Puntos de inflexión


Un punto de inflexión, desde el punto de vista matemático y dicho a lo bruto, es aquel punto en el que una función pasa de ser cóncava a convexa o viceversa. Es el punto de cambio.

Los puntos de inflexión no matemáticos marcan nuestra vida. Y no porque pasemos de cóncavo a convexo (pienso en los dulces de Navidad J ), sino porque aparentemente significan un fin y un principio.

Hay muchos puntos de inflexión, aunque yo los clasificaría en dos: los hay de propósito y los hay de hechos. Los de propósitos son los que duran 15 días como el gimnasio después de Navidad, reducir el estrés cuando nos reincorporamos de vacaciones, etc.

Los de hechos son los que determinan nuestro futuro. Personales, laborales, económicos…

Podríamos decir que en muchos casos son cambios de ciclo. Es muy claro en la vida laboral. Un cambio de trabajo o de funciones en una empresa es un punto de inflexión. Pero también lo es jubilarse o pasar de trabajar de cuenta ajena a cuenta propia o viceversa. No son finales de nada, sino principios de todo.

Vamos que, aunque implique un cambio, a veces drástico, debemos tomarlos como algo positivo. Todo punto de inflexión, todo, repito TODO, tiene una parte positiva, por muy duro que sea.

Me diréis. Claro, cachondo, si paso de tener un Seat (con todo el respeto) a un Ferrari, pues mola. Pero ¿y si es al revés? ¿Y si es que me despiden del trabajo? ¿Y si es que me bajan el sueldo? ¿Y si es que mi pareja se cansa de mí? ¿Y si se muere un ser querido?  ¿Y si…?

Ya, pues sí, tenéis toda la razón. Hay cambios muy “chungos” y nada fáciles. Y a pesar de ello tenemos que adaptarnos. Nadie nos quita la tristeza o las lágrimas que pueden producir, forman parte del proceso. Pero hay que mirar hacia adelante y creer en nosotros.

Generalmente es en los peores momentos donde sale lo mejor de nosotros mismos. El ser humano es un ser maravilloso, y suele demostrarlo con hechos cuando llega la desgracia. Quizás es un mecanismo de supervivencia.

En las maduras es fácil adaptarse, mientras que en las duras es obligatorio hacerlo.

Insistía antes. Todo cambio nos deja una enseñanza que nos hace crecer. Incluyo las situaciones más dolorosas. La etimología de la palabra griega “crisis” nos lleva a su verdadero significado: “decisión”. O como se transcribe en chino, que tiene doble lectura, como “peligro” o como “oportunidad”. 

Está en nuestro ADN, cuesta mucho pero hemos de creer en nosotros, hasta en los momentos más oscuros.

¿Quién no ha dicho alguna vez este o esta necesita un buen meneo? (en el sentido de salir de su zona de confort). Pues a veces lo necesitamos y a veces, nos viene como un golpe de la vida. Toca cogerlo por los cuernos y sacarle partido.

Pensar en si tal o cual situación es justa o injusta o buscar excusas y no reaccionar, no arregla nada. Debemos aprender de cada etapa y ponernos en el siguiente escalón.

El cambio siempre tiene un efecto emocional. Nadie es de hielo, por mucho que quiera parecerlo. Todo nos toca en donde hace pupa o donde nos pega el subidón. Que no os engañen las apariencias.

Mirar, desde mi punto de vista, existen dos maneras de afrontar un punto de inflexión. Una no es mejor que otra, son diferentes, nada más. Ambas nos tocan el corazón.

La primera es el BOOM o el efecto WOW. Es decir, el impacto emocional desde el principio. La manera más pasional quizás. Es explosiva cuando lo afrontamos en positivo y tremendamente destructiva cuando es algo que no nos gusta. Es una posición más extremista. Lo bueno es espectacular y lo malo es la debacle. Una manera intensa de vivirlo y por tanto una manera intensa de aprender de ello. Los que lo afrontan así, no olvidan jamás un golpe negativo de la vida. Esto es muy latino.

La segunda, como decía, también conlleva un impacto emocional, pero viene después del analítico. La cabeza es capaz de afrontar un primer “balazo” del cambio y analizarlo. Hace control de daños y a partir de ahí se desencadenan las emociones. Solemos decir que son personas “frías”. Ni mucho menos, son mecanismos de defensa distintos. Seguramente las enseñanzas de afrontarlo así no son tan profundas como en el primer caso, pero tampoco se olvidan.

Afortunadamente las transformaciones no sólo vienen por tortazos de la vida. También, y esperemos que sean las más posibles, las hay al alza. Hemos de saber gestionarlas igualmente. El amor con alguien que te corresponde o el reconocimiento de una labor bien hecha suelen darnos ese tipo de subidones. Y hay que disfrutarlas. Los momentos, los puntos de inflexión positivos que todo lo cambian se cuentan con los dedos de las manos en la vida y hay que exprimirlos al máximo.

Tener siempre presente que ni lo malo es tan malo, ni lo bueno es tan bueno. Es necesario adaptarse y aceptar victorias y derrotas con el mismo espíritu, sin dejar de creer en nosotros. 

No hay que rendirse jamás.


#impossibleisnothing

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