Cuando un socio sale rana

Emprender es una palabra muy romántica. Incita a pensar en un chaval de 20 años, dispuesto a comerse el mundo, en el garaje de casa de sus padres, trabajando sobre una idea con varios colegas.

Casi todo es cierto. Sólo que tiene matices. En España la media de los que hacen esto es sobre los 35 años y no es en un garaje. Claro la perspectiva cambia, porque además suelen constituir una empresa y convertirse en empresarios con la dedicación exclusiva de alguno de ellos. Ya sabeis que eso de ser empresario, socialmente está "mal visto", porque se mete a todos en el mismo saco y se olvida que además de el riesgo que se asume, el fracaso no tiene cobertura social

Independientemente de la edad, y de cómo surge el proyecto, una de las primeras cosas a tener en cuenta es cómo queremos hacerlo, ¿solos o acompañados?

Las dos alternativas tienen sus ventajas y desventajas. Llegar a consenso a veces es complicado, pero asumir todo el riesgo, sin nadie que esté tan loco como uno mismo que le impulse a seguir con su idea, es para nota.

Cuando uno decide hacerlo con "colegas", amigos, compañeros, etc supone tener que llegar a acuerdos, que escucharse, que ceder, que alinearse, que ser tolerante con quien piensa distinto, etc.

Eso es parte del crecimiento de una start up y de la fuerza que puede tener. También del crecimiento personal y profesional de sus fundadores, ya que ejercicos como el de escuchar, a veces son complejos de conseguir.

La divergencia y las visiones distintas ayudan al crecer al proyecto. Y a convertirse en empresarios. La figura del que es todo corazón y del que es todo cabeza se balancean y se llega al equilibrio óptimo para el proyecto.

Sin embargo hay algo más que debemos tener en cuenta. Algo que va un poco más allá.

Cuando uno arriesga, gasta parte de su tiempo en una idea y la convierte en parte de su vida debe elegir bien sus compañeros de viaje, y no sólo por ese balanceo o por la complementariedad de perfiles. No, hay algo más a tener en cuenta.

Se llama madurez. Hay personas que no tienen un grado de madurez suficiente como para poder estar integradas en un proyecto en un determinado momento. Es cierto que con la actitud correspondiente pueden alcanzar esa madurez, pero no siempre es el caso.

Eso supone que las discusiones sobre la ejecución de la idea para convertirla en negocio se convierten en discusiones sobre los egos o la inseguridad de los socios que no tienen ese grado de madurez. Y esto es muy peligroso para el proyecto, porque incluso pueden acabar con él.

Cuando se da esa circunstancia y uno o más socios están en esa situación, lo mejor para todos es que salgan del proyecto. La inmadurez e inseguridad conlleva una falta de creencia en el proyecto cuando llegan los obstáculos. Aparecen los miedos, las actitudes pueriles y finalmente todo se convierte
en una duda.

Por eso, esos compañeros de viaje, deben replantearse si están en el sitio correcto. Eso no es algo malo, no les quita lo que han aprendido y crecido junto con los otros compañeros de viaje. Su salto cualitativo puede haber sido muy alto arropados por el resto y ayudados por él. Pero si no lo ven y se mantienen en esa inseguridad mi experiencia me dice que lo mejor es que salgan cuanto antes.

Esa salida debe ser ordenada. Negociada. Cuando uno funda una sociedad está claro que arriesga. Si decide irse de la misma cuando sus propios miedos le superan, debe hacerlo de forma que no perjudique a un proyecto en el que ha contribuído, en menor o mayor medida. Y mucho menos perjudicar a sus otros copañeros de viaje...

Desgraciadamente no suele ser el caso. El socio que se rinde con los obstáculos suele ser el más beligerante en la salida. Pasa a menudo. Inunda al resto de socios de burocracia y papeleo mediante cartas de abogados y al mismo tiempo ejerce cierta presión (por no decir otra palabra) para que el resto haga lo que él o ella quiere.

Si vivís esa circunstancia os recomiendo que, como siempre, intenteis encontrar el lado positivo de esa situación, de aprender de ella, de tomarla como un reto más y por supuesto de afrontarla y resolverla. En la mayoría de los casos conlleva una decepción personal, aparte de la profesional, por la persona que "traiciona" a sus colegas, compañeros, amigos, etc. Pero son circunstancias con las que hay que convivir en una start up y que sin duda nos harán ganar en experiencia.

Aunque sea frutrante, no os vengais abajo. Determinación y a mirar hacia adelante. Y si es una ruptura traumática, no desesperarse, peor para él o ella....porque se lo va a perder

Comentarios

  1. Hay que ver el lado positivo... Estas cosas refuerzan mucho la unión del equipo :-)

    ResponderEliminar
  2. Hola David, no conozco el caso, pero se ve que eres un superviviente. Y ya sabes, lo que no mata, engorda ;-). Lo más admirable es tu actitud positiva, y así eres invencible. Sigue así.
    Un abrazo,
    Tomás

    ResponderEliminar
  3. Me vale lo que dijo alguien una vez:
    La Piedra
    El distraido tropezó con ella.
    El violento la utilizó como proyectil.
    El emprendedor construyó con ella.
    El campesino cansado la utilizó como asiento.
    Para los niños fue un juguete.
    David mató a Goliat
    y Miguel Angel le sacó la más bella escultura.
    En todos los casos,
    la diferencia no estuvo en la piedra,
    sino en el hombre.
    No existe piedra en tu camino que no puedas
    aprovechar para tu propio crecimiento.
    Un besazo
    Isabel Lupi

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Sobreviví

La isla de las emociones

La gran montaña rusa...y el gato