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Mostrando entradas de 2025

Mi cita con la muerte

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En abril de 1999 tuve una cita con la muerte. Me visitó varias veces, pero no caí en su trampa. En aquel entonces había tenido unos momentos difíciles en mi familia. Los negocios de mi padre no habían salido bien y nos habían generado problemas económicos, que a su vez derivaban en mucha tensión entre mis padres. Y, por si fuera poco, cual peli de Hollywood, acababa de romper con mi amor de universidad. Estaba muy perdido. Antonio, un amigo de mi padre, productor de cine y televisión, había sido contratado por una tele autonómica para realizar una serie-documental con el comunicador más reconocido del momento sobre temas “misteriosos”, al que le gustaba mucho mezclar historia y ciencia con lo enigmático. El gran Fernando Jimenez del Oso, Lorenzo, redactor de la revista que dirigía Fernando, Pepe, operador de cámara, Antonio y yo, vivimos una aventura que cambiaría mi vida. Empezó en un vuelo desde Londres, de 20 horas con escala en Doha. Jamás había visto un aeropuerto con ta...

El brasero de la abuela

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  Recuerdo cuando era niño, en esos días de frío como el que hace hoy en Madrid. Llegar a casa de mi abuela en Carabanchel y meter los pies en esa mesa camilla redonda, de la que colgaba un tapete hasta abajo del todo. No se veía, pero cubría un tesoro, el brasero. Una fuente de calor superior a la de la energía nuclear cuando uno estaba en estado de congelación. La sensación de alivio cuando te cubrías las rodillas y se generaba esa ola de calor era un placer de infancia indescriptible. Lo malo venía cuando te salías del calorcito. Estuve gran parte de mi niñez con mi abuela, “la yaya”. Una de las mujeres de mi vida. La que incondicionalmente estaba conmigo. Llegar a su casa, meterse en el brasero y poner la tele, “El Santo” o los “Ángeles de Charlie”, mientras cenaba esas albóndigas caseras con patatas fritas a cuadritos era maravilloso. Aunque fuera domingo por la noche y hubiera cole al día siguiente, deseaba ese momento. Sentía el calor y el amor detrás del calor. ¿Qué p...

Ser valiente...ser cobarde

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El ser humano es cobarde por naturaleza. Tiene que ver con conexiones neuronales e instinto de supervivencia. Para suavizarlo lo llamamos prudencia o lo disfrazamos con que "no es el momento". No importa la excusa, estamos configurados así. Si la cabeza manda, siempre encontrará un por qué para no hacerlo. Sin embargo el ser humano también es maravilloso. Por eso jamás podrá igualarnos la IA. Hay algo que nos distinguirá siempre. Y es que somos capaces de "pensar" con el corazón. Y eso ya no depende de conexiones neuronales. Técnicamente son procesos químicos y lo que queráis, pero trasciende de todo ello. Las emociones y los sentimientos son capaces de mover montañas. Si creemos, vemos. Sí existen motivaciones como la libertad, la justicia o el amor...entonces adiós masa gris, hola músculo rojo. Somos cobardes hasta que esa fuerza invisible nos convierte en valientes. Fundamentalmente ganando la primera batalla con un@ mism@.  Aquí sí hay machismo. Los hombres sole...