100 estrellas para iluminar 400 caminos


El viernes pasado estuve en un evento maravilloso, la #MuestraMEJORES, organizada por http://helpingbydoing.org/ e invitado por unos amigos, https://www.helpersconsulting.com/speakers-y-conferenciantes/ que generan emociones a través de las historias de otras personas.

El acontecimiento consistía en reunir en La Nave de Villaverde a 400 chaval@s de entre 15 y 30 años aproximadamente, con problemática diversa, cada uno con su camino, y a 100 “estrellas” (mentores), que pudieran darles algo de luz y de motivación en sus vidas.

Sólo entrar en el lugar y se respiraba un "buen rollo" demoledor. Ahí iba a pasar algo grande.

Era pronto por la mañana y ya se atisbaban ojos despiertos y miradas expectantes. Se escuchaba humor a rabiar y, sobre todo, cuando entramos en materia, unas historias increíbles, y a veces terribles, de cada uno de estos jóvenes.

El formato era interesante. Un mentor iba pasando por grupos de 3-5 chavales durante 30 minutos y compartiendo alguna vivencia motivadora. No era un monólogo, era un diálogo con los chicos, que preguntaban y que poco a poco se iban abriendo a contar sus cosas. A los 30 minutos, una música del Rey León marcaba el cambio de grupo. Y así 4 veces.

Vamos, que fueron conversaciones “íntimas” en un tiempo corto. No fué fácil dar con la tecla para conseguir que todo el grupo hablara y compartiera sus “secretos”.

Que si el cole, los estudios, la FP, los trabajos, las parejas, los viajes, los videojuegos, los hobbies…poco a poco salían los temas. Y la magia, esa magia que sólo aparece cuando se habla con el corazón, sucedía.

Y entonces es cuando uno comprende la explosión de vida de estas generaciones. Inmigrantes, víctimas de bulling, enfermos de cáncer, sufridores de situaciones de violencia, maltrato, e incluso, me pareció intuir, refugiados por motivos políticos. Y en tod@s ell@s la misma ilusión, la ilusión de saber que tienen una existencia maravillosa por delante.

Yo empecé contándoles mis aventuras televisivas. Compartiendo alguna foto e incluso alguna anécdota “incontable” de aquellos tiempos. Sí, el hablar de un accidente de avión o de meterse en una pirámide centra la atención. Con mis amigos funciona y a la gente “adulta” a la que se lo cuento les deja boquiabiertos.

Pero a estos chicos no les impresiona. Si ellos contaran lo que han pasado el que saldría con los ojos como platos sería yo.

Menos mal que tenía un plan B. Una amiga me dio una idea. <Hazles hablar. Llévate algo para jugar con ellos>. 

Y lo hice.

Gracias a unos dados de contar historias, de esos que tiene un dibujo en cada una de sus caras (una casa, un coche, una estrella…), les propuse que imagináramos como sería el futuro. Generó expectación y les gustó la idea.

Lo hicimos por turnos. Tirábamos los dados y en base al símbolo que salía, se contaba algo relacionado con ese dibujo, que, uno tras otro, enlazaba la historia. Pasaba de ser la contribución individual a ser la historia del grupo, algo que me pareció que no estaban acostumbrados a hacer. 

Fueron grandes historias. Desde granjeros que producíamos materia prima para nuestro restaurante-discoteca de moda a montar una cadena de clínicas de estética o a ser un equipo de gamers de éxito. Vamos, una pasada.

Hay un matiz. Cuando uno cuenta algo que imagina, lo suele hacer con el sesgo de su experiencia. Lo vivido influye en nuestra imaginación. Y en el caso de experiencias traumáticas la condiciona. Y en nuestro caso, el sesgo de cada uno hizo que salieran cosas divertidas y también cosas que provocaban un silencio incómodo. Fue una ventanita para mostrar esas experiencias difíciles que no daba tiempo a contar.

Está claro que estamos donde estamos porque hemos recorrido un camino. A veces más fácil y otras más complicado. Pero el caso es que estamos aquí y lo importante es el presente, y lo que viene por delante. A los que tenemos vidas “cómodas” esto se nos olvida. A los que tienen un ejercicio de supervivencia diario, no se les olvida jamás. La esperanza es la razón de ser.

Siguiendo con lo que pasó en los grupos, los momentos posteriores al del silencio fueron lo más motivadores del asunto. Estos chicos lo tienen clarísimo, tienen sus sueños, son conscientes de lo que han pasado, pero quieren demostrar al mundo que son héroes de sus propias historias. Y es que realmente lo son.

Por lo que pudimos charlar después entre nosotros, fue una lección de vida para los 100 mentores. Yo no sé si conseguí motivar a l@s chic@s con los que estuve compartiendo experiencias (espero que algo sí), pero os puedo garantizar que ellos a mi sí.

Los sueños no son patrimonio de nadie. Nadie puede limitarlos. Son libres. Tenemos demasiados prejuicios en esta sociedad para juzgar quién puede soñar y qué puede soñar. Pero lo realidad es que todos podemos hacerlo, aunque haya a quien no le guste.
Todos tenemos sueños. Tus hijos, los míos y los chavales de un centro de menores o de prevención de la droga. Es importante no olvidarlo.

Termino como empecé. Fue una experiencia motivadora, más de ellos hacia nosotros que al revés y un ejercicio de generosidad brutal. Una ruptura de prejuicios contundente y una lección de que la vida es maravillosa.

¿Sabéis? Tenemos que valorar más lo que tenemos. La posibilidad de recibir una formación, de tener una sanidad que vela por nosotros y de pensar libres. Siempre, siempre tenemos una opción. Hay lugares donde la única opción es soñar y despertar para sobrevivir.

Gracias a tod@s los que estuvisteis allí por ayudar a darme cuenta, una vez más, que la vida es un tesoro y lo mejor siempre está por venir.

#impossibleisnothing




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