Cuento de Navidad

Era una noche de 24 de Diciembre, cerca de las 00:00. María entró en el hospital con una gran dilatación. Estaba a punto de dar a luz.

Los médicos la examinaron y entonces lo vieron. Había que tomar la decisión ya. Metieron a su marido, José, en un despacho y se lo contaron.- “El niño viene con problemas. Es muy probable que no sobreviva. Si no practicamos un aborto ahora mismo los dos morirán al 99%. Lo sentimos pero hay que decidir ya”

José, con lágrimas en los ojos fue a la cama donde estaba María, muerta de dolor. Tenía que contárselo y se lo contó. Los dos tomaron una decisión, una decisión que sólo se entiende cuando uno va a ser padre. Decidieron tenerlo.

Los médicos insistieron en que no debían, pero la decisión estaba tomada. Le volvieron a decir que era posible que tanto María como el niño muriera, pero el amor paternal….

Entonces José salió del paritorio. Dio un gran beso a María, sabiendo que probablemente nunca más la volviera a ver con vida….

Y dieron las 00:00. Era 25 de Diciembre y entonces se oyó el grito de un niño en el paritorio. Había nacido.

El médico salió, con una cara rebosante de felicidad. .- “Es un milagro”, dijo. Y lo era, los dos habían sobrevivido. Era el 1% de posibilidades el que había triunfado. Sin embargo los médicos dijeron a José y María que había algo raro. Algo pasaba pero no sabían qué era. El niño estaba bien, sus constantes estaban bien, sus órganos estaban bien pero había algo anormal. Le hicieron pruebas, y pruebas y más pruebas (ya sabemos que los médicos no se quedan nunca contentos), pero no encontraban nada.

Finalmente y dado que el niño estaba bien les dieron el alta y se fueron a casa.

Como os podéis imaginar los padres llamaron a su hijo Jesús, que como sabéis significa “El Salvador”. Recordarlo porque será muy importante…

Jesús creció como un niño normal. De origen humilde y con amigos por todas partes. Siempre desarrolló una habilidad innata para el liderazgo. Todo el mundo quería tenerle cerca y se sentía reconfortado con su presencia. Sus amigos estaban orgullosos de él ya que siempre estaba ahí, en lo bueno y lo malo.

Sin embargo había dos hechos curiosos que le acompañaron siempre. Uno era que nunca se puso enfermo. Desde aquella batería de pruebas iniciales nunca se puso malo (con lo cual no se perdió ni un día de cole). La segunda era que a pesar de su personalidad y habilidad con las personas, le costaba mucho el pasar de curso. Los problemas racionales no eran su fuerte. Lo que el resto hacía muy rápido a él le costaba mucho. Pero su constancia y su voluntad hacían que al final lo acabara superando.

Esto también era un orgullo para sus amigos. Era admirable verle entregado, sabiendo de su desventaja, a resolver aquello que se le planteaba a su razón.
Y fue a la Universidad y acabó. Durante esos años, en los que las personas que le rodeaban se habían convertido en adultas, el seguía ahí, al lado de ellos. Hubo de todo, casamientos, separaciones, nacimientos, muertes y siempre estuvo ahí. También tuvo sus amores, intensos dada su capacidad de amar. Incluso tuvo sus enemigos, ya que como sabéis las personas a las que se admira siempre tienen enemigos. Generalmente aquellos que no dejan de adular y que se mueren de envidia.

Pero Jesús seguía siendo una persona humilde y tenaz. Y un día su humildad se puso a  prueba. Estaba dando un paseo por el centro de su ciudad y entonces vió un edificio de esos antiguos en llamas. Los bomberos todavía no habían llegado y los vecinos estaban saliendo. En el tercer piso había una mujer llorando por la ventana. Estaba atrapada. Y Jesús, no se lo pensó. Sus impulsos le obligaron a subir, a pesar de que la gente le decía que estaba loco (¿pero que coño sabrá la gente de lo que es estar loco?)

El subió, esquivando las llamas y los escombros, ya que el edificio empezaba a derrumbarse. Y llegó al tercer piso. La mujer gritaba pero Jesús la agarró con fuerza y la llevó abajo. Y la salvó. Pero cuando estaban en la calle la mujer le dijo que su bebé estaba arriba, en la cuna. Que era lo que estaba gritando pero no le había oído. Y Jesús subió de nuevo. Era una situación mucho más peligrosa. Ahora sí que lo tenía difícil.

Al final llegó al tercer piso y encontró al bebé. Pero había un problema. El camino de vuelta estaba totalmente bloqueado. Miró a  la ventana, con el bebé en brazos. Abajo ya estaban los bomberos. Le dijeron que lo tirara y lo hizo. Uno de los bomberos cogió al bebe. ¡¡¡Sí!!!. Salvado. Pero a Jesús no le dio tiempo a saltar, algo le golpeó y se apagó su luz…

En el hospital, al que volvía después de tanto tiempo, mientras le practicaban la autopsia se dieron cuenta de una cosa. Algo inaudito. Jesús no tenía un mayor cerebro que un chimpancé. De hecho con esa masa cerebral era imposible hacer razonamientos. Pero aún había más, su corazón…. ¡era cinco veces mayor que lo normal!

Pero el cuento no acaba aquí. Es Navidad y tiene que acabar bien. Así que Jesús subió al cielo (obviamente) y ahí se encontró en la puerta con otro Jesús (uno archifamoso que seguro que conocéis). Tenía a Dios delante.

Entonces nuestro Jesús del cuento le preguntó enfadado al otro, a Dios.- “¿Por qué me has hecho esto?.- ¿Sabes lo que he sufrido por vivir sin cerebro? ¿sabes lo que me costaba vivir día a día? ¿Sabes lo que me costaba hacer felices a los demás? ¿Sabes las veces que me juzgaron por no pensar lo que hacía?”

Dios le miró, con esa expresión de amor, esa que a una persona la derrite. Le dijo .- “Pasa y mira”. Y entró y se encontró con gente que había conocido en su vida los cuales no hacían más que darle las gracias y cuando fue pasando el tiempo y fueron llegando sus familiares, sus amigos, sus amores, todos, todos le daban las gracias. “Gracias por haberme hecho feliz” le decían. El día que llegó aquella madre y su hija…uffff.

Y con el paso de los tiempos Jesús lo entendió. Y se acercó a Dios y le dijo:

“GRACIAS POR HABERME DEJADO VIVIR CON EL CORAZON”

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Cuando seas padre comerás huevos

Se nos está yendo la pinza

El arte de comunicar