Manipúlame otra vez

Manipulación. Una palabra que da grima cuando se pronuncia, pero que forma parte de nuestras vidas.

Cuando era adolescente y llegaba tarde a casa la excusa perfecta era que el metro se había estropeado. Era una mentira como una casa (mentira piadosa, mamá), y no creo que colara pero mis padres hacían la vista gorda generalmente. Claro, yo sabía que era mentira y me sentía mal por ello, con lo que llegado un punto fue el momento de negociar.

Para negociar nada mejor que el compararse. Lo hacemos todos los días. Nos comparamos con el vecino, con el compañero de curro, con el resto de la familia…siempre en beneficio nuestro y como reclamo a las instancias superiores, por ejemplo de aumentos de sueldo o de llegar más tarde a casa.

Sigo con la historia. A la hora de negociar era fácil decir que <<es que Pepito no tiene hora, o Juanito coge un taxi y tarda menos>>, etc. Realmente era cierto, pero con matices. Cuando explicaba a mis padres que si me iba antes sólo iba a estar un ratito en la disco porque tardaba mucho en llegar o que se animaba a partir de tal hora y mis amigos si se quedaban, no mentía, pero les condicionaba. No les contaba que podría llegar más pronto si antes no me fuera de bares o que realmente para estar cuando estaba animada la fiesta debía ser 2 horas después, cosa que mis amigos tampoco podían hacer. Manipulaba.

Al final la solución salomónica era que la mayoría de las veces nos venía a buscar uno de los padres, con la subsiguiente vergüenza que nos daba en el caso de haber hecho amistad J con alguna chica.

Nuestra vida está inundada de manipulaciones tanto externas como internas. Si Pepito, de tal partido, roba es un chorizo, si lo hace menganito no es comparable. Si uno está imputado que no vaya en listas, pero si está en “mi bando” ya encontraremos la excusa para decir que sí pero no y que no importa tanto.

No hace falta irse a la política para encontrar manipulación y juego sucio. Lo vemos en como da cualquier noticia la prensa cada día cuando comparamos unas portadas con otras, totalmente sesgadas y tendenciosas.

Qué decir de cuando nos vamos a algo más tangible y le lloramos a la pareja o a la familia con el beneficio que siempre le otorgan al hijo, al primo o a la suegra y nos niegan a nosotros en las mismas circunstancias, aunque sepamos que no son exactamente iguales.

Y no hace falta que os cuente del curro…Todos hemos tenido la experiencia y hemos enfocado asuntos de tal forma que “vendiéramos” nuestra parte buena en ellos, dejando la parte negativa en segundo término. Esas convenciones de empresas en que siempre todo es positivo…

Vamos que debe ser que nos mola esto de mirar la realidad con el color del prisma que más nos interese…

Creo que la sociedad estamos perdiendo algo fundamental. Ya está el idealista, ya veréis. Perdemos la capacidad de ponernos en los pies del otro. A todos los niveles, desde la pareja, los hijos hasta el político que “no es de los míos”. No queremos entender las razones del otro, sino imponer las nuestras, sea por la hiel, tipo rodillo o por la miel, tipo manipulación con vaselina. Pero no nos gusta entender al otro.

Es una generalización injusta pero es la sensación que tengo hace tiempo. Los mayores porque son mayores y lo saben todo, los jóvenes porque van a su bola y nadie les dice lo que tienen que hacer y los de en medio porque somos los “guays del Paraguay” que levantamos la persiana del país todos los días.
Nos hace falta escucharnos más y actuar en consecuencia, si necesidad de manipularnos.

Me voy a ir al ejemplo del momento. La crisis Griega se puede mirar de mil maneras. Lo que es cierto es que hay un problema que hay que solucionar. Para condicionar a la opinión pública se hacen “bandos” y se juega una partida de ajedrez que tiene consecuencias para 10 millones de griegos. Los medios, los políticos, las instituciones “independientes”, todos sacan datos “objetivos” en los que posicionan a Grecia como unos desgraciados (con todo mi respeto) o como unos vividores (ídem).

Y digo yo que todos tendrán parte de razón y parte de sesgo. En vez de tratar de condicionar a la opinión pública constantemente, ¿por qué no consumen esos esfuerzos en buscar los puntos de encuentro y hacerse fuertes en ellos? Los yankees son mucho más listos que nosotros en esto, la teoría de buscarse un enemigo común les une. Nosotros nos dividimos…y ni siquiera necesitamos enemigo para hacerlo.

Según la definición de manipular en el diccionario de la RAE, en su acepción tercera, significa   ”Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”.

Cuando nos viene bien es persuadir, convencer, democratizar y cuando nos viene mal es engañar, mentir, demagogia…

Me gustaría que todos, antes de emitir algunos juicios de valor intentáramos documentarnos objetivamente, sin colores, sólo con la intención de entender una foto global de cualquier circunstancia, por ejemplo en el amor hacia alguien o el enfado con alguien.

Primero entender la foto global con hechos objetivos y ponerse en su piel. Si entendemos las razones de los demás es posible que sigamos en desacuerdo pero sabremos en qué exactamente estamos en desacuerdo y sobre qué sí podemos edificar un espacio de entendimiento…

Evitaríamos muchos conflictos así.

Acabo con una frase que oí ayer a un político que no escondo que me gusta. Albert Rivera dijo “yo no quiero ni bandos ni miedo”.

Y se lo compro. Estoy harto de que en este lugar y en este momento, con el acceso a la tecnología y a la información, la manipulación de las cosas, la supremacía de “mi verdad” no nos deje ver el bosque y nos convierta en enemigos unos de otros constantemente, por lo menos en el papel. Sin posibilidad de encontrarse y con odio ancestral.

Lo he dicho muchas veces, tenemos que olvidarnos de los clichés de rojos y azules, perro flautas y pijos, oprimidos y opresores y demás chorradas que los poderosos dicen para que nos tengamos miedo.

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