Nada es casual
En 1914, una mujer alemana realizó seis fotos a su hijo y le encargó a una amiga de Estrasburgo que le revelase el carrete. Por culpa de la guerra mundial no volvió a verla y no logró localizar las fotografías. En 1916 adquirió una película cerca de Frankfurt y fotografió con ésta a su hija recién nacida. Tras revelarla, comprobó con gran sorpresa que en ella se apreciaba una doble exposición, la que acababa de comprar era curiosamente la película perdida en Estrasburgo.
Hay múltiples ejemplos de “casualidades”. Steve Jobs, en su maravilloso discurso a los estudiantes de la universidad de Standford (http://bit.ly/FOZov), habla de ello para ilustrar cómo nació Apple.
Hoy día vivimos acontecimientos que tampoco son fruto de la casualidad. TVE nos enseñaba el 6 de Marzo de 2.011, que las portadas de varios diarios de ese fin de semana, eran coincidentes en cuanto a su contenido con la portada del diario “YA” del 7 de Abril de 1.974. Es decir, mismas noticias 37 años después (http://bit.ly/hKGWyG).
No es casual. Lo que pasa hoy es fruto de hechos del pasado, muchos de los cuales se produjeron por decisiones erróneas o ineficiencias del sistema no corregidas a lo largo del tiempo. Somos seres humanos, con licencia para equivocarnos, pero las equivocaciones cuestan muy caras. ¿Es tan difícil diseñar controles y regulaciones para evitar que se repita la historia? Tal vez la pregunta del millón es ¿interesa? ¿Interesa corregir errores e ineficiencias del sistema y cerrar caminos a especuladores de todo tipo? Quizás ese es el matiz que convierte la casualidad en causalidad.
Vivimos en un mundo muy complicado en términos económicos y políticos, un mundo que es, el que nosotros mismos construimos todos los días. Gadafi, Chávez y tiranos similares, así como burbujas inmobiliarias, tecnológicas o energéticas no surgen por generación espontánea. Nosotros, a través de nuestros gobernantes, pero siempre nosotros, somos los que hemos contribuido a fomentar especulaciones y burbujas. No lo olvidemos.
La buena noticia es que se puede cambiar. Siempre se puede cambiar. Que nadie diga nunca, esto no se puede. Sí, sí se puede. Pero tiene un coste. Sin embargo en esta década se abre una esperanza hacia el futuro, y sobre todo, una puerta a miles y miles de posibilidades de implementar mejoras. ¡Avancemos!
No es casual que en este mundo haya una orientación hacia la globalización, a través de herramientas como internet. Esto, también nos lo hemos dado nosotros. Y con un buen uso es un arma muy poderosa. Tenemos una conexión permanente a la información y al seguimiento de realidades que nos influyen a todos. Hay que aprovechar esta ventaja que nosotros mismos estamos construyendo. Y hay que conseguir que el acceso sea el mismo para todos.
La propuesta es sencilla. Hay que arriesgar. Si vivimos en un mundo en el que la tecnología nos acompaña sin dominarnos, ¿por qué el acceso no es posible para todos? ¿qué falta?. Presionemos o hagámoslo nosotros. Diseñemos nuestras propias herramientas en la red, construyamos ese mundo digital que ni siquiera hoy tiene unos cimientos estables.
Alguien dirá, -“qué demagogo”. –“Eso ya lo hacen políticos e interesados en todos los ámbitos”. NO, error. Eso lo hacemos todos nosotros, todos los días, cada vez que escribimos un tweet, buscamos oportunidades o compramos viajes en la red. Lo hacemos nosotros.
Tenemos que presionar a través de acciones para que se escuche a la “gente pequeña”. Tenemos que pedir que el Estado nos ayude a generar esas herramientas, a favorecer la inversión en tecnología, en I+D, en educación en todo lo que tiene que ver con conocimiento. Cuanto más conocimiento apalanquemos más sencillo será construir un mundo mejor. ¿Y sabéis dónde y cómo se consigue eso? Pues en asociaciones civiles, en comunidades de usuarios, en círculos de emprendedores, saliendo a la calle y sobre todo, sobre todas las cosas….en las Urnas. Ahí se consigue.
No digamos que no se puede y que es responsabilidad de otros. Sí se puede.
De este modo las “casualidades” serán eso, casualidades… y no otras cosas.
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