La teoría del enemigo común
Cuando un extranjero viene a España hay algo que no
entiende. Disfruta de nuestra hospitalidad, admira nuestra alegría y se hace
partícipe de la riqueza histórica, cultural y medio ambiental de nuestro país.
Pero una cosa no le entra en la cabeza. ¿Por qué los españoles estamos siempre
a la gresca unos con otros?
Es cierto que en sus países de origen también tienen sus
cosas (muchas), pero como naciones casi todos entienden que son mucho más
fuertes cuando tienen un mismo objetivo y se unen para alcanzarlo. Hay cosas
que no se cuestionan porque están en el ADN de sus pueblos. Unidos tienen más
opciones.
Pero también saben que nosotros no somos así y por eso
somos débiles, muy débiles. Incluso nos califican de cobardes sin decirlo, y no
les falta razón muchas veces. Sólo nos oyen quejarnos y tirar piedras contra
nosotros mismos, con poco reconocimiento de virtudes, que alguna, como pueblo,
tendremos.
Claro, llevamos más de mil años como “nación” y más de
mil años de división. La última bastante reciente y no superada. Los siglos XIX
y XX fueron siglos de constante revanchismo y de ajustes de cuentas. Los unos
con los otros y los otros con los unos.
A esto se junta que en la coctelera podemos meter
agitadores profesionales. Personas de relevancia en nuestra sociedad que
constantemente agitan fantasmas en beneficio de sus propios intereses. Esto nos
hace discutir unos con otros y debilitarnos cada vez más. Excepto en
determinados eventos… donde vamos todos a una.
Es curioso cuando un evento deportivo, que es sólo eso,
un juego, consigue que haya consenso en lo básico, en lo esencial. Por supuesto
siempre hay disidentes, pero son insignificantes en relación a la mayoría.
Y tiene un por qué. No pasa por generación espontánea o
porque todos nos convirtamos en muy fan de Iniesta o Nadal de la noche a la
mañana. Tiene una razón de fondo. Encontramos un enemigo común y frente a él sí
se nos olvidan las viejas rencillas. Bueno, no se nos olvidan, pero las
aparcamos y nos parecen irrelevantes, porque enfrente tenemos un enemigo al que
vencer y como por arte de magia, nos vuelve la valentía y la confianza como pueblo.
Lástima que el evento deportivo pase y la magia se
desintegre en un milisegundo. Lo bonito que es el momento en el que sentimos la
sensación de ser parte de un engranaje mayor…capaz de todo.
Pero una cosa son los juegos y otra cosa nuestras vidas.
Y ahí es distinto. Como sociedad no tenemos esa causa común, y mucho menos un
enemigo común. El paro, la desigualdad, la pérdida de valores, la educación,
parece que son las causas de otro. Del político de turno, el cual nos sale
muchas veces rana, o de determinados lobbies que pensamos que mueven nuestras
vidas como si fuéramos marionetas. Entonces llega la división y la derrota…y
nos entra miedo.
Como decía ese gran filósofo llamado “Maestro Yoda” <<el
miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento y el
sufrimiento al lado oscuro…>> y aunque sea metafórico, ese lado oscuro
refleja el lugar que se entra en el discurso del victimismo y no nos damos
cuenta que los principales responsables y sufridores de la división, somos
nosotros, “la gente pequeña”, los de a pie. Tú y yo.
Estaría bien que como nación buscáramos esos enemigos
comunes que nos motivaran para combatirlos unidos. Hablo en sentido figurado,
no se trata de hacer la guerra a nadie, sino de considerar enemigo a problemas
que nos incumben a todos y nos están desgarrando como sociedad, en vez de a
Djokovic o a la selección Francesa.
Nuestro país tuvo momentos muy críticos, en otros
contextos, donde amenazas externas fortalecieron nuestros valores. Hoy, problemas
muy serios sólo nos dividen porque aquí o eres blanco o eres negro, no se
entiende que no te definas en un color, o que sientas los problemas y sus
soluciones como algo común a todos los colores.
Confío en que seamos capaces de encontrar ese enemigo común. Me
consume ver cómo, desde que son pequeñitos, maleamos a los niños en una
sociedad de división, de blanco o negro, de rojo o azul, de un equipo u otro,
nunca integrando, siempre compitiendo…
Tenemos mucho por hacer. El mundo que viene ni nos lo
imaginamos. Sólo si somos colaborativos no sólo de boquilla, sino también
resolviendo problemas y reforzando nuestros valores, podremos afrontarlo. Si
no, nos va a machacar.
La decisión es nuestra…#impossibleisnothing
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