El empresario no tiene cuernos…ni rabo
Los que me conocéis ya sabéis que me
apasiona el mundo de los emprendedores. Sabéis que uno también ha tenido sus
experiencias y ha aprendido mucho de ellas. Hay varios post de este blog
dedicados a ello.
La palabra emprendedor desprende
glamour, valentía, romanticismo. Es el Robin Hood que se la juega para
aprovechar el nuevo mundo tecnológico que se abre ante nosotros. Se asocia a
juventud y a algo “molón”.
Sin embargo los que habéis vivido el
tema sabéis que no es así. Sabéis que el destino de un emprendedor, y su razón
de ser, es desarrollar una idea, ponerla en marcha y, o bien vendérselo a otro
e ir a por la siguiente aventura o bien gestionar el paso en el que la idea
empieza a tener volumen y el emprendedor se convierte en empresario.
Y si eso no sucede está el destino
del 99% de las ideas que se pretenden desarrollar, que no es otro que la
desaparición. Miento si digo que es tiempo perdido, porque no lo considero así.
Es tiempo consumido en otro tipo de aprendizaje, en alcanzar una madurez
empresarial, aunque es cierto que no deja de ser tiempo invertido en
desarrollar algo que por el motivo que sea no ha funcionado. Este es el destino
probable de la mayoría de los que tenéis proyectos y andáis a la busca de
inversores, pero nadie os quitará lo bailado.
Entre el blanco del “éxito” y el
negro del “fracaso” (siempre relativos) existe el intermedio. Existe el momento
entre el que el power point y el cuento de la lechera se convierte en un
producto, como decía aquel. Existe el momento en que pasamos del sueño a
recibir unos cuantos porrazos, por no decir otra palabra. Existe la travesía
del desierto de cualquier emprendedor.
Ese momento tiene un desgaste y un coste
personal y económico brutal. A pesar del romanticismo y de la idealización que
se ha hecho de los emprendedores, quiero recordaros que la media de edad de un “emprendedor”
o alguien que se tira al ruedo de desarrollar una idea, es cercana a los 40 años.
Olvidaros de la idea del emprendedor muy joven, cerebrito privilegiado que lo
mismo le ves en un botellón que con una pizarra llena de ecuaciones
indescifrables. Queda bien para el cine, pero no es cierta.
Los llamados emprendedores y a los
que se les rodea de un halo de glamour por una parte de la sociedad, no dejan
de ser profesionales, que tras varias aventuras por cuenta ajena, han optado
por llevar a cabo el desarrollo de la mejor idea del mundo (siempre lo es)
aplicando lo que han aprendido en sus años de actividad profesional. Son
señores con familia en la mayoría de los casos y que se la juegan a pesar de
sus circunstancias personales, echándole dos...bemoles al tema.
Quitaros de la cabeza de una vez esa
imagen de que el emprendedor es un chavalito guay y el empresario un señor
capitalista explotador. No es cierta. El emprendedor es un proyecto de
empresario y el empresario fue emprendedor alguna vez. No os engañéis y le deis
toda la bondad a uno y la maldad al otro.
Ambos son necesarios e insisto en la
idea de que uno deriva del otro. El emprendedor y el empresario asumen una gran
responsabilidad, aún mayor en el estadio en el que la idea ha pasado a ser una
empresa y hay que pagar a los empleados, valorarles, motivarles, conquistarles
y mil cosas más que tienen que ver con el cumplimiento de todas las normativas
legales y fiscales (que son infinitas) como no puede ser de otra manera en el
desarrollo de la actividad empresarial.
Esa gran responsabilidad exige un
comportamiento diligente, que es el que tiene la mayoría de los empresarios, y que
repito, conlleva un coste personal brutal. Mientras muchos de los que se quejan
después y tildan a todos los empresarios de explotadores, capitalistas sin
alma, etc, se pegan fiesta tras fiesta, otros, “los malos” se la pasan currando
y currando.
No me entendáis mal, hay mucha gente
que curra y curra y que se pegará las fiestas que buenamente pueda y quiera
pero que no se la juega, ni siquiera cuando tiene poco que perder (no es el
cuarentón que crea esa empresa) y sin embargo le da mucha caña a esos señores
que también se irán de fiesta pero que curran sin horario y que las pasan putas
muchas noches cuando hay que echar a un trabajador o cuando no tienen dinero
para pagar la nómina.
Me fastidia mucho cuando se mete al
mundo empresarial en un saco como si fueran capitalistas del cuento de Dickens,
en el que parece que no tienen corazón. Y esa imagen y la alegría que se les
genera a algunos cuando los ven fracasar (o que les va mal la cosa) tienen que
cambiar. Sin gente que arriesgue, que se la juegue, que asuma ese coste
personal, que genere empleo, que tenga que endeudarse y responder ante
inversores y que en un 99% de los casos va a irle mal, sin esa gente, nunca
progresaríamos como sociedad.
Por supuesto que los trabajadores
deben tener sus derechos. Esto no es la esclavitud ni la Revolución Industrial.
Claro que sí. Y la mayor parte de los empresarios los respetan. Pero no
olvidéis que a cada derecho le corresponde una obligación y que el compromiso
debe ser bidireccional, no sólo por un cheque a final de mes. Si alguien
trabaja sólo por el cheque le recomiendo que se lo haga mirar. Trabajar sin
pasión es parte de vivir sin pasión…
No me interpretéis en tono político.
No estoy llamando a los de Podemos vagos y a los de Ciudadanos emprendedores
guays, que os conozco el pensamiento de algunos. Ni muchísimo menos. Habrá de
todo en todas partes. Hay rojos, azules, rosas, verdes, morados y el color que
queráis que están muy formados, motivados y sobre todo apasionados y con
determinación para llevar a la realidad su idea y también en todos esos colores
personas que sólo saben hacer el power point y ya. No va de color político, va
de capacidad de esforzarse y asumir un coste personal altísimo.
Los empresarios, o en su inicio
emprendedores, que es más molón, asumen un riesgo inicial y una responsabilidad
muy grande, como os decía. El retorno de todo ello puede ser la ruina, y la
sociedad española todavía no es suficientemente madura para poder asumirlo y reconocer
su esfuerzo, o el “pelotazo” que no es tal sino que es el éxito de desarrollar
ese power point. Cuando hay éxito, e insisto que hay una gran travesía del
desierto de por medio, puede pasar que ese empresario gane pasta (porque la
genera, como Cristiano, Messi, etc) o que incluso se forre. Es la retribución a
largo plazo del coste personal y de habérsela jugado, sin obviar que para
llegar a ese punto la empresa tiene que estar bien, pagar impuestos, generar
trabajo, los trabajadores contentos, motivados, y un sinfín de cosas tras las
cual está que se forra.
Creo que no se puede estigmatizar a
todo (muy pocos lo consiguen) al que le pasa esto y se “hace rico”. No se puede
etiquetar a todos igual por el hecho de que algunos lo hagan a costa de “explotar”
a la base que trabaja para ellos. Creo que esa es la minoría de los casos que
además siempre se vuelve contra los malos empresarios. Pero no metamos a todos
en el saco. Algún gran empresario textil es rico porque se formó, se la jugó,
las pasó putas, supo gestionar los malos momentos, se rodeó de gente buena,
supo desarrollar y expandir su sueño, atiende a las obligaciones legales y
laborales acordadas con la gente que trabaja para él y finalmente sí, tiene un
rendimiento. ¿Y por eso hay que crucificarle? Lo dejo como reflexión…sin obviar
que da trabajo a más de 100 mil personas en el mundo. Yo lo llamo envidia y ole
tus…
Es cierto que el comportamiento
ético de esos emprendedores que se convierten en empresarios y que en un
momento dado triunfan debe de estar basado en unos valores. Valores que no solamente
deben enseñarnos en las escuelas a partir de un buen sistema educativo, que en
este caso sí es responsabilidad de políticos, sino que son valores que debemos
enseñar nosotros, en las familias, en la sociedad, a nuestros hijos. El
respeto, el reconocimiento del esfuerzo, la tolerancia...No están en los libros
de texto solamente.
Creo que estaremos todos de acuerdo
en que el comportamiento de los empresarios debe ser honesto y justo, como lo
es en su gran mayoría. No los estigmaticemos si ganan A o B porque no sabemos
si esa A o B corresponde a que generan el triple, dando trabajo y pagando
impuestos.
El Estado (que somos todos) debe
mirar por el correcto cumplimiento de la ley. Pero hombre, pónganlo fácil de
una vez, que en España se tarda 28 días en constituir una empresa. Además
debería haber una revisión estructural de la legislación laboral y de las
prácticas mercantiles. Los tiempos cambian y las reformas laborales como
parches para salir de una crisis no generan un cambio de calado en el sistema.
No es una cuestión de colores, es de sentido común. El modelo productivo español
necesita reformas estructurales, tanto laborales, como tecnológicas como
mercantiles como de cultura y basadas en un sistema educativo fuerte, pero sin
colores, ni sin discursos populistas, con realismo y repito, sentido común.
Los empresarios, en su inmensa
mayoría, tienen corazón y no son el Mr Scrooge de la primera parte del cuento. Son
el romántico emprendedor que las pasó canutas para llegar a ser empresario y en
la menor parte de los casos puedan ganar algo de dinerillo o mucho dinero, me
da igual si se corresponde al esfuerzo y es justo.
No los estigmaticemos…no tienen ni
cuernos ni rabo.
#impossibleisnothing
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