La picaresca nos limita...
España
es un país maravilloso. Desde dentro ya nos encargamos de darnos caña
constantemente, pero desde fuera envidian muchas de nuestras “riquezas”
culturales, gastronómicas, sociales, naturales… Generalmente las valoramos
cuando nos toca ir a otro país.
Sin
embargo, hay algo muy arraigado en nuestra cultura, quizás aplica a todos los
países latinos, y que nos limita constantemente. En el caso de España es un “vicio”
adquirido muy intenso. Es probable que durante siglos fuera un rasgo necesario
para muchas personas si querían sobrevivir, pero hoy deberíamos exterminarlo de
una vez. No nos ayuda. Es la famosa “picaresca”.
La
picaresca, que viene de picardía, es la capacidad para sacar provecho de una
determinada situación, con sutileza, sin que se note y en muchos casos, en
perjuicio de otra persona. Es la “mentirijilla piadosa”, el colarse en la cola
o el meternos al final de la vía de desvío en la carretera, etc. Se confunde
con la astucia, pero no lo es. Es querer ser el más listo de la clase a costa
de otro que sale perjudicado.
Y
esto lo tenemos en nuestro ADN cultural desde hace más de 5 siglos. El
Lazarillo de Tormes ya nos lo ponía de manifiesto en aquel famoso pasaje de las
uvas, de hace mucho tiempo. Y lo que, probablemente, en un momento del tiempo
se convirtió en necesidad, hoy es nuestra especialidad.
La
picaresca nos limita. Y lo hace mucho. Genera desconfianza permanente en las
“intenciones ocultas” del que tenemos enfrente, nos plantea la duda si debemos
respetar las normas o soy el único “pringado” que lo hace, nos pone en el
dilema moral de si nuestros hijos deberían incrustársela en su forma de ser
(por aquello de confundirla con la astucia) o no. Nos pone frenos al conjunto
en beneficio de unos cuantos que buscan siempre su rédito individual. Es una
cualidad que además nos cabrea y nos frustra cuando la recibimos "en contra".
Y
no es sólo una cuestión de gobernantes de turno o de leyes, que también. Es una
cuestión de personas y ciudadanos. De intereses colectivos versus individuales, de
hacer más y posturear menos. Va de eso.
Miramos
para otro lado cuando un amigo defrauda (por ejemplo, el IVA) o se salta un
paso de peatones o se cuela en el supermercado. Nos cabrea cuando nos lo hacen
y por supuesto nos indigna cuando encima son responsables públicos, pero no
decimos nada cuando lo hace alguien cercano. Incluso le reímos las gracias. Otra cosa es cuando es alguien no cercano, al que recriminamos, más por
envidia, que por sentido cívico.
Y
esto tiene que acabar. El mundo digital debe ayudarnos a cambiar muchos
paradigmas, y también de una vez, el de la picaresca que le divierte al que la
hace, pero causa frustración en quien la recibe.
Y
repito mi mantra. El cambio sólo puede venir por la educación y el 99% de la
misma es el ejemplo que vemos en nuestro entorno. Sólo así podemos ir a mejor.
No podemos convertirnos en una sociedad hipócrita donde nos escandalizamos con
lo que hacen algunas personas y nosotros lo repetimos a nuestra escala. No hay
excusa amig@s. La falta de respeto a los demás, individualmente, y al colectivo, es indiferente de si viene de un Rey que de un mendigo. Son injustificables
todas y nosotros debemos concienciarnos de ello y dejar de aplicar esa doble
moral que se llama picaresca.
A
veces, mirando a mi hijo pienso, ¿será demasiado bueno? ¿debería ser más
“pícaro”? ¿lo estamos haciendo bien? No sabéis la rabia que me supone conmigo
mismo el preguntármelo. ¿dónde está la frontera?
Supongo
que no soy el único. Que el dilema moral nos viene a más de un@. Quiero pensar
que la respuesta, cada vez más, es sí, lo estás haciendo bien. Aunque otros
padres no cumplan con su parte tú debes cumplir. Confío en que la “ósmosis”
haga que los guays de siempre se contagien. Quizás es demasiado idealista.
Quiero
una sociedad donde la gente se respete y se reconozca sus logros. Donde la
envidia sea “sana” (si es que existe como herramienta de mejora) y donde la desconfianza no sea el punto de partida. Quiero
una sociedad donde no tenga que vigilar mi espalda y donde el “bulling” de los
que se creen más listos que nadie, sea una anécdota. Quiero una sociedad de
valores, de miras colectivas, de esfuerzo, de tolerancia.
Y
así no la vamos a tener. O ponemos cada uno el granito de “empezar” o dejaremos
un lugar muy conflictivo para nuestros hijos. No vale con decir que hasta que
los políticos no dejen de robar o hasta que el vecino no empiece a hacerlo yo no
lo voy a hacer, porque pareceré gili***las. Me da igual parecerlo para es@s
frustrad@s. Lo que quiero es que la mayor parte podamos construir y derrotemos
a esa minoría.
Por
favor, pensarlo. Cuando aplaudís al niño que se coló en el pintacaras o les dejamos, a ver que hacen, e imitan una mala actitud nuestra, decírselo. No lo dejemos
pasar. Son el futuro de una sociedad más justa, más “noble” y probablemente la
mejor razón para que cambiemos todos.
#impossibleisnothing
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