Reconocer al que lo hace bien…y salvar el mundo


El 26 de septiembre de 1983, a las 00:14 minutos, el teniente coronel Stanislav Petrov estaba de servicio en un bunker secreto a las afueras de Moscú. Su trabajo era realizar un seguimiento de “Oko”, el sistema de alerta temprana de la Unión Soviética para un posible ataque nuclear.

A esa hora saltó la alarma. Según el panel de satélites, había sido lanzado un misil nuclear desde Estados Unidos, que impactaría en unos minutos. A ese misil le siguieron cuatro más. ¿Era posible que el sistema de alarma saltara cinco veces seguidas y fuera un error?

Eran momentos de mucha tensión en la Guerra Fría. El protocolo obligaba a Petrov a informar a sus superiores, lo que hubiera llevado a una respuesta soviética y a la Tercera Guerra Mundial. Esto hubiera supuesto la aniquilación total.

Tenía 10 minutos para informar y que se desencadenara la respuesta. Antes de hacerlo, Petrov se dejó llevar por su instinto. ¿Cómo es posible que los americanos sólo ataquen con cinco misiles? Si fuera lo que parece que es, atacarían con todo su arsenal.

En diferentes puntos de la Unión Soviética, 120 ingenieros y militares de menor rango, esperaban su decisión. Petrov informó a sus superiores, sí, pero de que se estaba produciendo una avería en el sistema y era una falsa alarma.

A los 23 minutos las sirenas se apagaron. Había sido un error del sistema, motivado por la conjunción de planetas y la posición de La Tierra y la Luna en el “solsticio de otoño”.

Sus superiores, una vez informados, le prometieron una medalla. No fue así. Sería demasiado humillante reconocer que se había producido dicho incidente y decidió ocultarse. Petrov sobrevivió 15 años en los suburbios de Moscú con una pensión mensual de 200 dólares. 

Su comandante en jefe, en 1998, lo contó en un libro de memorias. A partir de ahí su figura se popularizó y en 2004, 21 años después, recibió reconocimiento por su extraordinaria decisión que, sin duda, salvo el mundo. Murió en 2017.

La historia de Petrov, a menor escala, es la historia de millones de personas en el día a día. Acciones extraordinarias que, por el miedo de los que están cerca a reconocer su vulnerabilidad, pasan desapercibidas y no son reconocidas, salvo cuando uno se muere, o la casualidad aparece.

¿Qué pensaría Petrov durante esos quince años de ostracismo? ¿Qué había hecho mal?

Douglas Mattern, Presidente de la Organización Mundial de la Paz, localizó a Petrov en 1998. Fue difícil hacerlo y lo encontró en un pequeño piso, en las afueras de Moscú, anciano y sucio. Y sólo.

Alguien que merecía estar en los libros de Historia había malvivido después de su heroicidad por la falta de autocrítica de otros.

Son lecciones de vida que debemos aprender. Cuando alguien se esfuerza o realiza una acción que merece ser reconocida, hemos de hacerlo. En todos los niveles, en todos los sentidos.

Es algo que nos cuesta mucho en la sociedad actual. Parece que es un signo de debilidad, y no, es justo lo contrario, un signo de grandeza. Se nos ponen los ojos vidriosos cuando un deportista lo hace con sus rivales, pero no somos capaces de hacerlo en nuestro entorno. Somos bastante hipócritas con esto.

Es algo que tiene que arraigar en nuestra cultura. Desde pequeñitos. Sólo la educación en el cole y el ejemplo de los que están alrededor de un niño puede hacer que ese poso se asiente.

Reconocer lo que hace otra persona es el primer paso para resolver un conflicto. Es necesario reconocer al otro, ser capaz de ver lo positivo que tiene. Entender que es como tú. Empatizar y ponerse en su lugar.

En este mundo hiperconectado estamos constantemente “compitiendo” por tener razón. Tanto con los que conocemos como con los que “conectamos” en redes sociales. Es un bombardeo constante de egocentrismo. Yo la tengo más larga…

Con lo que mola mirar al otro y decirle, que bien lo has hecho. La cara que se le pone y que se te pone a ti, reconociéndolo.

En la empresa hay veces que los jefes no valoran lo que hace su equipo. Si os pasa, no desesperéis. A veces es una diferencia de criterio y otras un mecanismo de supervivencia del que se siente frustrado o amenazado. Pero es temporal, el trabajo bien hecho siempre gana.

Ahora que en estas fechas navideñas nos entra el “buenismo” a todos, hagamos que dure. Reconozcamos los méritos de los demás, sin cortapisas, como hacemos cuando les criticamos o incluso juzgamos.

Y mantengámoslo así todos los días. Que no decaiga. Conseguiremos que nuestros hijos entiendan que respetamos al de al lado, aunque a veces nos “joda” que lo haga mejor. Pero que la suma de “lo suyo” y “lo mío”, nos hace mejorar a todos.

#impossibleisnothing

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