Luz en el caos

Vivimos tiempos antagónicos. Tiempos donde hay grandes oportunidades para y grandes amenazas para el ser humano. Es antagonismo puro, cabe una cosa y la contraria.

La tecnología nos ayuda, pero al mismo tiempo parece que tiene efecto destructivo. Las nuevas maneras de comunicar nos acercan a los demás y a entender nuestro mundo mejor, pero al mismo tiempo nos manipulan y nos alejamos de los realmente importantes. La sofisticación de lo que se fabrica nos ayuda a mejorar la calidad de vida y al mismo tiempo nos anestesia para buscar soluciones creativas. El crecimiento genera clases medias en muchos lugares y al mismo tiempo produce una gran desigualdad en la mitad del Planeta…y así podríamos ver cosas que nos rodean positivamente y su efecto contrario. Da la sensación de que todo vale.

Vivimos un momento de gran inseguridad, como colectivo, como sociedad que debería pelear por intereses comunes. Nos enfadamos con los que ni siquiera conocemos sin despegar la vista de una pantalla, protestamos por todo aquello que supone un esfuerzo adicional a lo que hacemos normalmente, no nos escuchamos y no estamos dispuestos a “no tener razón”. No sabemos entendernos.

Y parece que va a peor. Los Telediarios se han convertido en crónicas de sucesos y, algunos periodistas irresponsables, alentados por sus medios, buscan el lado “morboso” de las desgracias. Es un momento sin liderazgos, sin valores colectivos…parece el caos.

Dice un antiguo proverbio chino que “cuanto más grande es el caos más cerca está la solución”. Lo que no dice es si la solución tendrá final feliz o no. 

Da la sensación que se repiten errores del pasado. Nada de lo que sucede hoy día es nuevo. El ser humano, como ser social, ha afrontado situaciones muy similares, con contextos distintos, pero con los mismos problemas de fondo. Todas ellas acabaron mal, siempre en conflicto. Esto preocupa cuando uno mira a sus hijos y espera que no tengan que vivir horrores que alguna vez sus mayores les contaron.

Estamos mal. Cada uno va a lo suyo. El amor se muere…

Pero NO, me niego a resignarme. Jamás debemos rendirnos en este pesimismo que nos rodea. El amor no se muere. El espíritu de las personas por mejorar, tampoco se muere. A veces sólo hay que darlas un poquito de impulso.

El aportar valores al colectivo y el educar a nuestros hijos en esos valores, depende de nosotros. No hay que mirar lo que hacen o dejan de hacer los demás, sino hacerlo nosotros. El efecto contagio sería inmediato, estoy seguro.

En las situaciones límite es cuando sale a la luz ese alma que tenemos cada uno. Es cuando humanizamos el frío día a día en que nos movemos. Es cuando recordamos quienes somos, que a veces, parece que se nos olvida. Es cuando cambiamos el chip y pensamos en el de al lado y en los objetivos comunes. Si somos capaces de hacerlo cuando parece que todo se desmorona, ¿por qué no nos lo planteamos antes? ¿Qué nos impide frenar este caos? ¿Necesitamos tocar fondo como comunidad?

Es cierto que hay cosas que aparentemente se escapan de nuestro control. Las decisiones políticas o económicas que toman los "poderosos" parece que nos pillan en las Antípodas y están fuera de nuestro alcance. Pero no es así. Nosotros somos los que decidimos si debemos actuar con honestidad y respeto, con los demás y con nosotros mismos, independientemente de lo que digan los gobiernos mediocres que nos están tocando vivir.

Los políticos que se “peguen” entre ellos. Nuestro veredicto lo recogen las urnas, pero no podemos pararnos ahí y esperar de 4 en 4 años para hacer cosas. Todos somos agentes de cambio. La suma de individuos hace un grupo y la suma de grupos hacen una comunidad enorme. No entiendo por qué seguimos con conflictos de grupo que deberían estar solamente en libros de Historia. 

Cada uno puede poner su granito para luchar contra estas nubes tan grises. Fomentar políticas sensatas y leyes justas es obvio que ayuda y depende de terceros, pero visto que es difícil contar con ello, sin que se busquen intereses partidistas, podemos hacerlo cada uno de nosotros en nuestro día a día. Respetar, tolerar, escuchar, ser honesto, tratar a las personas como personas, etc, dependen de cada uno, no de un ente superior esotérico.

Es un tren que tenemos que coger ahora. No hay otras estaciones antes de entremos en la zona de peligro. Estamos a tiempo y tenemos las herramientas y el coraje para hacerlo. Podemos empatizar con los demás, ponernos en su piel y buscar soluciones conjuntas a los problemas. No es necesario ir al conflicto permanente y a ver “quien la tiene más larga”.

Podemos equivocarnos, debemos hacerlo y aprender de ello. Pedir perdón (no cuesta nada hacerlo) y buscar soluciones. No hace falta ser el que siempre tiene razón ni creerse más listo que nadie, hace falta reconocer al otro y tener voluntad de solucionar las diferencias.

Por nuestro bien, por el futuro de los que vienen detrás…necesitamos rayitos de sol que nos guíen entre estos nubarrones tan oscuros

#impossibleisnothing

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