Se nos está yendo la pinza

No soy periodista. Tampoco soy político. L@s que me conocéis sabéis que sí soy “revolucionario”. No me gusta eso de “siempre se ha hecho así”. Como dice mi padre, soy el abogado de las “causas pobres” o de las “causas perdidas”. Y durante muuuuchos años estuve muy activo a través de ONGs u organizaciones estudiantiles en todos los temas de igualdad.

Participé en aquella “movida” que se montó en los 90 para reclamar una igualdad real de derechos entre hombres y mujeres y también para el colectivo LGTBI. En las concentraciones que hacíamos en la Puerta del Sol de Madrid un viernes de cada mes, nunca vi a ningun@ de los políticos que hoy posturean tanto de feminismo. Ni tampoco a es@s tuiter@s que se creen que lo han inventado ell@s.

Lo que os quiero decir es que no soy “sospechoso” de no creer en ello y haberme implicado, con un alto coste personal. Hoy lo hago desde otro punto de vista, ayudando a emprendedores y a emprendedoras a desarrollar sus proyectos (me da igual si son chicos o chicas) y a transmitir lo que la experiencia me ha enseñado en alguna Escuela de Negocios y Universidad.

Por eso voy a decir lo que voy a decir. Sé que me va a llover la del pulpo, pero no me puedo callar.

Han pasado 9 días ya desde que la selección absoluta femenina de fútbol de nuestro país se proclamó campeona del mundo. Ser campeón del mundo en algo es dificilísimo. Es algo único e inaudito. Un motivo de satisfacción infinita y de orgullo maravilloso.

El que lo haga la selección femenina de fútbol, tiene un trasfondo brutal. Al hándicap de tener que sacrificar muchísimo sin tener tanta visibilidad como en el fútbol masculino, se añade el rechazo de una parte (cada vez menor) ruidosa de la sociedad en la que se ve a las mujeres futbolistas como marimachos o como algo antinatural. Estas chicas han tenido que sufrir lo que no podemos imaginar, cada una de ellas y de las que disputan La Liga, para poder llegar a un Mundial. Y ganarlo, permitirme la expresión, es la hostia.

Y eso deberíamos estar celebrando y alabando todavía.

Pero no. No es así. Somos un país de oportunismos y aquí se unen varios. Se une el estado de conflicto permanente en que nos hemos metido desde el estallido de la crisis de 2008 y la aparición de extremos que parecían ya superados. Se une el discurso permanente de guerracivilismo o represión franquista que la mayoría de nosotros ni siquiera hemos conocido. No hay que olvidar lo que pasó, pero para no repetirlo, no para seguir dividiendo.

Se une el momento político. Todos quieren captar votos y apuntarse tantos acaparando banderas que son de toda la sociedad y de muchos siglos de pelea, no de ell@s. La lucha contra el machismo o la violencia de género es muy anterior a ell@s. Afortunadamente, se ha mejorado mucho en los últimos 30 años y aún queda camino.

Pero no, l@s políticos actuales quieren ser los inventores de las causas sociales y, los extremos, acompañados del hooliganismo de sus fans en redes sociales, las pervierten. Y llevan incluso al rechazo de parte de la sociedad. ¿Cómo el hartazgo puede llevar a ignorar o a rechazar hechos relacionados con la injusticia o la igualdad? Pues pasa. Y pasa porque estamos hasta los mismísimos de tod@s estos progres de izquierdas y derechas (me da igual) que encima te llaman fascista si no piensas como ell@s, que se creen los únic@s jueces morales y poseedores de no sé qué verdad.

Repito. Estamos hart@s de ell@s. Pero su ruido resuena como una tamborrada en una cordillera.

La Federación Española de Fútbol, como muchas otras federaciones, nacionales e internacionales, son clubes “privados” que llevan años en un régimen casi monárquico, siendo cortijos del rey de turno. Lo sabemos tod@s los aficionad@s al deporte. Basta con federarse una vez para entender como funcionan.

Lo que pasa es que aparte del emperador de turno, existe una base, de técnicos y gente profesional, que trabaja con pasión y sin descanso y esa base es la que nos ha permitido tener tantas alegrías deportivas en los últimos años.

Pero las cabezas, el puesto de mando, está a figurar en la foto y a hacer negociete. No digo que, en su beneficio, aunque indirectamente sí.

Luis Rubiales está “acusado” y es presuntamente parte de otra serie de escándalos que se han ido tapando. Por intereses políticos y del propio club privado que es la Federación y, porque seguramente, vale mucho por lo que calla. Y hasta ahora se ha hecho la “vista gorda”.

Sin embargo, un comportamiento indecoroso y machista, en un contexto en el que te miran todos los ojos del mundo, le ha puesto en la palestra del escarnio público y en el extremo de la pena de Telediario.

No se le ha “metido mano” por todo lo que ha pasado hasta hace 9 días. Pero se le “mete mano” por un hecho que nunca debió pasar, pero que, en mi opinión, se está sacando de quicio por todas esas partes interesadas (polític@s) y sus hooligans.

El hecho es que, en la euforia de la celebración de ser campeonas del mundo, le planta un pico a una de las jugadoras más carismáticas y extrovertidas de la selección. No entro en si consentido o no. A día de hoy, no lo sabemos a ciencia cierta. Parece que no, pero insisto, no me paro en eso ahora. Me paro en las reacciones, las dos partes le restan importancia desde el minuto cero y lo tratan de naturalizar. Obviamente no es natural y hay una relación laboral jerárquica, pero le quitan hierro y tratan de no desviar el foco del hecho mayor, ganar el Mundial.

Las declaraciones de Jenni Hermoso a Juanma Castaño en la COPE lo dejan claro. El beso, desafortunado y criticable, es fruto del momento y no tiene mayor importancia, de hecho, lo que quiere es que se olvide. En la celebración en el vestuario también se manifiesta así.

Pero claro, entran en juego las partes interesadas, a las que les da igual Rubiales, el beso y la madre que lo parió. Lo que quieren es apropiarse de la bandera del feminismo y dividir, que es lo que les hace fuertes y, sobre todo, les da votos. Empiezan a entrar en juego los extremos, junto con la artillería de medios de comunicación afines y, un@s y otr@s, pervierten aún más el hecho, llevándolo hasta el límite. Hablando de agresión sexual o de asesinato social a Rubiales.

Rubiales, con su chulería (que ya la tenía antes, con los otros escándalos), no ayuda. Y esta vez, su afiliación política no le vale, porque en ese partido, en ese momento, se valora más el que no le quiten la bandera del feminismo, que da votos para unas elecciones próximas, a que Rubiales, que está amortizado, cante tres o cuatro cosas que los medios afines suavizarán y diluirán. Y claro, el otro lado (porque recordar que vivimos en bandos), dispara con su artillería minimizando el hecho y comparando con otros que no tienen nada que ver.

Y aquí seguimos. Entretanto se mete una presión descomunal a las jugadoras. No paso por alto que varias de ellas tienen unas ciertas ganas de revancha con el entrenador (al que no pudieron cargarse hace un año) y con el presidente de la Federación, que es el que mantuvo al entrenador. Hay un grupo ahí que no le considera su entrenador, le excluye de las celebraciones y les da rabia que, “por su culpa”, algunas de sus amigas y compañeras no estén viviendo ese momento con ellas, allí, al no haber sido seleccionadas.

Es decir, que se mete todo en la cocktelera y los magos de la manipulación hacen su labor. Desvían el foco del éxito deportivo y lo ponen en un presunto delito de “agresión sexual” porque Rubiales, en su calidad de presidente de la Federación y jefe de Jenni Hermoso, la ha plantado un pico impresentable en plena celebración. Vamos, que es un delito penado con entre 2 y 15 años de cárcel con la reforma famosa de la ley.

A todo esto, dan igual los daños colaterales a hijos, parejas, padres, etc de Rubiales y de Jenni Hermoso y las jugadoras a las que se está presionando. Y encima se señala a cualquier personaje público (sobre todo si es deportista) si no se posiciona o lo hace en el sentido que a un@s y a otr@s no va a gustar. La derecha “tortura” a Iniesta y la “izquierda” a Nadal, por ejemplo.

Podemos llegar al infinito con tanta gilipollez y tanto conflicto. Un día realmente nos costará caro y lloraremos, pero es lo que estamos permitiendo. La mayoría queremos vivir en una sociedad constructiva, donde no estemos enfrentados y podamos mejorar. Que el futuro de nuestros hijos sea un mundo mejor, como el que vivimos en los 90, cuando nuestros padres se habían dejado la vida para brindárnoslo y nos tratábamos con más respeto que hoy.

Pero eso jode a quienes se lucran con el conflicto. Esto tiene más derivadas. Sindicatos que se llevan subvenciones y que se erigen en portavoces de la jugadora, chanchullos de la Federación que no han sido auditados, etc. Tiene un trasfondo mayor. Pero sólo por apropiarse de esa bandera de la igualdad y el feminismo, un@s y otr@s, nos meten a tod@s en su guerra. Les da lo mismo los personajes. Han visto su oportunidad.

Os planteo una situación. Imaginaros que vuestro hijo adolescente se va a una discoteca. Se enrolla con una chica (a lo mejor esto es muy antiguo, pero imagino que sigue pasando). Se calientan un poquito, pero luego él pasa de ella. Y acaba enrollado con otra chica. Imaginaros que la primera, por despecho, le denuncia por haberla metido mano sin consentimiento. Palabra de uno contra palabra de otro. ¿Qué le pasa al chico? Le detienen y le hacen una ficha policial, donde figura un presunto delito de agresión sexual. ¿No es un poco exagerado? Ya, lo sé, el ejemplo también y ni mucho menos es comparable a lo que estamos hablando, pero, una situación que puede producirse, ¿debemos prejuzgarla así?

Imaginaros la contraria. Es la chica la que se enrolla con uno y luego con otro y el primero dice que ha sido sin consentimiento. ¿Pasa lo mismo?

Creo que estamos pasando de la desigualdad de la mujer durante siglos al otro extremo, generando muchísimas dudas en los hombres sobre cómo debes actuar en determinadas situaciones. No me refiero a connotaciones sexuales, también a la hora de bromear, contar un chiste a hacer las tareas domésticas con tu pareja.

Para mí, la igualdad es naturalizar la diferencia, hasta que no lo sea. No se trata de que el 50% de un Consejo de Administración sean mujeres, se trata de que el 100% de sus miembros sean los mejores, como si es el 100% hombres o el 100% mujeres. Que haya mecanismos para premiar los méritos y, que procesos naturales como un embarazo, no tiren por tierra la carrera de nadie.

La igualdad es que nos veamos iguales. Parece obvio, pero no lo es tanto. Esto no es una guerra de géneros. Da igual eso, somos iguales, ante todo. Sentimos, reímos, sufrimos, cada uno a nuestra manera, pero con procesos similares. Eso es la igualdad.

Somos muy hipócritas en todo esto. Y en los últimos años un@s cínic@s. Postureamos mucho enseguida para demostrar que estamos con “el bueno” pero en nuestro día a día, ¡ay en nuestro día a día!. Eso ya es otra cosa, pero no me ven…o sí.

La buena noticia es que hay solución. Fomentar la colaboración, la mirada constructiva, aprender a discutir sin guerrear sin hacer “bandos”, respetar, valorar al “otro”, escuchar…todo eso se puede enseñar. Se llama educación. La mayor parte está en casa. Todo eso que reclamamos en redes sociales, ejemplaricémoslo en casa. ¿O es que somos de los que “haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga”?

La otra parte tiene que ver con el Estado. La escuela, el instituto, la universidad, pero también la ética de las televisiones y sus realities, el contenido exaltado de algun@s creadores digitales…los comentarios en redes. El odio… ¿todo vale?.

El Estado puede legislar unos mínimos, que no atenten sobre la libertad de expresión, pero sí garanticen el respeto al otro. Y además, lo más importante, debe tener una visión de la Educación clara, transmitiendo y fomentando unos valores. Haciendo campañas masivas sobre ello. Premiando a quienes hacen cosas de valor por los demás. Elevando la figura del profesor. Y como no, consensuando una ley educativa que sea un proyecto común para todo el país. Ninguna ley educativa de la Democracia ha sido consensuada. Existen 17 libros de Historia diferentes (no sabemos contar ni de donde venimos de una manera unificada) y se politiza todo lo que tiene que ver con formar, además del rédito económico que genera en algunos casos.

Es ahí donde deberíamos poner el foco 24 horas. No en programas de tertulianos que debieron ser jueces en otra vida, hablando del beso y de si se pone más a la derecha o la izquierda. O si el Rubiales es un baboso o un chulo. El comentario debería ser cómo podemos hacer una sociedad mejor para que esto no pase y actitudes prepotentes desaparezcan de nuestras vidas.

Pero eso, no da votos…Si algún día se hiciera, tardaría generaciones el dar su fruto y el político de turno estaría ya jubilado. No le da rédito. Porque mira para él o ella, como en este caso del beso y se la p… el impacto social.

Rubiales debería haber sido cesado hace mucho. El beso, condenable y castigable administrativamente si no hubo consentimiento y si la víctima lo denuncia, pero no debería ser equiparado a una agresión sexual (2 a 15 años de cárcel), y el foco para evitarlo se debería poner en destinar recursos a la educación, en vez de a chiringuitos de histéricos e histéricas, de uno y otro color, que sólo nos dividen.

Esa es mi opinión. Abro paraguas.

Yo creo en un mundo mejor y a ello he dedicado mi vida. No me gusta la radicalización que veo y el futuro que espera a mis hijos si seguimos así. Por eso no desfalleceré en seguir peleando, con hechos, para que exista esa igualdad, sin imposiciones, con naturalidad.

Si todos construimos, expulsaremos a los que nos dividen de nuestras vidas. No hay nada que más les duela que les ignoremos.

#impossibleisnothing

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