Luchas internas
Todos
las tenemos. Incluso las visualizamos como el angelito bueno y el diablillo
malo susurrándonos al oído. Nadie escapa de esto, ni siquiera los más
espirituales.
El
hecho de hacer algo que rompe con nuestros esquemas, nuestros principios,
nuestros valores o nuestra zona de confort es lo que nos genera un debate con
nosotros mismos. Incluso a veces el propio hecho de ser consecuente con un
discurso (el que esté de moda) nos supone esa batalla.
El juez
más duro es siempre uno mismo. Son debates terribles en muchos casos. Nadie
puede entenderlos mejor que uno mismo. Es intrínseco a nuestra existencia.
Sentimientos, emociones, pensamientos…todo entra en la batidora y a veces nos
deja inmóviles, nos asusta o incluso nos anula como personas.
Romper
la zona de confort y luchar con uno mismo es algo muy sano. A pesar de las
heridas. Rara vez nos mata y casi siempre nos hace avanzar, fortalecernos. Esto
supone arriesgarse, tomar decisiones. Eso que nos cuesta tanto a todos…
Por
cierto, siempre es uno mismo el que gana o pierde. No nos empeñemos en buscar
culpables o excusas. El ganador o perdedor de esta batalla es uno mismo. Sin
más.
Pero
claro. Existen “daños colaterales”. Me habéis leído muchas veces lo de que uno
es uno y sus circunstancias. Así lo creo y son dos partes de la ecuación
indisolubles. No se comprende una sin la otra. Romper los esquemas o debatir
con los propios principios significa hacerlo con uno y con sus circunstancias.
Llamarlo conciencia, estatus, historia…Como queráis, pero también es
consustancial a nosotros.
Por eso
hay personas capaces de romper esquemas, teniendo en cuenta esos daños
colaterales y otras que no los romperán nunca o que esperaran el “mejor momento”,
solución bastante inteligente aunque pueden no encontrarlo en toda su vida.
Es aquí
donde está lo más difícil del tema. Lo que genera la madre de todas nuestras
batallas. Ir por un camino sabiendo que supone romper nuestros propios esquemas
primero y hacer pupa segundo. Pero también supone arriesgarnos en busca de
nuestra felicidad. Es una balanza difícil, ¿no?.
¿A
quién no le ha pasado? Romper con una pareja, amigo, trabajo, familia…todo
pensando en alcanzar una situación de felicidad…
Es sin
duda lo que nos hace más humanos. Y repito, muy sano salir de la zona de
confort…aunque también hay que aceptar las consecuencias.
Luchas
internas… que fácil sería si siempre todo fuera claro.
Extrapolado
a nivel colectivo se trata de lo contrario…o tal vez no. La lucha interna está
en no romper las reglas que nos hemos dado. Se puede buscar el consenso para
cambiar principios, normas y valores de una sociedad que pueden estar
obsoletos. Pero sin imponer…con el mayor consenso. Respetando la voluntad de la
mayoría (y aceptándolo la minoría, lo que no exime de seguir intentándolo).
A los
que ejercen responsabilidades les pueden surgir “tentaciones” que lleven a una felicidad
individual (transitoria siempre). En su posición sin embargo, lo más importante
es el bienestar colectivo. Básicamente se trata de ser honesto, en todos los
sentidos y coherente con la comunidad en que uno vive.
Soy un
cachondo sí. Idealista me dicen algunos…Podéis seguir llamándolo. Como dicen algunos "me pone". El ser
humano me ha dado suficientes muestras para confiar en él. Quizás “los buenos” salen
menos en la prensa o en los libros de Historia, no son mediáticos, pero
refuerzan mi confianza en las personas.
No se me
escapa, claro que no, que estamos viviendo unos momentos donde la corrupción
sistematizada está hiriendo de gravedad lo que se llamó “Estado del Bienestar”.
Hoy más que nunca es muy importante que aquellos
con alguna responsabilidad colectiva den ejemplo, asuman su lucha interna y
sean capaces de reconocer sus debilidades y asumir las consecuencias.
Entiendo
que la mayoría penséis que todos estos hijos de mala madre se pasan por el arco
del triunfo todo esto que estoy diciendo. Ni luchas internas ni leches. Lo
hacen porque les sale de ahí. Seguramente sí, y seguramente la primera vez se
lo plantearon y después de una tras otra hasta pueden pensar que hacen algo “bueno”.
Seguro que lo hicieron. Estos ahora tienen que pagarlo. Ya he hablado mucho
sobre ellos en otros post.
Por eso
es vital que aquellos que sí son honestos en cuanto a su discurso, tentaciones,
conciencia y hechos lleguen a los puestos de responsabilidad. Salgan de sus
zonas de confort y den un paso al frente. El momento es ahora chavales.
Para
poder optar a ello habrán tenido batallas internas muy crueles pero les habrán
reforzado. Y eso no les exime de perder las siguientes. De esto ya debe
ocuparse el colectivo para facilitar que ningún diablillo malo les susurre
malas ideas…
Aquí,
en el mundo Occidental, se pueden cambiar las cosas. Chicos, SE PUEDE.
Se
pueden romper esquemas y proponer nuevas. Podemos romper cadenas que nos atan y
pelear por un futuro mejor. Pero ojo, siempre con el interés colectivo de fondo
cuando actuamos como conjunto. Esto no excluye el propio y legítimo interés
individual. El sistema debe permitir que ambos vayan de la mano y la suma de
los individuales redunde en algo mucho mejor para el conjunto.
Dos mil
kilómetros hacia el sur os aseguro que es mucho más complicado. También lo podrán
hacer y nuestra obligación será ayudarles, pero lo repito siempre, a los
llorones y quejicas, daros una vueltecita por África subsahariana y me lo contáis, majetes.
No me
desvío del tema, la eterna pregunta. ¿Qué puedo hacer yo? La canción de siempre
para trasladar la responsabilidad a otros.
Pues señores,
nosotros también tenemos una lucha interna a nivel colectivo. Ya sabemos que
los chorizos y mega forrados (los que lo han hecho ilícitamente) que tenemos en
boca de todos nos causan vergüenza e ira y no pasa un día sin que dejemos de
acordarnos de lo que nos están haciendo como sociedad. Pero con eso no vale, hay
cosas que dependen de nosotros para que ellos no saquen beneficio.
A menor
escala ¿no os suena eso del que no trabaja porque no le compensa mientras cobre
el paro? ¿O el que trabaja cobrándole? ¿O el que te dice con IVA o sin IVA? ¿O
el que va a las urgencias de un hospital como si fuera el médico de cabecera? ¿O
el que se salta la fila de la incorporación de la M40 porque “tiene prisa”?. ¿Nunca
habéis hecho esto? Venga… mirar un poquito para adentro.
A nivel
colectivo también somos responsables en una porción pequeña (aunque la suma de
muchas pequeñas es muy, muy grande) de nuestra propia transgresión de las
normas, de aquellas que sí hacen daño a los demás y que por tanto empeoran la
situación de otro, aunque sea transitoriamente.
Os lo
recomiendo. Dejar que vuestras luchas internas sucedan, sin miedo, dejando que
vuestro yo más íntimo tome partido. Y no os olvidéis del colectivo, sin nuestro
“ser social” ninguna lucha interna tiene sentido…
Por
cierto, no os desesperéis, esto es una guerra permanente con uno mismo.
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