¿Qué es un equipo?

Voy a ser oportunista. La selección española de baloncesto ha ganado el Campeonato de Europa hace unas horas. Nadie apostaba por ella. No estaba entre los favoritos. Después de una generación excelente de Gasol y compañía, parecía que venían unos años de sequía, de “desenganche” del basket.

Pero no, resulta que no hay nada imposible. Mira por dónde, una selección prácticamente renovada, con 7 jugadores “desconocidos”, nuevos en estas lides, que no sabíamos ni donde jugaban, decidió cambiar el guion y demostrar que tomaron muy buena nota de lo que hicieron sus mayores antes. Y, que irreverencia, decidieron competir para ganar. Sin una superestrella, pero con 12 supercurrantes y un jefe de obra magistral.

A mi me gusta mucho el baloncesto. Estuve presente en alguna desgracia de mi equipo, el Barcelona, por allá por los 90. Y también en alguna alegría. Aquí todo empezó con aquellos Epi, Martin, Corbalán, Solozábal, Margall, Arcega…que decidieron que, en Californa, por allá por el 84, no les apetecía ir a la playa y disfrutar. Les molaba más competir y ganar. Inesperados. Abrieron el camino con una medalla de plata.

Luego, muchas penas y alguna alegría. Los Sibilio, Villacampa, Herreros, Biriukov…y una larga lista de excelentes jugadores que no llegaron a culminar una de esas gestas que nunca se olvida.

Y, por último, por allá por el 99, los “Juniors de Oro”, unos imberbes adolescentes, explotaron lo que habían aprendido de los anteriores. Desde entonces 20 años (joder 20), de admiración absoluta y medalla cada verano. Hubo un instante en que estuvimos a punto de ganar al segundo “dream team” de la Historia en la final de Pekín y en la de Londres. Faltó muy, muy poquito.

A todas esas enseñanzas, gen competitivo y valores se le bautizó como “La Familia”. ¡Y vaya familia! Este año parecía que la familia se diluía, pero la capacidad de sorprender de estos chavales nos ha callado la boca a todos los que no creímos. Cómo mola que te callen así.

No es una casualidad. Esto no pasa por inercia. Detrás hay un trabajo infinito. Un alineamiento de equipo difícil de explicar con palabras. Como dice nuestro “Carlitos”, esto va de cabeza, corazón y… cojones. Alinear esto en un equipo de 12 jugadores, más todo el cuerpo técnico, más la prensa, más la federación, más los aficionados…es mucho alinear. Sobre todo, por aquello que los españoles, el día que explicaron eso del objetivo común, faltamos a clase.

Pero un equipo es eso. Propósito y objetivo. ¿Qué y para qué? Todos los miembros deben tenerlo cristalino. Y compartirlo. Es la base.

Eso no significa que no pueda haber visiones distintas, pero tienen que confluir en un punto. Y a partir de ahí se construye. De hecho, la discusión previa a la fijación del objetivo es fundamental. Es lo que más allana el camino. Aunque sea dura. Hay que poner todas las cartas encima de la mesa para acordar con cuales jugamos.

Si eso sucede, hemos dado un paso de gigante. Sin embargo, nos queda otro mayor. La gestión de egos, roles y responsabilidades. Los equipos que tienen éxito, como España en el europeo, se miran a los ojos. No se buscan culpables, se buscan soluciones. Y además se reparten roles en los que cada miembro se "enamora" del suyo. Y entiende la responsabilidad que conlleva.

Perdíamos de 9 en el descanso de Cuartos de Final, contra Finlandia. Había cierta relajación y alguna duda. Entonces apareció el capitán, el líder, y les puso las pilas. Con amor, pero con contundencia. La otra pieza clave, el arquitecto de esto, el gestor del equipo, el entrenador, Scariolo (viva la madre que te parió), no tuvo que decir nada más. Reforzó la táctica y les dio ánimos. La arenga-bronca del capi tuvo efecto. España ganó de 10.

Es clave entender el rol de cada miembro y dar lo mejor de uno mismo en ese rol. Hay equipos plagados de estrellas (no hablo solo del deporte), que, sin embargo, no funcionan. Mucho gallo en el corral disminuye la producción de huevos.

Aceptar tu función y la responsabilidad asociada, reconociendo errores cuando toca, es maravilloso. Es lo que permite construir. Sin reproches, sin señalar a nadie. Reconociendo que puedes mejorar y eso hace mejorar al conjunto.

Eso es un equipo.

Y en esto, ya lo decía, hay otra pieza clave. El arquitecto. No tiene por qué ser el líder. Los líderes surgen de manera natural y, en mi experiencia, lo son por su ejemplo, por ponerse en primera línea de fuego y por pensar en el grupo antes que en uno mismo. Te meten la bronca con un beso.

El gestor es el que molesta lo menos posible para que la cosa funcione. Normalmente es quien tiene un conocimiento técnico amplio y es capaz de concatenar ejecución con emoción. Cuando lo que hace es pensar en sí mismo y en las politics o el postureo, no durará mucho. Si no gestionas a las personas de una manera que la cosa fluya, generando confianza y permitiendo que sean ellas mismas, se te volverá en contra.

Por supuesto, a veces hay que sacar el látigo. Pero con empatía. Esas son las palabras del gestor, empatía y confianza. Sin ellas, chungo.

Podría desarrollar cientos de teorías sobre qué es un equipo. El famoso DISC, el amigo Mc Gregor, Lencioni, etc. Es más simple. Se resume en: causa común, que todo el mundo entienda el para qué y ejecución bien dirigida, con roles claros, generando empatía y confianza.

Fácil, ¿verdad? Pues es donde la suelen cagar todos los “jefes” (me incluyo).

Un último matiz. Rudy les abroncó y les hizo reaccionar. Rudy fue cocinero antes que fraile y hace tiempo estuvo en esa piel con ese rol al que estaba abroncando. Fue inteligente en entender los miedos de sus compañeros y edificar a partir de ellos. ¡El mismo los había vivido hace dos días!.

No se nos puede olvidar nunca eso. El equipo está por encima del individuo. Por eso hay que recordar de donde venimos cada uno y como aportamos al conjunto. Y si hay cánceres, sin encaje posible (yo creo que todo se puede, pero a veces no se quiere), entonces hay que extirpar y sacar cuanto antes a quien rompe esa armonía. Entenderme bien, una cosa es discrepar y debatir, que es sanísimo, y otra es poner piedras y dar puñaladas (si no se hace lo que yo digo o como yo digo no juego). En este segundo caso, que no os tiemble el pulso: bisturí.

Es un orgullo ver un resumen hoy de lo que pasó ayer. Los ojos se ponen vidriosos y aún más cuando escuchas la intrahistoria que cuentan los involucrados y entiendes cómo se ha conseguido.

Creo que lo de la selección española de baloncesto en este europeo da para un caso en un máster de Oxford o Cambridge. Se debería enseñar en las escuelas y en los congresos de directivos, cuando se habla de equipo.

#yosoyespañol #impossibleisnothing

 

 

 

 

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