La caja de Pandora


Hubo un tiempo en que sólo había dioses en la Tierra. El Titán Prometeo decidió crear a los hombres y entregarles el fuego. Zeus (el jefe) entró en estado de cólera y ordenó a Hefesto crear una mujer capaz de seducir a cualquier hombre. Y así la modeló, con arcilla y con unas sugerentes formas y extraordinaria belleza. La llamaron Pandora.

Prendados de un ser tan perfecto, todos los dioses decidieron regalarla un don. Hermes su astucia, Atenea su sabiduría, Apolo las dotes musicales y Zeus una caja, que contenía incalculables tesoros, ordenándola que no la abriera nunca.

Entonces Zeus la envió a casa de Prometeo.

Allí vivía el creador de los mortales junto a su hermano Epitemeo que, a pesar de estar advertido de que Zeus podría utilizar cualquier estartegia para vengarse, aceptó la llegada de Pandora y se enamoró perdidamente de ella, tomándola por esposa.

Pandora, presa de la curiosidad, utilizó su poder de persuasión con Epitemeo para hacerse con la llave de la caja y abrirla. Al hacerlo, todos los males y desgracias, que era lo que contenía la caja, se escaparon por el mundo, asaltando a su antojo a los desdichados mortales. También liberó a todos los bienes, que se fueron con los dioses, subiendo al mismísimo Olimpo. Asustada, cerró la caja de golpe quedando dentro la Esperanza, a la que todavía no había dado tiempo a salir.
Pandora, arrepentida, corrió hacia los hombres a consolarlos, hablándoles de la Esperanza, a la que siempre podrían acudir pues estaba a buen recaudo.
Y ahí sigue. Encerrada en cada uno de nosotros mismos, que somos esa caja. Cada vez que nos sacuden, se liberan males y desgracias, pero siempre queda la esperanza.
Cuando parece que no se puede, que llega el bloqueo y que vamos en caída libre, acordaros del mito. Siempre está ahí. Sólo hay que mirar.
Hay días, años, momentos, instantes…horribilus, como diría su Graciosa Majestad. Y aun así, la esperanza está ahí.
La esperanza no es un concepto abstracto. Ni mucho menos. Es parte de esa energía, que ni se crea ni se destruye. Es esa fuerza que nos invade cada milímetro del cuerpo, como aquella poción mágica de los galos. Esa fuerza que permite que nos pongamos manos a la obra, desaparezca el inmovilismo, se sequen las lágrimas y tomemos decisiones. 
Lo he dicho muchas veces en el blog. La vida son hechos. La esperanza que había en la caja, sólo existe con acciones. Eso nos define, para bien o para mal.
Para activar esa energía, no basta con el tópico de si es lo último que se pierde. No. Hay que creer. Creer es hacer. Hacer sin creer es fracasar. La esperanza sólo se materializa si se cree y se actúa en consecuencia.
Nuestras vidas, nuestra sociedad, nuestro mundo, el que construimos entre todos, no sólo los políticos y millonarios, está lleno de frustración, de envidia, de desconfianza, de miedo…De todo aquello que estaba en el regalo de Zeus. Pero también de bondad, de esperanza, de emoción, de paz…Es todo tan fácil cuando actuamos con seguridad, con certeza de que hacemos lo que debemos…con amor.
Yo creo en esa cara B, que debería ser la A, de las personas. Está ahí, no sé por qué nos empeñamos en separarnos, si en el fondo queremos abrazarnos y construir algo grande. Juntos somos mucho más fuertes.
No os conforméis con que Pandora os consuele. Luchar y creer. Sólo así la esperanza se convierte en felicidad.
#impossibleisnothing

Comentarios

  1. La esperanza reside en la esencia del amor.
    El amor es la esencia de la vida y la dualidad del miedo.
    El miedo es la ausencia del amor y por tanto, la pérdida de esperanza.
    El miedo es el inmovilismo que nos separa de aquello que amamos, deseamos y esperanzamos.
    El amor nos hace más fuertes, une corazones y amansa temores.
    Un post precioso, gracias

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  2. El amor puede con todo, incluso con el miedo.
    Mil gracias a tí por comentar

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