Grandes Corporaciones vs Startups


Hace unos años fundé una startup. Lo hice con unos compañeros de viaje maravillosos sin que ninguno lo tuviéramos en nuestro plan de vida en ese momento. Simplemente surgió.

Ya había aprendido que las casualidades no son tales y que todo tiene un por qué, aunque a veces necesites perspectiva y tiempo para entenderlo. Y esto no fue casual, tenía que pasar.

Tener una idea, transformarla en proyecto, contarla a los más relevantes inversores nacionales e internacionales, ejecutarla y convertirla en una empresa, con todo lo que conlleva, fue una experiencia que cambió mi concepción del mundo laboral y por supuesto un punto de inflexión en mi carrera profesional.

Hicimos un “market place” online de contenido audiovisual. Se trataba de que aquellos dueños de imágenes de video no utilizadas (imagen de archivo o footage de la que sobran horas y horas en los rodajes), con un determinado estándar de calidad, las pusieran a disposición de aquellos que necesitaban ese recurso (por ejemplo, un plano aéreo del lugar donde te casaste que haría más bonito el video de la boda, o una imagen de Pirámides de Egipto que costaría mucho producir). Todo ello en cortes de 10-15 segundos y a un precio razonable con cesión de derechos.

La idea, en el 2010, donde existían muy poquitas plataformas de este tipo, por no decir ninguna, era muy buena (que voy a decir yo), y recibió el aval de inversores y unas cuantas nominaciones a premios. Puede que el momento y el lugar no fueran lo más propicios o puede que nos equivocáramos en muchas cosas y por eso no fuimos capaces de darle continuidad al proyecto, el cual “matamos”, ya como empresa en 2016. Pero construimos algo muy bonito y sobre todo algo que nos generó un aprendizaje impagable, a base de cometer errores y perseverar.

Todo esto lo hicimos en nuestro tiempo libre. Quizás ese fue el error. Nuestros skypes empezaban a las 10 de la noche y los fines de semana eran monotemáticos. Cada uno tenía su actividad profesional, en algún caso, como el mío, en una gran Corporación y pedazo de empresa como es Telefónica.

Llegado el momento, cuando ya el “niño” había nacido y se había convertido en un e-commerce en toda regla, uno de los socios se dedicó a tiempo completo a ello, llevando las riendas de toda la operación. Ahí, aún más, se intensificaron esas reuniones nocturnas que pasaron a ser casi diarias y muy ejecutivas.

Después llegó el momento de reconocer la derrota y cerrar la persiana, esperando nuevas batallas. Cada uno siguió su camino. En mi caso seguí y sigo muy ligado a startups, colaborando altruistamente con algunos proyectos o con personas vinculadas a ellos, tratando de transmitirles algo de lo que aprendí por si les sirve de ayuda. Y debo decir que estoy orgulloso de que la tasa de supervivencia sea muy alta. La verdad es que son unos cracks casi todos los emprendedores con los que he tenido la suerte de cruzarme.

Pero mi trabajo en los últimos 20 años ha estado siempre en grandes corporaciones. Cuando uno habla de ellas con emprendedores las ven como el cliente apetecible, pero también como el elefante pesado difícil de mover. Algunas de ellas, de nacimiento privado, pueden ser más ligeras, pero acaban teniendo un “legacy” difícil de flexibilizar. Otras, con un componente público, tienen ese “legacy” y además otro cultural que requiere de largo tiempo para transformar.

Sin embargo, creo que mucho emprendedores cometen el error de pensar que esas compañías sólo tienen recursos (pasta) y que sin eso no serían capaces de estar donde están. Bueno, es cierto que cuentan con muchos recursos, que hay que administrar y asignar bien, pero cuentan con algo que tiene mucho valor: Historia, experiencia que les ha hecho aprender de errores y reinventarse una y otra vez.

Para mí, aquella definición maravillosa de Steve Jobs sobre el secreto de Apple es la simbiosis perfecta. Al ser entrevistado y preguntado por cómo hacían las cosas en Apple, siendo ya un gigante, contestó diciendo que el truco era “que en Apple funcionaban como una startup, sin comités ni reuniones interminables, todo ejecutivo”.

Y quizás es lo que la gran empresa debe mejorar. Hay grandes planes de transformación en aquellas que piensan en el futuro. Planes en los que las estructuras son más ágiles y flexibles, con perfiles multidisciplinares que sepan trabajar en equipo y por proyectos y con mucho talento, pero que necesita de liderazgo. Por eso en mi opinión, grandes compañías, buscan ese talento y esa metodología nueva en las startups y “fichan” a cracks con trayectorias impresionantes capaces de inspirar y contagiar.

Ojo, esos cracks también existen dentro, pero sólo con el ejercicio de transformación es posible aflorarlos. A veces ese "legacy" los tiene "anestesiados" y es necesario que despierten. Puede suceder que esas estructuras, inicialmente pesadas, dificulten que se les pueda ver. Pero no lo dudéis, ni los de grandes compañías ni los de pequeñas, si uno cree en lo que hace y persevera, al final las cosas pasan.

Una clave es la cultura. La flexibilidad de una startup hace que todo sea muy dinámico y que todos “sean iguales”. Las jerarquías casi no existen y todos los empleados consideran emocionalmente que la empresa, en parte, les pertenece. La sensación de construir algo con otras personas, alinea objetivos y reduce el peso de los egos. En las grandes Corporaciones, cada vez más, se trata de funcionar así, ser ágiles y tener menos estructuras verticales. La renovación cultural viene por perder el miedo al cambio y sobre todo al cambio de “status-quo” de algunas personas. Si se consigue, entonces la transformación es muy rápida. Si no, es mucho más lenta, con posibles consecuencias negativas.

Normalmente las grandes Compañías se componen de otras más pequeñitas. Cada una con cultura diferente, bien por su dispersión geográfica o bien por su organización de Divisiones. Esto fragmenta la cultura global en pequeñas culturas específicas. Visto constructivamente esto retroalimenta y enriquece al conjunto, aunque a veces puede generar ineficiencias. Incluso puede haber un vacío entre el negocio y las áreas de soporte. Ahí el papel del liderazgo y de la comunicación es clave. La diversidad siempre enriquece, y el alineamiento de visión, misión y valores es esencial.  

Las grandes Compañías necesitan esos líderes que inspiren ese cambio cultural y que sean capaces de dirigir la ejecución del proyecto, de manera flexible y dinámica. Los necesitan a todos los niveles. El efecto contagio es crucial. 

Las startups a su vez, necesitan estrategia y una asignación ordenada e inteligente de los recursos. Todo es complementario, y en todos los casos siempre hay recorrido de mejora.

Yo estoy orgulloso de la doble experiencia. El aprendizaje y la ilusión debe ser permanente. Si una de las dos falla, hay que replanteárselo. Si se mantienen, hay que perseverar. No hay que confundir diferentes ciclos de una compañía con estancamiento de la misma. Tampoco debemos asumir los momentos más complicados o aburridos como fruto de las desmotivaciones. Se trata de que los equipos sumen y eso a veces implica afrontar momentos más difíciles, de los que siempre se sale reforzado. A veces el pasito para atrás para coger impulso es necesario y muy sano.

Pero quiero que quede claro el mensaje. Ni las grandes Compañías deben menospreciar a las startups por su falta de experiencia o por moverse en entornos donde no existe tanta presión inicial de métricas financieras, ni las startups deben menospreciar a las grandes Compañías por su Historia o su burocracia interna que ralentiza los procesos. Lo mejor, aprender unos de otros y tener la mente abierta para ser flexibles y cambiar lo que no funciona. 

Y por favor, ni unos ni otros pensar que nadie es más listo que nadie…Siempre hay uno más rápido en el Oeste, ya lo sabéis.

#impossibleisnothing

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