23F: El enemigo que nos unió a todos

El día 23 de febrero de 1981 no se me olvidará nunca. Tenía 7 años recién cumplidos y es uno de los primeros recuerdos que tengo de la infancia.

Veréis. Mi hermana pequeña había nacido al final de enero y tras unas semanas en la incubadora por fin venía a casa con mi madre. Ese 23F apenas llevaba un par de días en casa.

Aquella tarde estaba una tía abuela mía en casa. Una mujer entrañable que eso sí, era muy fan de Franco, a diferencia de su hermano, mi abuelo, que lo era de la República. Es lo que tienen las guerras civiles, hermanos, contra hermanos.

Como ya he comentado alguna vez, mi madre es “roja”, y mi padre “azul”. Recuerdo más de una discusión acalorada por la política, hasta tal punto que en mi casa se dejó de hablar de ella.

Puestos en contexto, recuerdo aquella tarde. Estábamos en casa y de repente sonó el teléfono. Mi padre llamaba desde una cabina en el centro de Madrid. No existían los móviles.

Le decía a mi madre que estaba pasando algo puesto que la gente corría a refugiarse en sus casas y la calle se había quedado vacía. Decía que había oído algo de un Golpe de Estado o la Guardia Civil tomando el Congreso.

Lo recuerdo perfectamente, mi madre llorando pensando que se repetía el episodio que tanto había hecho sufrir a la familia. No sabía qué hacer, si las maletas, si irnos lejos de Madrid. Pensarlo, mi hermana tenía horas fuera del hospital.

Por otro lado mi tía abuela, muy preocupada, porque a pesar de ser muy pro Franco no quería que se volviese a repetir la Historia.

Llegó mi padre al rato. Entre la radio y lo que contaba mi padre parecía que había un follón muy gordo. Yo no entendía nada, pero las caras lo decían todo. Había mucha preocupación. Llamadas entre la familia, los que estaban a favor, en contra, muchas discusiones y mucha tensión.

Hablaban de tanques en la calle en no sé dónde y más tanques entrando en Madrid. Un momento difícil fué cuando mi padre acercó a mi tía abuela en coche a su casa. Fué un alivio cuando volvió.

Aquella noche apenas se durmió. Los lloriqueos del bebé y la radio permanentemente conectada. En la Televisión pasaron de la “Carta de Ajuste” a los desfiles militares y el informativo que acabó con un mensaje de un señor muy serio y dibujos animados.

Fue el mensaje del Rey el que quitó la cara de preocupación de mi madre. Lo recuerdo perfectamente. Algo había dicho ese señor que cambió todo.

A partir de ahí la gente se echó a la calle. No lo entendí hasta años más tarde, pero el pueblo, incluso los que inicialmente apoyaban el Golpe, vencieron el miedo y salieron a decir que no querían más sangre en este país. Bastante habíamos tenido ya y teníamos con el terrorismo.

Recuerdo después de los dibujos que salían señores del Congreso y había muchos besos y abrazos. Recuerdo que enemigos encarnizados (esto lo supe después) salían juntos, después de haber sufrido juntos la misma situación.

Recuerdo que no hubo cole y que hubo muchísima gente en la calle al día siguiente. Más de un millón de personas decían.

Recuerdo que ese día nadie se apropió de símbolos ni de himnos. Era muy pequeño, pero suficientemente mayor para entender que algo muy importante había pasado ese día.

Por unas horas el pueblo compartió los mismos temores y, en una gran mayoría, el mismo deseo. Nadie quería que pasara lo que les había pasado a sus padres 40 años antes. Todas las familias tienen su Historia de la Guerra Civil y nadie quería otra.

Por un momento, un instante, unas horas, el pueblo fue suficientemente maduro para olvidarse de lo que nos separa y enfocarse en lo que nos une, que es mucho más y más fuerte. No hubo bandos. Mi padre, pro Franco por aquel entonces y mi madre, pro República, pensaron lo mismo. No hubo discusión.

Se llama enemigo común. Es lo único capaz de unir a este pueblo y a este país. Nos dividimos en bandos permanentemente, nos ponemos a parir, lo convertimos en personal, nos acordamos de hace 80 años antes de mirar al futuro. Nos preocupa más lo que no sabemos cómo será que todo lo negativo que tenemos alrededor y no somos capaces de solucionar.

Aunque parezca mentira, y me resulte muy triste decirlo, mi país necesita un enemigo común contra el que luchar para estar unido. Necesita una causa que le una para ser valientes y no vivir en el estado de cobardía en el que estamos, de tirar la piedra y esconder la mano.

España es un país peculiar. Con una diversidad que lo hace grande. Con localismos y al mismo tiempo muy comprometido con la globalidad. De incoherencias permanentes y de una solidaridad infinita cuando toca. Somos muy peculiares sí.

Pero hay una cosa en la que tenemos un gran vacío que nos “mata”, que nos divide y que hace que hasta chavales de 20 años hablen de bandos que ni siquiera comprenden. Tenemos una herida sin cerrar y que ya se encargan algunos dirigentes de que no se cierre nunca porque les viene bien.

Admiro a Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Estados Unidos, Japón, Rusia y tantos otros países que sufrieron guerras no hace mucho. Claro, sus guerras fueron de unión como pueblo. Los hermanos lucharon juntos, no uno contra otro. Independientemente de lo que se defendiera, que ya sabemos que fue muy cruel. Pero su “enemigo común” hace que como pueblo no tengan ninguna duda de los principios básicos que los unen, poniéndolos por delante de temas que los separan y buscando soluciones.

Es algo que aquí debemos aprender de ellos. Es admirable el compromiso de un inglés, un francés o un alemán con su bienestar común. La gente de a pie no usa picarescas para ahorrarse el IVA en perjuicio de todos o hacer tantas cosas que no dependen de políticos y perjudican al resto.

Yo no quiero más 23F. Pero tampoco quiero que esta división permanente entre “rojos” y “azules” vaya a más. Todos queremos lo mismo y si nos dejamos convencer y dividir por los que sólo buscan votos, acabaremos como pensamos que no es posible acabar. No quiero ni imaginarme a uno de nuestros hijos en una situación así por la sinrazón de cuatro payasos.

Os dejo otro dato, hay otro momento en que este pueblo se une sin fisuras…Gasol, Nadal y ese mágico instante de Iniesta… Curioso, pero nos unen las alegrías de ganar un juego antes que la tristeza de dejarle un futuro de enfrentamiento a nuestros hijos.

Estamos a tiempo de cambiarlo. Depende de nosotros.


#impossibleisnothing

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