Yo no me rindo

En España, según la estadística, hay un 22% de tasa de paro. Es decir un 78 % de gente que trabaja. 3 de cada 4. Y eso sin contar la economía sumergida.

Tenemos unos datos macroeconómicos malísimos. Tan malos que nos convierten en una de las 20 potencias económicas del mundo, o de las cinco de Europa.

Los recortes están mermando nuestro Estado del Bienestar. El Estado del bienestar de una sociedad cuyo sistema de educación basado en igualdad de oportunidades, y sistema sanitario del que se benefician ciudadanos del resto de la Unión Europea, son un modelo para el mundo.

Vamos que estamos fatal. Tan fatal que pese a estar en un estado de depresión de un país tercermundista, aquí nadie se muere de hambre. Si alguien quiere saber lo que es estar mal, de verdad, que se de una vuelta por el cuerno de África, donde ahí la oportunidad del día siguiente, es sobrevivir, no como aquí, donde podemos hacer muchas cosas.

Debemos borrar ya la canción de quejas constantes a políticos y algunos bancos o banqueros y empezar a mirarnos el ombligo. Está claro que con respecto a los otros, deberá hacerse justicia, y un ejercico de depuración de responsabilidades, de ellos y de sus cómplices que los protegen.

Pero no es la única causa para estar como estamos. Hemos tenido 10 años de bonanza económica, metidos es una burbuja que hemos inflado todos (lo de meter el coche y el viaje en la hipoteca...) y ahora es justo ser conscientes de nuestros errores y avanzar. Hemos vivido en un país donde los niños nacían con casi todo y donde habíamos perdido de vista lo que valen las cosas. Y ahora hay una generación muy joven y otras que venimos después que hacemos algo inaudito para este país: nos estamos rindiendo

Y eso este país no lo puede aceptar. Tenemos mil virtudes y mil datos y hechos para ser optimistas, pero es que sobre todo tenemos una historia que demuestra que somos luchadores, incansables, y sobre todo, trabajadores.

Y hoy nos estamos rindiendo.

Pues yo digo que NO. Olvidémonos de políticos irresponsables o de especuladores financieros que se están forrando a nuestra costa. Que les zurzan de momento.

Pensemos en lo que podemos hacer. Son muchas cosas....

Lo primero respetar las reglas del juego. Es de cajón. Hay quien no las respeta y defrauda, o bordea las normas de convivencia. Eso tiene que cambiar. A nadie nos gusta pagar impuestos o tener que aceptar todas las leyes. Pero debemos hacerlo. Y si las leyes son absurdas o del pleistoceno, habrá que cambiarlas, pero por los cauces que nos hemos dado todos.

Podemos apoyar al que lo intenta. Aunque fracase. Incluso podemos hacerlo nosotros. Dejemos de ver al empresario como el tio Gilito explotador y empecemos a verlo como alguien que arriesga, que genera riqueza, que crea empleo.

Podemos reconvertirnos. Formarnos a lo que el mundo de hoy nos demanda.

Podemos unirnos por cosas que nos benefician a todos, sin mirar colores o si son perroflautas o pijos. Si son católicos o ateos. Que más da. Todos somos personas y hay cosas que están por encima de creencias. Si queremos cambiar las cosas vamos a tener que acostumbrarnos a dialogar, debatir, ceder e incluso acordar con quien piensa distinto. Es más, lo hemos hecho muchas veces, ¿por qué no ahora?

¿Qué es cosa de políticos?. Sí, también, pero no nos escudemos en eso. Cuando nos interesa bien que nos juntamos todos y celebramos lo de la selección, seamos del Barça. Madrid o del que sea. Pero para luchar por nuestro futuro no. Somos más cabezones y tercos que nadie. Si voté a Rajoy o a Rubalcaba o a ZP o a Aznar, los defiendo a muerte. Aunque lo hagan mal. Seamos coherentes con nosotros, no con ellos.

Claro estos "se pueden" son muy filosóficos ¿verdad?. Os diré otros se pueden, transmitir el conocimiento altruistamente para el personal de sectores que necesitan reconversión, compartir infraestructuras y buscar sinergias entre los propios ciudadanos para ahorrar desde el punto de vista energético, decir no al fraude y sobre todo, sobre todo, levantarnos del asiento, convencernos de que se puede y dejar de preocuparnos por cosas que no controlamos ni entendemos, como las primas de riesgo o la regulación del déficit público, y hacer cosas, sin miedo, sin rendirnos.

Yo no me voy a rendir, no pienso. Hoy más que nunca todo es posible