que los políticos les cambiaban el paso cada dos por
tres.
Todavía
se jugaba a la rayuela, algo que enseñaban las abuelas. Al gua, a churro, al
rescate, al pañuelo, al fútbol (sí, no el de la play, el de correr de verdad) y,
por supuesto, al rey del patio, por lo menos en los chicos, el fútbol chapa. Los
chicos hacían obras de arte con unos cromos y la tapa de un tercio de Mahou.
Importaba
el qué dirán, claro que sí. Siempre ha importado. Y en aquel momento de un
machismo incrustado en el ADN de esa sociedad, todavía más. El peso de la
religión y de lo que había pasado durante 40 años aquí, era muy grande todavía.
La que se tomaba café con dos chicos distintos era una golfa. El que lo hacía
con dos chicas distintas, era un machote.
Afortunadamente
eso, a pesar del recorrido de mejora que hay, ha cambiado. También explica la
apertura mental y sexual que ha tenido mi generación, sobre todo las mujeres,
en el momento de madurez. Con 20 todo era pecado, hoy día con 40 todo vale. Es una generalización
y es injusto, lo sé. Lo que quiero decir es que los que jugamos a las chapas
hemos visto el paso de un “extremo” a “otro”.
El
país era un nido de chanchulleros y expertos del pelotazo. Antes el pelotazo se
conseguía ganando contratos con la Administración Pública, previa mordida del
responsable de turno, del color político que fuera. Incluso de manera “legal”,
o por lo menos se dibujaba así. Hoy, el pelotazo corrupto es más difícil (aunque nos queda), pero hay de otro tipo en el mundo digital. Las burbujas inmobiliarias de
entonces son burbujas de influencers de hoy. Nada que ver, pero misma consecuencia
cuando se pinchan, toda una estructura que cae como un castillo de naipes, generando
muchísimo dolor por lo que conlleva. Económico, de autoestima…
Los
referentes siempre han sido necesarios en la Historia de la Humanidad. Siempre
los ha habido. Cuando se ganan el respeto y ayudan a los demás
a ser mejores es la leche. Eso no significa que tengan sus manías, como
cualquier ser humano, pero construyen para todos. Cuando los referentes son
personas que su mérito es colgar fotos o decir barbaridades en una red social,
algo hacemos mal. Quizás la clave está en la educación. Alguien debería pensarlo...
El
pasado ya pasó. Obvio. Hoy, experimento algo que ya vivieron en mis padres con mi
experiencia de hoy: la nostalgia de aquella juventud. No sólo por la edad (que soy un chaval), sino
por las circunstancias y la manera de vivirla. Es curioso, el mundo avanza pero
cada generación piensa que su juventud, o al menos la manera de vivir, sin
tanta tecnología, era mejor que la posterior.
Nos
engañamos. El mundo de los veinteañeros de hoy es maravilloso. Las
oportunidades son infinitas. Se ha corrido mucho en poco tiempo y vivimos en
una fase de adaptación permanente, lo cual lo hace muy interesante. Su apertura
mental, su tolerancia (a pesar del sensacionalismo ilimitado de las noticias) y
su energía es brutal. Tiene la gran oportunidad de la Humanidad delante, en un
momento crucial de su Historia. Les toca afrontar retos. Y están preparados
para ello. Les falta aprender a saborearlo, sin postureo, por ellos mismos. Porque
la vida es una aventura preciosa.
Hay
que afinar el instrumento. Nuestra orquesta sonaba muy bien. La hemos renovado
y el talento es mayor. Pero no suena en grupo. Individualmente, no hay color. Son
maravillosos. Colectivamente desafinan. Quizás faltan buenos directores, quizás
no se ha entendido la necesidad de ensayar más, de enfocarse. Quizás falta la
emoción. Nada que no se pueda solucionar. Sólo hace falta creérselo y remar
juntos. Y jamás olvidarse del amor por los que quieres y por lo que haces.
El
futuro no es una nebulosa. El futuro es un océano en su plenitud. Con sus vientos
y oleajes, pero con sus aguas cristalinas y sus delfines acompañando nuestra
travesía. Lo mejor está por llegar.
Ojalá
no se nos olvide jugar al fútbol chapa de vez en cuando.
Por
cierto, me he ahorrado en este post el lenguaje inclusivo. Si fuera una
redacción de mi cole, lo habría escrito así. Ya se que un “ellos” significa un “ellos
y ellas”. Si alguien lo echa en falta, que sustituya las oes por una @.
Disfrutar
el viaje.
#impossibleisnothing
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