Y llegó...Navidad
Pues sí, ya está aquí. Como por arte
de magia, de repente empieza ese clima navideño en todas partes. Los
villancicos que no paran, la locura de las compras, los comercios llenos y
torrentes y torrentes de seres humanos que ocupan sus ciudades, como si hubieran
estado escondidos el resto del año.
Esto en nuestro entorno, claro. En
otros rezan, en la religión que sea, para que una bomba no les caiga encima. Y
en otros se contentan sólo por el hecho de sobrevivir un día más.
No voy a repetir el rollo
tradicional de que Feliz Navidad y todos los días del año. Ya me lo habéis
leído varias veces y no quiero que esto parezca el “Mensaje Navideño de David”.
Me faltaría grabarlo y colgarlo en youtube…
Pero sí quiero hacer una reflexión.
Desde el profundo respeto a las creencias o no creencias de cada uno y sobre
todo desde la coherencia o incoherencia entre lo que decimos y hacemos.
La Navidad, objetivamente, conmemora
un hecho. Con toda la parafernalia que queráis, pero lo conmemora. El fondo es
un mensaje y de ahí eso de “hombre, no discutas hoy que es Navidad”, y mi
ironía de todos buenos por Navidad. En el fondo conmemoramos el nacimiento de
un mensaje que me atrevería a decir, es compartido por toda la humanidad, y es
el deseo de vivir en paz y de ser querido.
Da igual que le pongamos nombre
religioso o no. Eso es otra historia. Lo que a todos nos emociona o molesta de
este tiempo es ese mensaje, de que el ser humano, si se lo propone, puede hacer
cosas maravillosas. Hay esperanza.
La incoherencia es que después sólo “somos
buenos” un ratito. Podemos compartir mesa con alguien con quien no nos gusta
hacerlo porque “es Navidad” o podemos hacer de tripas corazón para ser
comprensivos con nuestros mayores o nuestros pequeños, cuando normalmente no lo
somos, porque “es Navidad”. Es decir, podemos durante un minuto tener una
actitud distinta, de bondad desinteresada.
Pero luego llega la batalla por
colarse en los talleres Navideños de los niños, la cola de la pescadería o la
de los juguetes. Nuestra bondad dura poco…
Lo mejor de todo es que ese minuto
de “amor” sin contrapartida, gratis, demuestra que se puede. Se puede tener ese
minuto todos los días, incluso ampliarlo a algo más de tiempo y ya sería un
sueño convertirlo en nuestra razón de ser, por encima de intereses personales,
políticos, económicos y una lista sin fin.
A mí, la Navidad me demuestra que si
las personas quieren lo pueden hacer. Me sorprendo cuando recibo la atención de
aquellos que siempre están ocupadísimos y sacan 30 segundos para decir que
están ahí, sólo porque “es Navidad”. Los echo de menos cuando lo paso mal y no
están…con lo bonito que sería que se acordaran siempre. Y por supuesto me
aplico mi parte de autocrítica.
Parece que en Navidad, como en el
anuncio de Campofrío, podemos superar nuestras diferencias. Parece que hay una
tregua en la crispación política, económica, social… Parece que al final todo
el mundo puede tener cena de Nochebuena y estar de fiesta. De repente “desaparecen”
algunos problemas, sólo porque “es Navidad”.
Y sin embargo el cambio está en la
actitud de todos nosotros. En ese minuto de altruismo que decía antes. Y yo me
pregunto, ¿qué sería del mundo si esa actitud, ese minuto de altruismo, fuera
el pilar sobre el que construimos? Quizás tendríamos que lamentar menos
desgracias globales, menos imágenes que nos avergüenzan como personas y menos
disputas absurdas por demostrar que “tengo razón”.
Hay historias increíbles, más o
menos exageradas, de “milagros Navideños”. Camaradería entre bandos en guerras,
entendimiento entre los que nunca se entienden, sueños que por fin se cumplen…
Mi sueño es que eso fuera cada día.
Este año, para cambiar un poco mi
perfil de Mr Scrooge, os deseo una muy Feliz Navidad. Pero os invito a que trasladéis
el espíritu y la actitud de ese día a todo el año. Que no se quede sólo en una
cena ni en una comida, que se quede en una actitud y razón de ser, como seres
humanos, sin necesidad de que haya otros motivos.
Disfrutar mucho y cuidadito con los
excesos…o no… J
#impossibleisnothing
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