Dejar huella


Momentos que nunca se olvidan, personas que no salen de nuestra cabeza, personajes que nos inspiran, enseñanzas que se graban a fuego…todo ello forma parte de lo mismo: aquello que es capaz de conectar nuestra cabeza, nuestro corazón y nuestra alma. Nos deja una marca, una huella.

Vivimos en una sociedad hambrienta de referentes que nos inspiren. No queremos iluminados, queremos líderes que desnuden nuestros “complejos” colectivos y nos motiven a recorrer un camino juntos. Necesitamos generales que no precisan de armas para ganar batallas. Buscamos personajes que dejan una pisada imborrable que todos queramos imitar.

Y estoy convencido que llegarán. A pesar de la lupa con la que miramos al prójimo en este siglo XXI, estoy convencido que llegarán. Aquell@s que conecten con lo más básico que compartimos como sociedad, nos inspirarán y sacarán de este letargo en el que parece que nos hemos quedado.

Para dejar huella no hace falta “salvar el mundo”. La necesidad colectiva no sustituye a la necesidad individual. Las personas necesitamos encontrar esos referentes en nuestro camino diario. El amor, la generosidad, la perseverancia, la humildad…palabras que nos encantan y que nos inspiran, que además queremos que alguien nos las enseñe, materializadas en hechos.

Nosotros también dejamos huella. De hecho, es algo a lo que deberíamos aspirar. Conectar con otros seres humanos maravillosos, es algo que debería formar parte de nuestra escala de prioridades. La satisfacción de unir, con un “hilo invisible” nuestro ser con la cabeza, corazón y alma de nuestros semejantes es infinita. No hay riqueza que la pueda pagar.

Luego hay momentos en que un detalle, una canción, un gesto, un texto, un pensamiento nos evoca y nos reconecta con esas sensaciones. Son los momentos donde sobran palabras y en los que la batería se nos recarga al mil por cien.

Qué bonito sería un mundo en el que cada persona fuera una fuente de inspiración para otros. En el que las satisfacciones intangibles fueran tan importantes como los materiales. ¿Lo imagináis?

La huella a veces es negativa. Y muy dura de borrar. Pero hay que hacerlo. Hay que aprender de los fracasos y de las lecciones crueles. No podemos rendirnos con ellas. Estoy plenamente convencido de que la luz siempre vence a la oscuridad, por muy de noche que sea. Ninguna huella negativa podrá jamás con todas las oportunidades que tenemos por delante. Aprendamos y continuemos. El viaje es muy largo.

Olvidémonos de nuestra tendencia natural a la visión egocéntrica. No perdamos el tiempo en mirarnos el ombligo o en ver que saco yo de tal o cual cosa. Usémoslo en convertirnos en el ejemplo para otros y en que, a su vez, otros se conviertan en nuestra inspiración. En la era en la que se habla tanto de libertad, sin entender bien qué comporta, o en la que se presume de “hacer lo que me da la gana”, no está de más que pensemos en el legado que queremos dejar a los que vienen detrás. Probablemente hay cosas que pensaríamos dos veces.

Si por un momento miráramos a las virtudes del de al lado, en vez de a sus defectos, construiríamos un lugar que ni siquiera llegamos a dimensionar.

Espero que nos apuntemos todos al carro. #impossibleisnothing

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