El trabajo que viene
Los latinos tenemos una gran
resistencia al cambio. Somos capaces de improvisar para organizar un gran
evento y deslomarnos para sacar un proyecto adelante en tiempo récord, pero se
nos da fatal cuando podemos planificar un cambio paulatino, sin prisas pero sin
pausas. O nos ponen la espada de Damocles en el cuello o pocos son capaces de anticiparse.
Es un tema cultural y de educación, que podría ser distinto si estuviéramos por la labor.
Uno de los grandes cambios a los que
nos resistimos es aquel del que nos gusta tanto hablar y dar lecciones. Ya sabemos que del dicho al hecho...el "cambio digital".
Y me refiero al cambio “digital”,
pero de verdad, no sólo de que compramos un día online. Hablo del cambio
digital, aprovechando las nuevas tecnologías. Supone ir más allá de hablar con nuestros
colegas por whatsapp o por Skype, más allá de relacionarnos con desconocidos por las
redes sociales. Tiene un recorrido mucho mayor.
El cambio digital, el de verdad,
propicia que podamos utilizar la tecnología en su vertiente positiva (también la
negativa desgraciadamente). Supone que en nuestro día a día se “cuelen” una serie de hábitos o tareas nuevas, sustituyendo a otras o complementándolas.
Imaginaros, no es difícil, desde controlar las tareas caseras en remoto, hacer el desayuno,
conducir (con o sin control manual), evitar atascos utilizando el bigdata,
trabajar desde cualquier sitio, “televiajar” con multiconferencias de video,
hacer la compra... y sí también el ocio o la planificación de las vacaciones, controlar
nuestro estado de salud, hacer deporte desde casa e incluso asistir a
conciertos a la carta o al cine desde donde queramos. Por no decir de todas las
posibilidades infantiles (educación, atención, juego, etc que se nos abren) o
la capacidad de formarnos, con calidad, de manera online. Esto es el mundo
digital, por el que yo apuesto.
El cambio digital no sustituye ni
debe sustituir nuestra naturaleza de seres humanos. No cambia el contacto con los demás ni nuestras necesidades físicas ni emocionales. No sustituye nuestro
1.0, sino que bien utilizado, lo complementa y lo hace mejor, más fácil e incluso más justo.
No es sólo el negocio de grandes
emprendedores que han tenido una gran idea. Es la manera de hacer un mundo
mejor y más accesible a todos. Democratiza lo que antes era sólo del alcance de
unos pocos.
Dos de las grandes revoluciones, que
ya están aquí, son la educación y el trabajo.
En cuanto al primero hay gran variedad de opciones,
plataformas y proyectos que nos ayudan a aprender, de manera práctica e incluso
jugando. Con titulación, si es lo que buscamos. Y al alcance de todos. Es
posible hacerlo. Ya hablaremos de ello en otro post. Pero amigos como
@keimstorm y @davidcpvm os podrían contar muchísimo sobre ello.
El tema que me ocupa hoy es el
trabajo. Circula por la red ese famoso artículo de prestigiosos autores en el
que se dice que el 90% de las profesiones que serán top en los próximos 10 años,
todavía no están inventadas. Bueno, quizás es un poco exagerado, pero lo que
viene a contar, de manera metafórica tal vez, es que hay una clara tendencia al cambio, tanto del contenido de
lo que hacemos (mucho más práctico en el futuro) como de la forma en la
que lo hacemos.
En las empresas españolas, grandes,
pequeñas, medianas y en general en el mundo latino hay un miedo atroz al
teletrabajo o al trabajo por objetivos/proyectos, con flexibilidad de
organización por parte del trabajador. Hay excepciones y compañías, más
orientadas al ámbito tecnológico o de nueva creación, que están haciendo los
deberes, pero en general hay una resistencia importante al cambio.
Y la hay por dos motivos. Por la propia
cultura de las empresas, donde se ha trabajado con modelos muy verticales
(jerarquías) tradicionalmente y donde lo que vale es cómo lo ve el jefe (y el resto son chorradas de Recursos Humanos), y por
la propia cultura de los empleados, donde el que hace teletrabajo o trabaja con
flexibilidad llega a ser señalado por sus compañeros aludiendo a la picaresca
que tanto acompaña a nuestra cultura. Es decir, miedo a la jerarquía y
desconfianza entre compañeros (en vertical y horizontal).
Pues hay que empezar a romper lanzas
a favor de las nuevas tecnologías para este tema. Trabajar de otra manera implica tener
flexibilidad, conectarse a las reuniones vía multitud de aplicaciones que
existen para ello, discutir las propuestas online, con mensajería específica
para ello, como hacemos cuando tenemos el debate familiar en ese grupo de
whatsapp omnipresente, llamado “Familia”. Implica un ahorro de espacios
físicos, de costes de desplazamiento, de mejora de la movilidad en las grandes
ciudades (menos tráfico), de conciliación, elimina barreras e incluso evita
discriminaciones etc…
Y es posible solamente venciendo dos barreras. Que “el
jefe” y los demás compañeros, sean capaces de aceptar que se puede trabajar
así, incluso que ellos también pueden, y que el trabajador sea responsable, como
se le presupone, y no se escaquee amparado en esa flexibilidad.
Creo que es factible. Desde el
Gobierno, el que sea, se debería de impulsar un plan Global, con inversión en
recursos y modernización de las leyes, garantizando la protección del
trabajador y por supuesto del empresario, y sobre todo desmitificando el “señalamiento
social” a aquellos que se aprovechan de estas ventajas y a los que se "criminaliza" en
muchos casos.
Hay mucho por hacer. En mi
experiencia, por mi entorno laboral de los últimos años, se está haciendo un
gran esfuerzo, pero el primer cambio es el de mentalidad. Las grandes
organizaciones establecen planes y quieren poner en marcha esta sociedad del
cambio en la que realmente nos demuestran que creen, pero luego hay que
aterrizarlo al terreno del día a día y esto debe conllevar cambios culturales y educación a todos los niveles. Sólo se cree de verdad cuando uno se lo aplica con hechos.
Y en las PYMES, para qué contaros. Son
el tejido fundamental de nuestra economía, el corazón de nuestro Estado de
Bienestar. Hay que desprenderse de prejuicios, no hay que tener miedo. Impulsado por un buen plan de infraestructuras y fiscal, además de regulatorio, les supondría un salto bestial hacia adelante. Y traería grandísimas ventajas, en todos los sentidos e incluso una mejora de los beneficios, sin despedir a nadie, sólo reutilizando los recursos en un entorno nuevo.
Si lo pensáis bien, en lo que
seguramente son vuestro hábitos de consumo, el comercio online ha crecido en 2016 una barbaridad. Cada vez veo más gente que se atreve con el
mundo online. Muchas campañas de Navidad de grandes empresas y de PYMES se han
centrado en la red, aunque tradicionalmente fueran “presenciales”. Y ahora en
época de rebajas se están dejando los restos por fomentarlo más y más.
Me podéis decir, claro, sustituyes
personas por robots. No, ese es un falso prejuicio. Los nuevos hábitos del
comercio online necesitan multitud de empleados detrás, desde el que te chatea
y te recomienda o resuelve tus preguntas, pasando por el macrocentrologístico que
lo distribuye, los encargados de la seguridad e integridad de las transacciones
que se realizan, las atenciones al cliente específicas para este tipo de
comercio (incluyendo redes sociales), la gestión del transporte para que lo tengas en tiempo record y un
sinfín de tareas que hay por detrás (marketing, ventas, gestión de proveedores, clientes, etc).
El problema es que son nuevas muchas de
ellas y esto nos asusta. Se nos llena la boca de que somos muy modernos y luego estamos llenos de prejuicios...
Amig@s, estamos en la era digital,
no sólo para darnos caña en Twitter o hacer amigos en Facebook. Estamos en la
era digital para aprovecharnos de todo lo que conlleva y crear un mundo más
justo, más equitativo y mejor para nuestro futuro como seres humanos, no como
máquinas. Se trata de derribar unas pocas barreras, con nosotros mismos…
¿Quién se apunta?
#impossibleisnothing
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