La historia más grande mil veces mitificada…pero pasó
Al
caer la tarde en Ypres, Bélgica, el frío y la nieve hacían mella en los
soldados de ambos bandos allí desplegados.
Eran
miles de hombres, alemanes y británicos, separados por 36 metros. Alambre de espino,
trincheras, muertos, hielo. Ese era el paisaje. Las enfermedades, la moral
baja, la congelación de miembros, ese era su día a día.
Aquel
24 de diciembre no era distinto… salvo por una cosa.
La
Historia, esa en la que el ser humano necesita episodios de eso, de humanidad, lo
mitificó. Pero sí, a pesar del revestimiento alegórico, el hecho sucedió.
En
esas zanjas cavadas en la arena que recorrían miles de kilómetros, se
hacinaban unos y otros, tratando de darse calor. Era muy duro, infernal. La
autoestima estaba por los suelos. El miedo era un enemigo terrible.
Y
pasó. Así, sin más. Pasó. En el bando alemán, de repente, una voz, empezó a
cantar una canción que todos conocemos, y los soldados del frente también:
“Noche de Paz”.
Fue
espontáneo. Ese soldado lo hacía sólo por recordar la fecha que era. No esperaba la reacción en cadena. Ni la línea de
adornos y luces que se formó a lo largo de las trincheras germanas, mientras los muchachos
con fusiles cantaban a coro.
Los
británicos, aturdidos y desconfiados, pensaron que era una maniobra de
distracción. Estaban alerta.
Pero
sucedió lo inaudito. Unos combatientes alemanes, quizás con miedo, quizás con
unas copas de más, salieron de la trinchera. Se reunieron en círculo y
continuaron cantando.
Y
los defensores de su Graciosa Majestad, teniéndolos a tiro, hicieron lo propio.
Aparcaron las armas y salieron también a sentarse enfrente de la trinchera.
Unos a otros se aplaudían villancico tras villancico, y después, cantando al
unísono la mencionada canción.
Cuando
amaneció el día, 25 de diciembre, confraternizaron. Se hicieron regalos, se
intercambiaron tabaco, galletas, vino y se organizó aquel figurado partido de
fútbol, en el que parece que los alemanes se desenvolvieron mejor sobre la
pista de hielo y ganaron 3-2.
La
tele, el cine, los libros, se elevó a la categoría de leyenda. Se adornó con
detalles que probablemente no ocurrieron. Se le quiso quitar valor al asunto.
Pero
no, no hay que quitárselo. Pasó.
Luego
el infierno volvió. La I Guerra Mundial fue devastadora. Lo fue por el cuerpo a
cuerpo atroz y la crueldad del conflicto.
A
los jefes, allá en sus puestos de mando, no les gustó nada eso de hacerse
amigos y matarse al día siguiente. No se repitió otro momento igual. La víspera
de festivos, desde aquel día, se bombardeaban con saña las posiciones del
contrario, para fomentar el rencor. Fue la reacción de los que se querían poner
medallas.
Sin
embargo, jamás se podrá borrar lo que allí aconteció.
La esperanza es algo que
dura hasta el segundo anterior de dejar de existir. Mientras tanto, nadie puede
matarla, aunque quiera borrarla a golpe de odio.
Nunca
pierdas la esperanza.
#impossibleisnothing
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