La voluntad pudo con el muro


El pasado domingo se disputó una de las carreras que se corren en España con mayor renombre internacional: La Maratón de Valencia.

Para los que no conozcáis de que va, deciros que una maratón es una carrera de 42 kms y 195 metros (aunque en su origen era unos kilómetros menor y se alargó para que la reina de Inglaterra diera la salida desde su castillo de Windsor en las primeras olimpíadas de Londres en 1908). Es una prueba que se viene disputando desde la restauración de los Juegos Olímpicos modernos en 1896, ya que evoca a la victoria de los Griegos sobre los todopoderosos Persas en la batalla que da nombre a la prueba, allá por el año 490 a.C. Según la tradición no documentada, un mensajero, Filípides (no está claro) corrió la distancia que separaba Maratón y Atenas (unos 39 kms) para informar de la victoria y prevenir a la ciudad de un segundo ataque.

El caso es que, con el paso del tiempo, la maratón actual, se entiende como una prueba de fondo de una dureza extrema, en la que el deportista ha de llevar su cuerpo al límite para acabarla. Y la de Valencia es una de las mejores del mundo, al correrse al nivel del mar y no tener apenas desnivel (es plana).

Y en los tiempos que corren, con tanta afición al running, pues resulta que se ha consolidado como el reto que todo runner ha de superar, al menos, una vez en su vida.

Bueno, pues en mi caso, nunca he tenido una gran afición a disputar carreras populares. Llevo toda la vida corriendo, pero como preparación física para hacer otros deportes, fundamentalmente jugar al fútbol. Sin embargo, con el tiempo, el gusanillo de sí seré capaz de correr x kilómetros y los amigos que te “lían” me lleva a haber participado en varias de 10 y 21 kilómetros.

Y como no, faltaban los 42…

Pues bien, el pasado domingo tocó enfrentarse al reto. Y fue muy duro.

He de decir que ese día es el día del examen de fin de curso, pero durante 5 meses hay un trabajo muy fuerte, continuo, cansado, que no se ve, en el que uno va preparándose para una distancia de tal magnitud. Aun así, el habérselo currado, no asegura el llegar a la meta. Tiene un componente que va más allá de lo físico y que no se entrena 5 meses antes, sino, durante toda la vida.

Claro, desde que decidí intentar la proeza (para mí lo es) hasta el día de la carrera, no he dejado de recibir consejos. Tanto de entrenamiento, como de cuidado del cuerpo y de mantener la fuerza mental. Sobre todo, en lo que los corredores de maratón llaman “el muro”.

El muro no es una valla que se pone en mitad de la carretera. El muro es una muralla china que se instala en la cabeza por allá por el kilómetro 30 y que intenta convencerte de que no serás capaz de cruzarla. Es el diablillo malo de los dibujos animados que te pide que abandones y te vayas a tomar una cerveza, en vez de pasar por el calvario.

Los que habéis corrido alguna maratón me entendéis. Es alrededor de ese punto en el que los calambres empiezan (ya con 30 kms en las piernas), los amagos de tirones se sienten en todo el cuerpo, las rozaduras afloran, las ampollas muestran su potencia en los pies y la cabeza, ay la cabeza, empieza a dudar. Es ahí cuando se demuestra de que pasta está hecho el corredor.

El domingo pasado yo experimenté el muro. Empezó por el kilómetro 34 más o menos. Habiendo llegado hasta el 32 con algún calambre, pero con la confianza de que “sólo” quedaban 10 me dio un chute de energía mental. Y pasé el 33…pero llegó el 34.

Y ahí el muro fue la mayor pared que he visto jamás. Noté un pinchazo y paré. Pensé que no merecía la pena y que ya habría otra ocasión. Pensé que esos 8 kilómetros se me iban a hacer eternos y tuve miedo. Sí, hubo miedo.

Entonces decidí andar 500 mtrs. Volví a beber agua. Miré a mi alrededor, pensé de todo en esos 5 minutos. Y entonces lo vi. Fue como una vocecita interna que me dijo, “ahora o nunca”. Me acordé de todo el esfuerzo que hice para llegar hasta aquí, del trabajo en la sombra, de las palizas físicas y de mi amor al deporte. Iba con música y cosas del destino, la tenía puesto en modo aleatorio, sonó una de las pocas canciones para niños que todavía conservo en el móvil, ¡pero que canción! Era “David el Gnomo”.

Y eso me transportó a hace mucho tiempo y después me llevó a no hace tanto con mi hijo. Y me acordé de ellos, de los míos, de los que se han comido todo el esfuerzo que hay detrás. Y entonces apareció el angelito bueno en la otra oreja y me repitió, “ahora o nunca”.

Desde ahí fue un esfuerzo brutal. De esto que corres, pero no avanzas. Lo que normalmente haría en 35-40 minutos me llevó más de una hora. Y fue durísima. Cuando llegué al km 40 ví que había dejado detrás el muro. Mi voluntad lo había tumbado.

Y luego la emoción. La emoción desbordante. Un señor me agarró la mano y me dijo, “David, ya lo tienes”. Sabía mi nombre porque lo ponía en el dorsal y me veía tan al límite que me habló como si fuera mi padre.  Mil gracias a esa persona y a los miles y miles de valencianos que se lanzaron a la calle para apoyar. Os aseguro que se nota, y mucho.

Y por último, la rampa final. El cartel de 900 metros interminables y por allá por el 600 los amigos que ya habían acabado, mi gente, gritando, metiéndome el último chute de energía para avanzar y llegar a la curva de entrada en meta. Últimos 195 metros que jamás olvidaré. La confirmación de que todo se puede, con trabajo, con voluntad, con entrega, sin rendirse nunca, todo es posible.

El después no os quiero ni contar. Emoción acompañada de un cansancio inimaginable y de un hambre que me comía un elefante.

De las agujetas de hoy no os hablo. Al menos hasta que sea capaz de subir y bajar escaleras.

Pero sabéis una cosa…si creéis no os rindáis jamás. Todo se puede.

La voluntad es más fuerte que el muro.

#impossibleisnothing

Comentarios

  1. Me gusto mucho leer tu relato. La Voluntad es mas fuerte que el muro!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Iliana. La actitud puede con todo, aunque conlleva un gran esfuerzo :-)

      Eliminar
  2. Voluntad y perseverancia nunca te han faltado. Me alegra saber que con la edad no las has perdido. ¡¡Y no las pierdas nunca!! Felicidades por haber superado el km 34 y llegado a la meta. Qué crack!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Sobreviví

La isla de las emociones

La gran montaña rusa...y el gato