Secretos mágicos
Llega la Navidad. No os voy a aburrir con mi opinión. Ya sabéis que creo que el buenismo de estos días debería trasladarse a todo el año. Bajo mi forma de verlo, ese era el mensaje de Jesús.
Pero
hoy no voy por ahí. Voy por algo mágico que sucede en estos días. Tiene que ver
con un secreto, un gran secreto que much@s conoceréis pero que no contaréis
jamás, porque por eso es un secreto. Y obviamente, yo tampoco lo voy a hacer.
Es
probablemente el “secreto colectivo mágico”, más bonito que existe. No conozco otro
igual.
No es el único secreto colectivo que somos capaces de guardar. Hay otros. Aunque quizás no tan especiales...¿o sí?
Conozco
grandes sorpresas que te llevas y nunca contarás tras visitar algunos
lugares. Incluso harás lo posible porque se mantengan misteriosas y no hacer
spoiler de las mismas.
Conozco
películas y series que desearás que todo el mundo vea cuanto antes porque te han encantado, pero de las que nunca contarás el final, para no
estropearles el viaje de quien las vea.
Conozco
anécdotas históricas con un componente de ilusionismo social para desviar la
atención que incluso ganaron guerras. Pero ni todo un ejército, ni su universo mediático, las desvelaron antes de tiempo.
Hay muchos secretos colectivos no desvelados, que no les sacarías
ni bajo tortura a quienes los conocen. Y todos tienen un hilo
común. Algo capaz de alinearnos y conseguir que nos callemos, aunque deseemos contarlo. Es una
cura de humildad comunitaria con un propósito precioso: la ilusión del otro. Por eso no te vas de la lengua.
Y
ese es el punto que me fascina. No somos capaces de contar hasta diez en una
discusión de esas de "cuñados navideños". Ni somos capaces de no meternos en
fregaos que no van a ningún sitio en redes sociales, simplemente por el hecho
de decir la última palabra y demostrar que “yo la tengo más larga”.
Pero
sí somos capaces de callarnos la boquita cuando conocemos algo que genera
ilusión en los demás (incluso aunque no sepamos quienes son) y que actúa como
un hilo que cose nuestros labios o paraliza nuestros dedos. Somos capaces de no
joderle la ilusión a alguien. Nos sentimos de p.m. cuando
eso pasa. Y nos emocionamos. ¿Y eso por qué? Si somos tipos duros. ¿Por qué
actuamos así?
Por
algo que no entendemos, aunque nos los autoexplicamos cada día. Está en nuestra
impronta. No romper un sueño a alguien está en lo alto de nuestra escala,
aunque no nos demos cuenta. Contribuir para que lo consiga, nos genera esa
sonrisita de medio bob@s, pero que no somos capaces de reconocer. Nuestro angelito bueno nos lo sopla en el oído cada día. El diablillo
malo ocupa entonces la otra oreja con las envidias, rencores y toda esa
negatividad. Y sí, a veces gana. Porque se lo permitimos. Nos tienta para olvidarnos que el pensamiento bonito
llegó antes y nos hizo sonreír.
Eso demuestra algo. Individualmente tenemos sueños. Y colectivamente también.
Hay ilusión conjunta para que pasen algunas cosas por las que todos lucharíamos.
Y
si es así. Si eso está en nuestro ADN, ¿Qué pasaría si fuéramos capaces de establecer
objetivos ilusionantes como sociedad, en los que estuviéramos dispuest@s a remar
junt@s, colaborando, aparcando egos y poniendo nuestras capacidades al servicio
de los demás? ¿Qué conseguiríamos con ellos?
Probablemente tendríamos un mundo mejor, con un propósito colectivo, y con un enfoque constructivo como escenario base. ¡Ay! si pudieras imaginarlo un minuto...
Sí, ya se que es utópico. Pero también lo es mantener un secreto colectivo mágico durante mucho tiempo. Y sin embargo…¿os suena?
¿Podemos hacer que dure mucho más que un suspiro navideño?
#impossibleisnothing
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